Por un gobierno de futuro

Por un gobierno de futuro

España no puede permitirse la parálisis a la que ciertos egos nos están condenando.

Imagen de archivo de un encuentro entre el presidente, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, en La Moncloa. Juan Medina / Reuters

El 28 de abril una mayoría progresista apostó por un país moderno y de futuro; lo hizo siguiendo los consensos del 15M, los mismos que nos condujeron a los “Ayuntamientos del Cambio”, y a la moción de censura que puso fin al Gobierno de la Gürtel. Han pasado ya cuatro meses y España necesita un gobierno con urgencia.

Desde aquel domingo de primavera las variables macroeconómicas han empezado a atisbar posibles nubarrones. El incremento del paro en agosto, el descenso de afiliados a la seguridad social, el reajuste a la baja de las tasas de crecimiento de la eurozona y las consecuencias impredecibles de una posible exacerbación de la guerra comercial global no son elementos alentadores. Además la emergencia climática a la que nos enfrentamos como civilización se acentúa cada día más; como apuntan de forma brillante Héctor Tejero y Emilio Santiago “estamos en tiempo de descuento” para implementar medidas de calado que aseguren la sostenibilidad y nos acerquen irreversiblemente a un nuevo modelo económico que ponga a las personas y al planeta en el centro. Se requiere un gobierno sólido, capaz de capear las incertidumbres sin desviar el rumbo hacia la consecución de los anhelos populares.

Los retos a los que nos enfrentamos son de tal importancia que priorizar el reparto de sillones en el Consejo de Ministros a las líneas programáticas y de acción del futuro Gobierno resulta una gran irresponsabilidad. España no puede permitirse la parálisis a la que ciertos egos nos están condenando.

La voluntad popular de cambio que inauguró el 15M, la misma que llevó a Carmena a Cibeles, echó a Rajoy de la Moncloa al grito de “sí se puede”, sigue siendo mayoritaria.

Desde las elecciones andaluzas sabemos que las tres derechas no tienen complejos en unirse para gobernar contra la igualdad, la solidaridad, los derechos humanos y el planeta. En Andalucía y Madrid conocemos de primera mano lo que esa involución supone. La obsesión de la alianza involucionista por destruir el legado de progreso, esperanza y futuro que construyó Manuela Carmena está devolviendo Madrid al gris. Es muy preocupante que muchos derechos, sobre todo los de las mujeres y de las personas LGTBI, están hoy en entredicho allá donde gobiernan los de Abascal, Rivera y Casado. La amenaza involucionista se acentúa cuando ese matrimonio se puede, por primera vez, consolidar antes de las urnas bajo el paraguas de España Suma en una hipotética repetición electoral. La irresponsabilidad de aquellos que a última hora dieron la espalda a Carmena permitiendo que la involución ocupase el Ayuntamiento de Madrid no debe repetirse a nivel estatal.

La voluntad popular de cambio que inauguró el 15M, la misma que llevó a Carmena a Cibeles, echó a Rajoy de la Moncloa al grito de “sí se puede”, sigue siendo mayoritaria y continúa reclamando un país de futuro, feminista y de orden, donde el cuidado a las personas y al planeta sea lo primero. Un país donde quepamos todos, en el que nadie se quede atrás, con un gobierno que apueste sin timidez por la solidaridad, los derechos humanos y la sostenibilidad para desempeñar el rol que nos corresponde ocupar a nivel europeo y global. Los egos y las ansias de sillón deben quedar de lado. Por eso, apura gobernar para la gente, no podemos detenernos, apremia seguir avanzando hacia el futuro que queremos. Carmena, como símbolo de voluntad popular de cambio, es irreversible.

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