Por qué González y Aznar tocan más las narices que Zapatero y Rajoy

Por qué González y Aznar tocan más las narices que Zapatero y Rajoy

A los dos primeros les deslumbra el poder económico, tienen más proyección y les gusta la buena vida más que a sus sucesores.

Imágenes de archivo de los cuatro expresidentes, González, Aznar, Zapatero y Rajoy. Getty Images

¿Por qué González y Aznar tocan las “narices a los suyos” tan a menudo, mientras que Zapatero y Rajoy son más discretos? La pregunta genera debate, sobre todo entre los menores de 35, que desconocen la trayectoria de ambos. Felipe González y José María Aznar reinventaron el PSOE y el PP como nuevos proyectos, “sus” proyectos. Uno para la izquierda; otro para la derecha. Modernas y europeas. Ambos tuvieron -y tienen- proyección internacional, se mueven aún en el tour de la grandes personalidades políticas. Zapatero y Rajoy heredaron lo que sus mayores hicieron; no han alcanzado la misma proyección exterior y han soportado con estoicismo amonestaciones de sus antecesores.

Pero hay más. A veces debería intervenir el diván de un psiquiatra. Y los amigos de los expresidentes recordarles que, entre el jarrón chino de la dinastía Ming y el del súper de todo a 1 euro hay poco trecho en tiempos de fruslerías y cuando Whatsapp es “el periódico”.

Hace pocos días que González ha respondido a Adriana Lastra, la portavoz parlamentaria de su partido que “a mí nadie me manda callar diciendo que es socialista”. Poco después, Zapatero pedía “apoyo y lealtad al Gobierno”, en referencia a González y Guerra y sus críticas al apoyo a los Presupuestos de Pedro Sánchez por parte de ERC y Bildu.

En la derecha, las cosas están aparentemente más calmadas desde que Pablo Casado, un chico de Aznar, lidera el partido. Pero hasta ese momento, Aznar se dedicó a meter un dedo en el ojo de Mariano Rajoy siempre que pudo. Son sonadas sus descalificaciones descaradas e incluso de mal gusto, igual que los desplantes ante los focos. Los presidentes populares no se hablaban y Aznar lo exhibía con toda descortesía. Durante años, los paper de FAES, el think tank aznarista, han sermoneado a Rajoy. Pero es que incluso cuando ya el presidente gallego estaba fuera del escenario, Aznar le acusaba de haber dejado carne picada en la derecha. “Yo legué un espacio unificado en el centro derecha y Casado ha heredado un espacio troceado en tres: PP, Ciudadanos y Vox”.

  José María Aznar y Felipe González, en febrero de 2020. Europa Press News via Getty Images

“Entrañan dos etapas históricas muy distintas. Felipe dejó el poder hace casi 25 años y Aznar hace 16 años; y lo que tienen en la cabeza es su trabajo y su vida. Felipe definió el proyecto socialista, Aznar el proyecto del PP. Y cuando se pone en cuestión su obra, el trabajo que hicieron, se rebelan. Sienten el abandono de esa línea que ellos marcaron y que triunfó, viven con estupor el cambio de ejes de los proyectos que ellos crearon”, explica un íntimo excolaborador del presidente González.

Si a eso le sumas que Felipe, más que Aznar, “lo que hizo fue consolidar la democracia y sus instituciones, desarrollar los preceptos de la Constitución del 78 -muchas cosas de entonces siguen hoy, como la ley del Poder Judicial de 1985- y ahora ve cada día el deterioro de esas instituciones, es humano que se pregunten ¿pero qué he hecho yo con mi vida?”, añade el exasesor de González.

Aznar heredó una democracia ya asentada, “creó un partido conservador que no había logrado Fraga, con vestimenta civilizada y europea, un logro incalculable para la derecha de este país después de cuarenta años apoyando al franquismo, a la dictadura. Además, para bien y para mal, se sentaba con Bush y ponía los zapatos sobre la mesa, se hacía la foto de las Azores. Maldita para la izquierda, pero para los suyos estaba con el presidente de EEUU y el primer ministro de Gran Bretaña. ¿Qué líder de la derecha ha logrado eso en España?”, analiza un exasesor del presidente Aznar.

A González y Aznar les deslumbra el poder económico y les gusta la buena vida más que a sus sucesores.

De la repercusión de su gestión es una muestra el hecho de que forman parte del tour de los expresidentes y grandes figuras de política internacional que dan conferencias y asesoran por el resto del mundo. Con pingües beneficios, hay que decirlo. También, a los dos les deslumbra el poder económico y les gusta la buena vida más que a sus sucesores. Todo forma parte de lo mismo.

Zapatero y Rajoy han padecido a sus antecesores y, por eso, han apostado por no ser molestos y prolongar su sombra. Pero tampoco han tenido nunca el peso interno e internacional de sus antiguos jefes. Ni el reconocimiento. “Se nos olvida que en este país, hubo gente de izquierdas que tenía la foto de Felipe en la mesilla. Y quienes se han hecho la foto con Aznar, la lucen en sus despachos. Empresarios, políticos, de todo. No ocurre lo mismo con los otros”, añade un analista político, que pone el toque del diván del psiquiatra en la mesa: las personalidades. Los dos primeros son mucho más narcisistas, pero también fueron más reflexivos, tenían mayor formación teórica. “O aprendieron de quienes les rodeaban. Ahora, la velocidad es muy diferente. Twitter y 140 caracteres son todo lo que dan de sí muchos líderes mundiales, más allá de Trump. Se exigen respuestas más inmediatas. No hay tiempo”.

  Zapatero y Rajoy charlan mientras caminan juntos, seguidos pasos más atrás por Aznar durante el homenaje a las víctimas de la pandemia. MARISCAL via Getty Images

Para el politólogo Pablo Simón -autor entre otros de El Príncipe Moderno- las diferencias entre los cuatro presidentes son “una cuestión de generaciones. Felipe y Aznar llegan más curtidos por la Transición, el contexto es diferente, la lógica bipartidista en la que ellos crecieron ha desaparecido. Es verdad que lo han sido todo en sus organizaciones. Creo que generación y contexto explican buena parte de las diferencias de comportamiento. En cuanto a la influencia, Zapatero influye por detrás más de lo que aparenta, se conocen sus buenas relaciones con Podemos. Rajoy intentó pilotar su relevo hasta el final, con Soraya. Nos falta perspectiva histórica para evaluar su presidencia. Y depende de cómo le vaya al PP. Si a Casado le espera una oposición larga, veremos cómo la figura de Rajoy y su influencia mejoran”. Por ejemplo, a Zapatero se le han recordado los logros de su primera legislatura hace muy poco.

Similar opinión mantiene el catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y expresidente del CIS, Fernando Vallespín. “Hay que recordar las cosas que se decían de Zapatero cuando se fue. Tremendo por la crisis económica que había. Y ahora se le reivindica, pese a que la gestión en la Venezuela de Maduro le ha perjudicado. En cuanto a Rajoy, nunca ha tenido las preferencias de los otros tres, creo yo. También tenía su vida económica resuelta”, destaca el profesor Vallespín, quien sigue sin entender por qué no ha funcionado bien la pertenencia al Consejo de Estado de los expresidentes, creada precisamente por Zapatero.

“De todas formas, sí que hay gente que sabe gestionar sus salidas, su mutis con autoridad y prestigio. Por ejemplo, el canciller Helmut Schmidt. Supo mantener las distancias con las fuerzas políticas y jugar un papel de corte intelectual. En el lado contrario, está el canciller Gerhard Schröder. Su ambición y papel con Putin le machacó, aunque buena parte del éxito y las reformas de la Alemania de hoy se deben a él”.

  Rajoy, Zapatero, Aznar y González, en 2018 en el Congreso. OSCAR DEL POZO via Getty Images

Ego y dinero son una mezcla explosiva, pero algunos lo tienen más justificado que otros. Hay un sabio socialdemócrata español, con el Estado en la cabeza, que a menudo defiende que “si se analiza a los seis presidentes de la democracia, lo cierto es que los únicos que han tenido un proyecto con concepción de mundo, estemos de acuerdo o no con ellos, son Aznar y González, y eso se ve también -en lo bueno y en lo malo- en el desarrollo posterior de sus vidas”.

Y quizá por eso, porque a ambos les sobra capacitación, deberían tener cuidado con el jarrón chino que son, según González. El problema no es que venga un niño y lo tire, cómo cuenta el expresidente socialista, sino que la delicada porcelana de la dinastía Ming se convierta en un cacharro de 1 euro muy poligonero.