Un pleonasmo no es más que una redundancia bien vestida

Un pleonasmo no es más que una redundancia bien vestida

Somos muchos los que decimos con toda naturalidad expresiones como 'sube arriba' o 'sal afuera', pero raramente las veremos escritas en un texto. Sin embargo, estas construcciones no se consideran incorrectas, pues, como señala José Martínez de Sousa.

¿Sabrías decir cuál es la diferencia entre un pleonasmo y una redundancia? ¿Son lo mismo? ¿No lo son? Puede que todo dependa de un punto de vista.

La redundancia nunca ha salido muy bien parada en las gramáticas y los manuales de estilo por considerarse propia de registros coloquiales y orales.

En cierto modo sí. Somos muchos los que decimos con toda naturalidad expresiones como sube arriba o sal afuera, pero raramente las veremos escritas en un texto. Sin embargo, estas construcciones no se consideran incorrectas, pues, como señala José Martínez de Sousa, en ejemplos como estos «la redundancia, más o menos transparente, es necesaria para que el lenguaje no pierda fuerza y vigor».

Pero no siempre es así. En muchas ocasiones, la redundancia se produce por un proceso semántico de pérdida de significado de una de las palabras que hace que el hablante necesite el apoyo de otra. En este grupo podríamos incluir algunas como crespón negro (un crespón es la tela negra que se usa en señal de luto), aterido de frío (aterir es 'pasmar de frío'), veredicto final (un veredicto es en sí mismo un dictamen final) o nexo de unión (nexo es equivalente a 'unión', 'lazo', 'nudo').

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Ilustración: @MoxParadox.

Sousa advierte que estas últimas «sí deben evitarse, puesto que contienen meras repeticiones sin que estas añadan nada a lo dicho o escrito».

Colofón final es otro ejemplo de este tipo de redundancias y al que esta semana hemos dedicado una de las recomendaciones de la Fundación del Español Urgente. En ella indicábamos que la expresión colofón final es redundante, pues en la definición de colofón ('remate, final de un proceso') ya queda incluida de manera explícita la condición de final.

Sin embargo, ante este tipo de recomendaciones siempre surge la misma duda: ¿hasta qué punto puede desaconsejarse? ¿No está dotando de énfasis y expresividad a la construcción?

Si acudimos al Diccionario académico, veremos una clara diferencia entre las definiciones de redundancia y pleonasmo. Mientras que la primera es la 'repetición o uso excesivo de una palabra o concepto', la segunda introduce algo que cambia radicalmente: 'figura de construcción, que consiste en emplear en la oración uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho'.

En síntesis, la redundancia aparece como un error, en muchos casos fruto del desconocimiento. El pleonasmo, por su parte, adquiere la categoría de figura retórica, caracterizada por la intencionalidad del hablante.

Dos puntos de vista para una misma cosa. Y, como en tantas ocasiones sucede con el idioma, todo depende del hablante. Quizá, como me comentaba Yolanda Gándara en Twitter, «la redundancia está muy perseguida, habría que concederle la presunción de inocencia».

Otras recomendaciones lingüísticas de la semana, en breve:

En fútbol, el término clásico, definido en el Libro de Estilo de Marca como 'encuentro disputado entre dos equipos de un mismo país, ambos muy laureados y relacionados por una rivalidad que persiste en el tiempo', se escribe con minúscula y sin comillas.

El verbo agendar, que se emplea con el sentido de fijar reuniones, encuentros o tareas, es un verbo bien formado en español que ya recogen algunos diccionarios, como el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, por lo que su uso puede considerarse adecuado.

La forma doctrina Parot, escrita solo con la p en mayúscula y sin entrecomillar, es la adecuada para referirse a la jurisprudencia sobre el cumplimiento de penas establecida por el Tribunal Supremo de España en el caso del terrorista Henri Parot.

La expresión prevenir de algo, con la preposición de, significa 'avisar o advertir de que algo puede ocurrir' y por ello no es apropiado su uso en lugar de prevenir algo, sin la preposición, que significa 'tratar de evitar o impedir un daño'.