Euroanemia

Euroanemia

A estas alturas de gestión de la crisis, las evidencias de fracaso de las políticas basadas en la austeridad a ultranza son más que suficientes. Y el caso español es quizás más relevante que el de las otras economías del sur

Es oficial: la recuperación económica de la eurozona se retrasa. La mejora del panorama financiero, desde las amenazas del verano pasado, apenas ha influido en los indicadores reales. Ello ha llevado a la Comisión Europea a reconocer un retorno al crecimiento mucho más gradual que el anticipado hace unos meses. El conjunto de la Unión Europea crecerá un 0,1% en 2013 según las últimas previsiones. Dentro de ella, la eurozona contraerá su ritmo de crecimiento un 0,3% y alcanzará una tasa de desempleo del 12,2%. La inflación, por su parte, seguirá descendiendo hasta estabilizarse en el 1,5%. Las finanzas públicas del área monetaria continuarán saneándose gradualmente, con un déficit público proyectado para el área monetaria que caerá al 2,8% del PIB.

En la economía española las cosas no pintan mejor. Se han debilitado dos tractores (crisis bancaria y crisis de la deuda pública) de los tres que conforman aquel bucle diabólico que dibujábamos en estas mismas páginas el 7 de junio, pero persiste con similar intensidad el correspondiente al debilitamiento del crecimiento económico. Tras la recapitalización derivada del rescate bancario, se han descartado los peores desenlaces de la crisis en ese sector, y las tensiones en los mercados de deuda soberana se han suavizado considerablemente, una vez el BCE mostró su disposición a apoyar a los tesoros mas vulnerables, si estos llegan a solicitarlo. Ello no significa que los bancos reanuden de forma inmediata la inversión crediticia, ni que los tipos de interés de la deuda pública española sigan cayendo sobre los niveles todavía elevados. Ni mucho menos. La vulnerabilidad sigue presente, pero la probabilidad asignada a las peores consecuencias de ambas amenazas es mucho menor.

Es el tercer vértice de aquél triangulo, la ausencia de crecimiento económico, el que mantiene una influencia no menos adversa que en el verano. La recesión no será en 2013 menos intensa que la registrada el año pasado, con elevaciones adicionales en la tasa de desempleo, hasta rozar, según la Comisión Europea, el 27%. El déficit público, por su parte, no ha mejorado de forma significativa y las decisiones del gobierno tendentes a reducirlo seguirán limitando las posibilidades de recuperación del crecimiento económico y del empleo. La Comisión prevé un deterioro adicional de este desequilibrio en 2014, una vez desaparezcan los efectos de los incrementos impositivos, en principio adoptados temporalmente. Como consecuencia de todo ello, la deuda pública superará en tamaño al PIB en ese año.

La continuidad del desapalancamiento, el ascenso del paro y la ausencia de incrementos en la renta bruta disponible justifican que el consumo de las familias siga descendiendo en el año en curso. En consecuencia, también lo harán los ingresos tributarios, añadiendo dificultades a la reducción del déficit publico. Tampoco la inversión empresarial contará con mayores incentivos en el crecimiento significativo de las exportaciones. En realidad, la debilidad del conjunto de la eurozona y la apreciación del tipo de cambio del euro no favorecen registros de las ventas al exterior como los muy favorables de 2010 y 2011. Con todo, dada la caída de las importaciones, la contribución de la demanda exterior neta al crecimiento seguirá siendo muy significativa, aunque insuficiente para abandonar la zona negativa.

A estas alturas de gestión de la crisis, las evidencias de fracaso de las políticas basadas en la austeridad a ultranza son más que suficientes. Y el caso español es quizás más relevante que el de las otras economías del sur, dada la desigual composición de la deuda: España mantenía al inicio de la crisis una deuda pública muy reducida, que se ha visto agrandada por el desplome de la actividad de familias y empresas, que sí mantenían uno de los stocks mas elevados de deuda del conjunto de las economías avanzadas, así como por las ayudas públicas al sistema bancario. La austeridad en solitario no ha hecho sino dificultar el crecimiento económico y con él, la generación de ingresos públicos suficientes con los que reducir el déficit y, en definitiva, la deuda pública. Que la UE siga ignorando esas evidencias equivale a que la debilidad que estas previsiones transmiten se prolongue aun más, y pueda llegar a transformarse en una suerte de anemia de consecuencias irreversibles.