¿Por qué nos espían los asistentes virtuales?

¿Por qué nos espían los asistentes virtuales?

Casi un 80% de los españoles sabe qué es un asistente de voz y un 50,2 % es consciente de que tiene uno.

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Por Laura Cuesta Cano, responsable de Comunicación y Contenidos Digitales en Servicio PAD. Profesora, Universidad Camilo José Cela:

¿Se imagina tener un señor sentado en el salón de su casa las 24 horas del día? Y que cuando llega la familia o los amigos empezamos a interrogarle para demostrar cuánto sabe de nosotros y de todo el universo con frases como “señor, ¿cómo me llamo?”, “¿cuántos años tengo?”, “¿va a llover hoy?”

Pues eso es lo que existe hoy día en muchos hogares. “Señores” y “señoras” que, sin agotarse, atienden nuestras demandas cualquier día a cualquier hora, con solo decirles un simple Ok o Hey! Son los asistentes de voz y altavoces inteligentes. Y han llegado para quedarse.

Casi un 80% de los españoles sabe qué es un asistente de voz y un 50,2 % es consciente de que tiene uno -todos los smartphones lo incluyen ya-, según el Estudio Ymedia sobre Asistentes Virtuales.

¿Y para qué usamos los altavoces inteligentes principalmente? Según otro estudio de Adobe Digital Insights, para escuchar música en un 70 % de las ocasiones y para hacer consultas meteorológicas en el 64 %.

Estos dispositivos también pueden incluir funcionalidades o skills que meterían en el juego a terceras partes: fabricantes de material eléctrico y de construcción (enchufes, persianas, bombillas, calefacciones, etc.) que conectarían los asistentes con nuestro hogar, convirtiéndolo de esta forma en una casa domótica.

Sin embargo, durante los próximos años lo que más se va a desarrollar son las experiencias personalizadas para el usuario gracias a la comprensión contextual y cognitiva: el asistente será el que llame por nosotros a comercios, empresas o clientes, nos concierte citas y nos las meta en la agenda según nuestra disponibilidad.

Los asistentes de voz más populares y utilizados son Google Assistant, Siri (Apple), Alexa (Amazon), Cortana (Microsoft) y Bixby (Samsung), gracias a la fama que han alcanzado los altavoces inteligentes y a la integración de serie de muchos de ellos en smartphones (en una segunda fase veremos cómo llegan a más integraciones: TV, frigoríficos o lavadoras).

Google es el más fiable en relación a las pruebas de aciertos en un test de 800 preguntas realizado por Loup Ventures, con un 88 %. En cuanto a idiomas, Google Home también gana a todos los demás, alcanzando los 30, frente a los 20 de Siri, 13 de Cortana u 8 de Alexa.

De la misma manera que en los últimos dos años se ha producido un incremento exponencial de las ventas, también podemos decir que ha sido exponencial la alarma social que se ha ido creando en torno a ellos. “Tener a un asistente de voz en casa es peor que meter a un extraño y tenerle día y noche en tu sofá”, “te espían, oyen tus conversaciones, las graban”, “venden tus datos a terceros”, “¡Pueden meternos un troyano y violar toda nuestra intimidad!”…

Como ocurre con todas las tecnologías, cuando uno incorpora una nueva a su vida debe saber qué está comprando y quién realmente le ofrece seguridad y confianza, al igual que ocurre con los smartphones, las Smart TV, o cualquier otro dispositivo.

En todo Occidente, especialmente en Europa con la reciente creación del Reglamento Europeo de Protección de Datos (RGPD), estamos muy comprometidos con la protección de datos, ya que entendemos que debe amparar siempre al usuario. Sin embargo, no ocurre lo mismo en Oriente. Para algunos países del mundo asiático el dato es un bien común, no intrínseco de la persona, y por tanto no es obligación del estado proteger su privacidad ni garantizar su inviolabilidad.

Ante este hecho, ¿se compraría usted un asistente de voz Made in China u optaría por uno occidental que le garantice unas políticas de privacidad establecidas?

Según explica Tomás González, responsable de Marketing y Desarrollo de Negocio de Kabel, partner de Microsoft, y experto en Inteligencia Artificial, que, tal y como quedó patente en la última Convención de Microsoft en Las Vegas, la legislación va muy por detrás de la tecnología, especialmente en lo relativo a inteligencia artificial. Por ello, las grandes tecnológicas han planteado convertirse en asesoras de los países y sus gobiernos para ayudarles a legislar ante este reto tecnológico. Emmanuel Macron y Francia se han convertido en pioneros en este sentido.

Pero entremos de lleno en la parte que nos afecta: ¿Nos escuchan o no nos escuchan? Sí, pueden hacerlo. Pero no lo hacen las 24 horas del día. Según recientes declaraciones del responsable de Producto de Google, David Monsees, utilizan equipos de lingüistas que rastrean y escuchan aleatoriamente conversaciones con el objetivo de mejorar el sistema cognitivo y que los dispositivos puedan entender mejor lo que les decimos.

En total, analizan un 0’2 % de las grabaciones de nuestras conversaciones con familia, amigos, pareja, etc.

Pero si entendemos cómo funciona un asistente virtual, por ejemplo, utilizando el motor de inteligencia conversacional LUIS que utilizan Microsoft o Amazon (Lenguage Understanding Intelligent Service, un servicio basado en machine learning para crear una comprensión lingüística natural), debemos tener claro que la AI tiene que ir aprendiendo de patrones (reconocimiento de voz + algoritmos de machine learning) y estos solo pueden ser enseñados previamente por comportamientos humanos.

¿Y por qué solo nos preocupamos de los altavoces inteligentes cuando llevamos un dispositivo encima las 24 horas que puede monitorizar y rastrear prácticamente todos nuestros datos? No podemos olvidarnos de fallos en la app de FaceTime que han permitido que se grabara a los usuarios antes de que hubieran descolgado el teléfono o apps de hoteles, de viajes o bancos que grababan la pantalla de nuestro smartphone.

Cuando una app nos solicita permiso para acceder a la cámara, al micrófono o a la agenda, y esta petición no tiene nada que ver con la funcionalidad en sí de la aplicación, es mejor no descargarla, o al menos, rechazar todos los permisos. Si no, estaremos abriendo la posibilidad de que funcionen en segundo plano y, sin nuestro consentimiento, haga capturas de pantalla, saque fotos o grabe vídeos y lo manden a un servidor externo.

Es en este momento cuando entra en juego el sentido común y la responsabilidad. No confiemos ciegamente en el altruismo de las compañías que diseñan aplicaciones gratuitas solo por el “bien común”. Hay una fórmula que debería respetarse siempre en el mundo digital, ética + humanidad + tecnología, cuyos sumandos deberían permanecer inalterables.

Como nos explica José Luis Casal, asesor en Innovación y Estrategia de Negocio, estamos inmersos en un cambio de era en el que la tecnología será omnipresente. Su objetivo ha de ser empoderarnos, hacernos mejores, pero no utilizarnos y controlarnos. En nuestra mano ha de estar decidir qué tecnologías nos acompañarán en nuestro día a día; y las empresas tecnológicas tendrán que seducirnos con transparencia. Solo así podremos confiar en ellas.

Necesitamos saber (y no en un sinfín de folios), qué quieren de nosotros, qué harán con nuestra información. Confiemos en que los reguladores nos protejan y no sucumban al poder de las grandes empresas de tecnología logrando esa protección sin convertirse en un obstáculo a la innovación y el progreso.

Indiscutiblemente, no podemos frenar los avances de la tecnología, ya que los beneficios son mucho mayores que los problemas que puede causar. Para ello, como sociedad, nuestro deber es regularla y hacer que las grandes compañías cumplan la legislación vigente.

Este artícuo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea aquí el original.

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