François Boulo, portavoz de los chalecos amarillos: "Con Macron el 90% de la población ha perdido y el 1% ha ganado"

François Boulo, portavoz de los chalecos amarillos: "Con Macron el 90% de la población ha perdido y el 1% ha ganado"

El portavoz aclara cuáles son sus reivindicaciones y ataca al Gobierno francés: "Ha menospreciado, insultado y ha sido arrogante con los manifestantes".

François Boulo, en una manifestación el 16 de marzo en París.Omar Havana/Getty Images

Confiesa que hace diez años habría votado a Emmanuel Macron —igual que votó a Nicolas Sarkozy—, pero a día de hoy es lo último que François Boulo, portavoz de los chalecos amarillos en Ruán, haría. En esa época, “estaba dormido, en coma político, no había entendido nada en absoluto”, explica a El HuffPost el propio Boulo. Pero ahora ha despertado.

En los últimos meses, este abogado de 32 años famoso por su elocuencia ha ganado popularidad entre el movimiento y muchos ya lo consideran posible interlocutor entre el Gobierno y los chalecos amarillos. Él prefiere eludirlo —“por desgracia, enfrente no tenemos a nadie que quiera negociar, así que no me interesa, sería ineficaz”—, igual que rechaza, de momento, la idea de que el movimiento se constituya como partido. Su objetivo, dice, es lograr una democracia directa y una justicia fiscal y social en Francia, que se deje de gobernar sólo para los intereses del 1% más rico de la población, algo que, a su juicio, es justo lo que está haciendo Macron.

Llegados a este punto, resulta difícil distinguir cuál es la principal reivindicación de los chalecos amarillos. ¿Qué haría falta para que el movimiento obtuviera una victoria total sobre el Gobierno? ¿Cuáles son exactamente sus reivindicaciones?

No buscamos una victoria total, sólo queremos que hagan caso a nuestras reivindicaciones. Y son muy sencillas, son dos. En primer lugar, que la gente pueda intervenir directamente en la democracia a través de un referéndum de iniciativa ciudadana, es decir, que el propio pueblo pueda poner en marcha referéndums; la segunda reivindicación se resume con la fórmula que dice que la política debe servir a los intereses del 90% de la población y no al 1% más rico. Tenemos la voluntad de establecer una justicia social y fiscal, que haya una repartición de las riquezas equitativa. 

La gente que gana 100.000 o un millón de euros al mes no se lo merece.

¿“Repartición de las riquezas” no es un concepto un poco utópico?

Equitativo no quiere decir igualitario. Habrá una repartición desigual, pero con desigualdades proporcionadas, justificadas por el trabajo y los méritos, con una cierta proporción. Hay gente que gana 10.000 o 15.000 euros al mes, y no pasa nada, porque trabajan, consumen, hacen funcionar la economía. El problema es la gente que gana 100.000 o un millón de euros al mes. No merecen ganar tanto dinero y, además, eso penaliza a todo el mundo, porque no consumen su dinero y contribuyen a la especulación, no a la economía. 

¿Cuál sería la medida o las dos o tres medidas que habría que tomar inmediatamente para que los chalecos amarillos dejaran de manifestarse?

Como mínimo, el referéndum de iniciativa ciudadana y, después, medidas de justicia fiscal como la supresión del IVA en los productos de primera necesidad, que se compensaría por un aumento del 1% sobre los productos de lujo. También habría que modificar el CICE —una medida para rebajar la cotización social de las empresas—, que cuesta al Estado 40.000 millones. El problema no es lo que cuesta, sino que la mitad de ese dinero va a las grandes empresas. El CICE se debería reservar a las pequeñas y medianas empresas, que tendrían 20.000 millones más que ahora. Y, por último, se debería restablecer el impuesto de solidaridad sobre las fortunas.

Usted apoya la huelga general y la desobediencia civil para obtener sus objetivos. ¿Hasta qué punto?

La clave es conseguir el mayor número de gente. Pero desde el principio he dejado claro que no creo en absoluto en la violencia, estoy totalmente en contra. Así que la única forma de actuar es crear el mayor número posible de gente.

En todas las manifestaciones de los chalecos amarillos ha habido incidentes y víctimas tanto del lado de los manifestantes como de las fuerzas del orden. ¿Los chalecos amarillos en un movimiento violento?

Es sólo una minoría, pero el clima de tensión no ha dejado de aumentar en el país porque el poder Ejecutivo no ha respondido a ninguna de nuestras reivindicaciones. No ha aportado ninguna respuesta política y ha menospreciado, ha insultado, ha sido arrogante y además ha organizado una represión policial y judicial sin precedentes, hasta el punto de que la ONU ha sermoneado a Francia por atentar a la libertad de manifestación de la gente.

¿El presidente Macron ha decepcionado a los franceses o la gente ya se lo esperaba?

Macron fue elegido con sólo el 10% o 12% del electorado; en la primera vuelta tuvo el 23% o 24% de los votos, pero, en conjunto, teniendo en cuenta a votantes y no votantes, sólo tenía el apoyo de un 10% o 12%. Así que, para muchas personas, Macron no era su opción desde el principio. Pero también hay otras personas que le votaron con esperanza y a las que ha desilusionado. Porque, efectivamente, se esperaban otra cosa.

El Gobierno ha menospreciado, ha insultado, ha sido arrogante y ha organizado una represión policial y judicial sin precedentes contra los chalecos amarillos.

¿Considera que Francia tiene un presidente burgués que gobierna sólo para los burgueses?

No es cuestión de que yo lo crea, sino de que es un hecho. Todas las políticas que lleva a cabo van en interés de los más ricos, de los ultrarricos. Las medidas fiscales que ha adoptado desde el principio para el 1% o el 0,1% de la población, para los más ricos, han supuesto 30.000 millones para esa gente. Y al mismo tiempo ha bajado las ayudas para los estudiantes, ha aumentado la CSG [un impuesto para la Seguridad Social] especialmente a los jubilados… Ha tomado una serie de medidas que han contribuido a empobrecer al 90% población y a enriquecer al 1% más rico. Hay un informe que demuestra que, en términos de poder adquisitivo, el 90% de la población ha perdido y el 1% ha ganado.

¿El movimiento de los chalecos amarillos nació de una lucha de clases?

Sí, por supuesto. Pero si la pregunta es si el movimiento es marxista, añadiría el matiz de que la división ahora no está entre el patrón y los subordinados, sino entre los trabajadores, los parados, los artesanos, los comerciantes, los pequeños y medianos empresarios, por un lado; y, por el otro, el gran capital, es decir, los bancos, las aseguradoras, las multinacionales.

No se pueden cambiar las políticas económicas dentro del marco de los tratados europeos actuales.

¿Cuál ha sido, para usted, el mayor error de Macron al abordar esta crisis?

Permanecer inflexible y no cambiar las políticas, no escuchar.

En enero el presidente planteó un gran debate nacional. ¿No fue suficiente?

Está bien discutir y debatir, pero, llegados a un punto, pedimos soluciones concretas. Y eso, por desgracia, no lo hemos visto. No se ha adoptado ninguna medida real, sólo medidas marginales, secundarias. Que haya un debate está bien, pero si alguien te dice que quiere chocolate y tú le das arena… la metáfora no es muy buena, pero, ¿me explico? Si yo pido 10 onzas y me das 5, podemos hablar, pero si en vez de eso me das espinacas… no tiene nada que ver.

¿Usted apoya un referéndum sobre un posible Frexit?

No. En el movimiento somos conscientes de que no se pueden cambiar las políticas económicas dentro del marco de los tratados europeos actuales. Pero de momento no hemos ido más allá.

¿Entonces sí quiere salir de los tratados europeos?

Eso es lo que digo, sí. Somos críticos con los tratados europeos, mucha gente lo es.

No creo en la catástrofe anunciada del Brexit, creo que el Brexit se va a producir y que vendrá bien a Reino Unido.

¿Incluso viendo la situación actual en Reino Unido?

La información no es como nos la dan. Nos dicen que el Brexit es una catástrofe y que desde el momento en que se aprobara la votación supondría el colapso, pero de momento no se las apañan mal. Por otro lado, la situación política es particular porque Theresa May, que no quería salir de la UE, es quien está al cargo. En cualquier caso, no creo en la catástrofe anunciada, creo que el Brexit se va a producir y que vendrá bien a Reino Unido.

¿Desconfía de los medios?

Sí, por supuesto, aunque en realidad no es desconfianza, sino que sé que los medios tradicionales tienen una orientación ideológica. Es complicado, necesitaría una hora y media para hablar bien sobre los medios. En resumen, no creo en la objetividad, pienso que no existe. Los medios pueden aspirar a ser honestos, pero no pueden ser objetivos, porque el ser humano no puede.

En todo caso, ¿para usted la influencia de los medios es mayor de lo que se piensa?

Sí. De hecho, hace tiempo que la gente que milita o que se interesa realmente por la política no escucha ya a los medios. Y, si lo hacen, es sabiendo que tienen que poner en duda lo que oyen. Al final, se informan por otros canales. El problema es que hay mucha gente que está como dormida, que trabaja, que consume y que no se interesa mucho por la política. Es ahí donde tienen su influencia los medios. Hay gente que no se toma la molestia de ir a buscar la información.

Al principio, los medios tradicionales nos calificaban de extrema derecha porque pensaban que detrás de los pobres que se manifestaban había fachas, racistas y antisemitas.

En un primer momento el movimiento parecía más ligado a la izquierda, pero luego hubo sondeos que señalaban que muchos de los manifestantes simpatizaban con el Frente Nacional. ¿Tiene sentido esto?

Francamente, no entiendo cómo los sondeos pueden mostrar eso, porque desde el principio el movimiento se ha declarado apolítico. Siempre ha rechazado pronunciarse a favor de la derecha o de la izquierda. Al principio, los medios tradicionales sí lo calificaban de extrema derecha porque pensaban que detrás de los pobres que se manifestaban había fachas, racistas y antisemitas. Era una representación totalmente caricaturesca. Y nosotros lo único que queremos es una democracia directa y justicia social y fiscal. Eso es lo que es el movimiento.

¿Hay algún partido con el que se identifique especialmente?

No, no hay ningún partido que coincida totalmente con mi pensamiento. En general, despiertan mi interés todos los partidos que son críticos con los tratados europeos y que tienen una idea de la soberanía y de la democracia. Porque no hay democracia sin soberanía. En Francia ya hay mucha gente que piensa así, tanto en la derecha como en la izquierda, como Nicolas Dupont Aignan, Florian Philippot, Jean-Luc Mélenchon…

El movimiento ha recibido el apoyo de los vicepresidentes italianos Di Maio y Salvini. De hecho, Di Maio sugirió que el movimiento Cinco Estrellas nació en Italia con el mismo espíritu que los chalecos amarillos. ¿Está de acuerdo?

No sé. No conozco muy bien la política italiana y no me atrevería a hacer un paralelismo. Aunque tampoco tengo la sensación de que en Italia hubiera una revuelta como aquí en Francia. Quizá me equivoco, pero creo que no es igual.

¿Y hay posibilidad de que los chalecos amarillos constituyan un partido?

Es una cuestión que probablemente se planteará, pero más adelante. El objetivo es lograr cambiar la política ahora, y que se cumplan nuestras reivindicaciones. En Francia, las únicas elecciones que cuentan los las presidenciales, y no tenemos tiempo para esperar tres años.

En 2007 voté a Sarkozy. Pero porque en esa época estaba en coma político, no había entendido nada en absoluto de la política ni de la Unión Europea.

Usted dice que en su entorno hay más pro Macron que chalecos amarillos. ¿Cómo llegó entonces al movimiento?

Simplemente, porque yo no soy pro Macron [risas]. Creo que la diferencia entre mis amigos que votan a Macron y yo es que yo me interesé por la política. He leído, he escuchado a muchos intelectuales, yo no estoy dormido. Hace diez años estaba dormido, habría votado a Macron. De hecho, en 2007 voté a Sarkozy. Pero porque en esa época estaba en coma político, no había entendido nada en absoluto de la política ni de la Unión Europea. Estaba completamente al margen de todo eso.

¿Hubo algo en concreto que le hizo reaccionar?

No exactamente. Pero en un momento dado sentí que tenía dudas con respecto al discurso que escuchaba, en el que creía, lo que se llama la ideología neoliberal. Como estaba confuso, empecé a cuestionar todo lo que pensaba o creía saber. Puse todo en duda y, a partir de ahí, me construí un pensamiento.  

Estamos en una competición entre Estados por conseguir el mayor número de inversores posibles, y eso sólo puede llevar a la bajada de salarios, del poder adquisitivo y del gasto público.

¿Encuentra semejanzas entre la situación que está viviendo Francia y la realidad de otros países del entorno?

Mi conocimiento sobre la política de otros países es bastante impreciso, pero creo que todos estamos limitados por las obligaciones y los tratados de la Unión Europea. Ahora mismo se está aplicando una política general en el seno de la UE que sirve a los accionistas de las multinacionales en detrimento de la población; tenemos las mismas políticas de disminución del gasto público, bajada de las pensiones, aumento del tiempo de cotización en el trabajo. Y, al mismo tiempo, beneficios fiscales para los más ricos. Estamos en una competición entre Estados por conseguir el mayor número de inversores posibles, y esta política sólo puede llevar a la bajada de salarios, del poder adquisitivo y del gasto público.

El 20 de abril se ha anunciado una gran manifestación de los chalecos amarillos llamada Ultimátum 2. ¿Qué espera que pase?

Sólo espero que no pase lo mismo que el 16 de marzo, cuando el Gobierno sabía perfectamente que habría black blocs y les dejaron romper cosas. Hay una voluntad política de dejarles que hagan destrozos para poder escenificar la violencia y acusar al movimiento de violento, y así dar crédito a la opinión pública. Esta vez han tenido tiempo para prepararse y espero que interroguen a los que efectivamente hagan destrozos. Estoy seguro de que se movilizarán muchísimas personas. Espero que el Gobierno se haga cargo de sus responsabilidades, porque la última vez, la gran mayoría de los interrogados y los condenados no tenían antecedentes penales, eran gente con trabajo, gente normal que no es violenta. Y, en cambio, a los violentos, a los reincidentes que están en todas las manifestaciones, nunca los interrogan.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es