Por qué el coronavirus puede complicar la reelección de Trump

Por qué el coronavirus puede complicar la reelección de Trump

Los efectos de la epidemia sobre la economía perjudican a la estrategia de los republicanos.

Donald Trump anuncia que el vicepresidente Mike Pence gestionará la crisis del coronavirus.Anadolu Agency via Getty Images

Sin previo aviso. La expansión del coronavirus ha puesto en jaque a la economía mundial. Los inversores se han contagiado del pánico sobre esta epidemia, que acumula más de 80.000 afectados en 40 países. Los mercados financieros han sufrido severas caídas esta semana, a pesar de los esfuerzos para frenar el contagio, y China, la fábrica del mundo, se ha paralizado.

El gigante asiático será el país que más sufra las consecuencias al ser el epicentro de la epidemia, pero el terremoto del coronavirus se sentirá en otros países. Incluso, puede afectar a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, previstas para el martes 3 de noviembre, y complicar la reelección de Donald Trump, que parecía inevitable.

Si Make America Great Again fue el lema de campaña de Trump en 2016, cuatro años más tarde el presidente norteamericano ha escogido Keep America Great como eslogan. La buena marcha de la economía estadounidense ha sido la gran baza de los Republicanos para la reelección en noviembre, hasta que llegó el coronavirus.

Durante los cuatro años de mandato, Trump ha sacado pecho de los buenos datos económicos en el país. Eso sí, a su manera. A finales del pasado noviembre, colgó un fotomontaje en Twitter en el que se veía su rostro sobre el cuerpo de un boxeador tras anunciar que el producto interior bruto había crecido un 2,1% en el tercer trimestre.

Y razones para el optimismo no le faltan. El país lleva más de 10 años seguidos de creación de puestos de trabajo. La tasa de paro bajó al 3,5% en octubre de 2019, su nivel más bajo en 50 años. Las comparaciones son odiosas, pero el desempleo en España supera al 14%.

Superada la fase de guerra comercial entre EEUU y China, que ralentizó la economía durante el año pasado, las expectativas de los analistas apuntaban a que se produjera una reactivación en 2020. “Nuestro escenario sigue apostando a una recuperación de la industria en un contexto en el que el consumo sigue siendo un sólido motor de crecimiento”, apuntan desde la banca privada Degroof Petercam.

Los mercados financieros se mostraron eufóricos a principios de año, alcanzando niveles históricos, una vez que los riesgos habían desaparecido con los acuerdos entre ambos países y el final del Brexit. “La economía de Trump está rompiendo récords”, sentenció en más de una ocasión.

Sin embargo, la expansión de la epidemia ha cambiado completamente el escenario. Esto se conoce en economía como un cisne negro, un suceso que ocurre por sorpresa y que genera un gran impacto.

El coronavirus ha puesto en peligro la estrategia de Trump, aunque él se muestra tranquilo porque cree que es un episodio pasajero y cierra los ojos ante esta nueva realidad. “Mucha gente piensa que [el virus] se va a ir en abril con el calor. A medida que el calor llegue”, afirmó el presidente en febrero en un acto en la Casa Blanca.

Esa actitud se ha plasmado en la última portada de The New Yorker, con un presidente que no quiere ver el problema.

Todavía es pronto para saber el impacto final del coronavirus sobre la economía, es una auténtica incógnita, pero está claro que dejará huella. La consultora Capital Economics estima que el brote costará más de 280.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2020.

La ralentización que vive China afecta al crecimiento global. “La recuperación de la economía mundial se ha paralizado en Asia como resultado del virus. Los efectos se están propagando ahora por la economía mundial a medida que se interrumpen las cadenas de suministro”, señala Keith Wade, economista jefe de la gestora Schroders.

El papel del gigante asiático en el mundo es mucho mayor ahora al que tenía en 2002, cuando se produje el brote del SARS (síndrome respiratorio agudo severo). “China representaba entonces el 4,2% de la economía mundial y contribuyó un 18% al crecimiento. En 2018, su participación aumentó al 15,8% y su contribución al 35%. Una actividad económica más débil en China tendrá un impacto proporcionalmente mayor en el crecimiento mundial actual”, aseguera Azad Zangana, economista jefe de Schroders.

Así han evolucionado los mercados desde septiembre, en el que se aprecia el impacto tras la extensión de la epidemia:

  Evolución de los mercados mundiales y de China desde septiembre de 2019.Schroders

Uno de los archienemigos de Trump, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, ha lanzado ya varios avisos sobre el impacto del coronavirus en EEUU: “Cuando la economía china se enfría, nosotros lo notamos”.  El banco Goldman Sachs pronostica una rebaja del 0,8% del producto interior bruto estadounidense durante el primer trimestre del año por la caída del turismo y la ralentización del comercio.

Ante este escenario, no es descartable que Powell actúe si se produce una desaceleración. “El brote de coronavirus y su posible impacto negativo en el crecimiento y la inflación han aumentado la probabilidad de que la Reserva Federal opte por una flexibilización adicional de la política monetaria. La Fed solo recortará si hay signos de desaceleración y es muy poco probable que suba los tipos en el contexto del brote de coronavirus y de las próximas elecciones presidenciales”, señala Adrien Pichoud, economista jefe de la gestora SYZ AM.

Un deterioro de la economía de EEUU no es descabellado, puesto que la guerra comercial con China ha tenido consecuencias negativas. En 2019, la economía norteamericana creció un 2,3%, según los cálculos del Gobierno. Este ha sido el menor crecimiento económico del país durante un año desde que Trump llegó a la Casa Blanca, en enero de 2017, y por debajo de lo que había prometido el propio presidente.

Si la epidemia del coronavirus se afianza en EEUU puede perjudicar mucho a la economía. Ahora se abren dos escenarios posibles, señala el periódico The New York Times. Si el virus se extiende mucho, los trabajadores se quedarían en casa, la producción se detendría y las empresas lo pasarían mal porque se detendrían sus ingresos. Si fuera menos grave, la desaceleración en China solo perjudicaría al crecimiento en el corto plazo.

Si esos datos negativos se confirman y se atribuyen a la guerra comercial, puede ser un factor de desgaste para Trump
Augusto Delkader Palacios (UOC)

Los expertos ven complicado que los electores pueden vincular el impacto negativo del coronavirus en la economía a la administración de Trump, como sí pueden hacer con el enfrentamiento con China, que se ha notado en la industria. “Hay otros indicadores económicos que tienen que ver con la guerra comercial. Si esos datos negativos se confirman y se atribuyen a la guerra comercial, puede ser un factor de desgaste para Trump”, explica Augusto Delkader Palacios, profesor de relaciones internacionales de la UOC.

  Seguidores del senador Bernie Sanders en un acto de las primarias del Partido Demócrata en South Carolina (EEUU). Spencer Platt via Getty Images

Los ciudadanos estadounidenses podrían culpar a Trump si se expande la epidemia por los recortes presupuestarios de los Centros de Control de Enfermedades y la improvisación en la gestión de la crisis del coronavirus.

“Si el virus empieza a tener una incidencia más grande, se podría generar un debate público sobre la sanidad. Pero tengo dudas de que esto vaya a ocurrir, porque de momento, no está presente como se ha podido ver en los debates entre candidatos demócratas”, señala Delkader.

El gran beneficiado si ocurre esto sería el demócrata Bernie Sanders. Tras triunfar en Nevada, ganar en votos en las tres primeras primarias y sacar más de diez puntos a sus rivales Joe Biden y Pete Buttigieg, el senador de Vermont es el favorito para convertirse finalmente en el candidato del Partido Demócrata para las elecciones. Este sábado se celebran las primarias en Carolina del Sur y el próximo 3 de marzo el decisivo Súper Martes.

Este político progresista defiende un plan de salud universal llamado Medicare for all, aunque este es visto con escepticismo en una parte del electorado. “La sanidad como un derecho es algo que tenemos asumido en Europa, pero no en EEUU. La tradición clásica de la sociedad estadounidense, liberal e individualista, dificulta la extensión de políticas socialdemócratas. Existe cierta percepción de que las políticas de gasto público social tienen un vínculo con orientaciones socialistas o comunistas”, apunta Delkader.