Preferentes, ¿por qué nadie habla de los directivos de la banca?

Preferentes, ¿por qué nadie habla de los directivos de la banca?

Muchos parecen haber olvidado que el principal origen de el descalabro financiero por las participaciones preferentes fue la tradicional confianza que los españoles depositan, o depositaban, en los directores de sus oficinas bancarias.

El drama de la comercialización de participaciones preferentes está generando ríos de tinta. Sobran argumentos a favor y en contra. Por un lado, los que defienden a capa y espada que los afectados deben ser recompensados con el 100% de su inversión por el engaño que sufrieron. Por otro, aquellos que apuntan que no en todas las ocasiones hubo tal candidez por parte de los ahorradores. Estos últimos se resisten a pagar con sus impuestos el punto de avaricia de quienes quisieron obtener una rentabilidad a todas luces fuera del mercado reinante.

Independientemente de quién tenga la razón, estamos ante una realidad incuestionable: Bruselas ha tenido que salir al rescate de algunos de los bancos que más preferentes emitieron y son los contribuyentes españoles quienes, quieran o no, tendrán que hacer frente con sus impuestos a los estragos causados.

Lo más curioso en todo este intercambio de argumentos es que muchos parecen haber olvidado que el principal origen de este descalabro financiero fue la tradicional confianza que los españoles depositan, o depositaban, en los directores de sus oficinas bancarias. Lo que decían estos señores o señoras siempre "iba a misa", en contra, muchas veces, de los consejos de los familiares más allegados. La fidelidad a las entidades financieras era una de las más cultivadas en España, sobre todo en las zonas rurales. Mucha gente ha mantenido las cuentas en el mismo banco o caja de ahorros en la que sus padres se las abrieron el día que nacieron.

Si el director decía que esta o aquella imposición era un buen negocio, no había motivos para dudar de su consejo. Pero sigilosamente aquella política cambió. Al director de la oficina comenzaron a llegarle otras órdenes de las altas instancias de su banco. Los clientes y sus necesidades habían dejado de ser los importantes, ahora si quería seguir cobrando su bonus de productividad, sus objetivos deberían estar enfocados al producto.

En la práctica esto pervirtió por completo la relación de confianza. Ya no se trataba de aconsejar a Felipe, Juana o al Antonio de turno lo que mejor le venía para sus ahorros, sino de conseguir el reto impuesto por los jefazos de colocar, x participaciones preferentes al mes. Y así se pervirtió todo.

Los directores de las oficinas se aprovecharon de la relación de confianza que existía en el viejo modelo de relaciones bancarias, para aplicar las prácticas del nuevo modelo. Los clientes, que desconocían el cambio de política, fueron de cabeza cuando les pusieron sobre la mesa unas preferentes disfrazadas de depósitos con suculentos intereses. El resultado lo vemos cada día en los medios de comunicación: preferentes colocadas a enfermos de Alzheimer, autorizaciones firmadas con huellas dactilares...

El problema es que aquí todos (accionistas, ahorradores, preferentistas) han confiado en los directivos que son los que no han perdido nada, más bien al contrario... y ¡nadie va a la cárcel! Es más, ni si quiera se pide que vayan. Las asociaciones de defensa de los afectados se están centrando en reclamar el dinero a unos bancos que están nacionalizados y que, por tanto, en caso que tuvieran que devolver todo el dinero estaríamos hablando de unas indemnizaciones que serían cargadas al presupuesto público y que acabaríamos pagando todos los contribuyentes.

Mientras, aquellos que más contribuyeron a este desastre, aquellos que sólo buscaban engordar sus bonus están, en algunos casos pasando inadvertidos, en otros disfrutando de suculentas indemnizaciones por retiro.

¿Será capaz la sociedad y los afectados de exigir la responsabilidad a quienes de verdad la tienen? ¿Podremos ver desfilar por el banquillo a directivos de bancos y cajas intervenidos, dando cuenta de qué les llevo a diseñar y distribuir productos tan nocivos? ¿Harán estos corresponsables a los supervisores por la parte que les pueda tocar?...