“Prohibido decir marea negra” o cómo la TVG mintió a los gallegos en la catástrofe del 'Prestige'

“Prohibido decir marea negra” o cómo la TVG mintió a los gallegos en la catástrofe del 'Prestige'

No dejéis de leer el final de este post, por cierto, que es bastante revelador. Y triste. (Capítulo 1).

Una piedra envuelta en chapapote en el concello coruñés de Carnota 20 años después del 'Prestige'EFE/ Cabalar

Apenas dos años después del accidente del Prestige me puse a escribir mi segundo libro Mentiras en directo, la historia secreta de los telediarios. Mientras veía el domingo la primera parte del Salvados sobre esta tragedia ecológica, que condujo Gonzo primorosamente, recordé aquellos tiempos en los que me senté a charlar con periodistas gallegos. Todos ellos me ayudaron a componer y publicar después un relato desolador sobre lo que hicieron y no hicieron las televisiones públicas TVG y TVE, ambas gobernadas por un poderosísimo PP que, ahora lo sabemos, quiso tapar el fuel y vendernos playas esplendorosas. No dejéis de leer el final de este post, por cierto, que es bastante revelador. Y triste.

En Salvados oí a Luis Tosar, que durante aquellos meses tomó partido y se quejó y abanderó la protesta contra la desinformación, asegurar que “tenía la certeza de que se estaba manipulando a la población”, algo que se intentó con denuedo al principio, pero que no pudo lograrse al final. El resto de los gallegos tardó un poco más que Tosar en tener las certezas, pero las tuvo. Aquí os traigo el relato obsceno (lo he dividido en dos partes para hacerlo más llevadero) de cómo la TVG, y también TVE, ensuciaron más aún el panorama mintiendo, ocultando, tergiversando a manos llenas durante aquellos días.

Las órdenes por el pinganillo

Quedamos a cenar en Santiago de Compostela. Un amigo periodista de TVG, muy crítico con la cadena, había conseguido que varios colegas con cargos diversos en la TVG acudieran a la cita. Junto a ellos, algunos periodistas de base, cámaras, realizadores, algunos presentadores. De todos ellos, los cargos llegaron un poco tensos.

Una de las presentadoras de aquel momento, y uno de los editores, recordaban bien las órdenes exactas que se recibieron aquellos días: “A través del pinganillo me repetían, a mi y a todos, que no debía decir marea negra ni catástrofe ecológica. A veces conseguía colar alguna de esas frases o cualquier otra y llegaba a casa pensando en la proeza: ¡hoy he dicho dos veces marea negra!, le contaba a mi marido, eufórica”, me contó.

“La gran consigna del principio fue: ni se cuenta ni se ve nada. Cuando la realidad desbordó la ficción en la que se había convertido el informativo tuvimos que bajar un poco el tono. Y fue La Voz de Galicia la que dio la alerta: sacó en portada una foto de las playas, como de paisaje lunar, una imagen que nosotros habíamos evitado conscientemente. Era imposible pararlo”, decía uno de los editores.

La conversación fue subiendo de tono, algunos de los periodistas más críticos echaron en cara a otros jefes su poca resistencia. Uno de ellos recordó cómo uno de los subdirectores había citado a los editores al despacho:

—¿Habéis visto la foto de La Voz? ¿Se han vuelto locos?, comentó.

—Estaban perdiendo lectores, y tenían muchas quejas, parece ser, le respondió uno de los jefes.

—Nosotros también, ¿eh? La centralita se colapsa por las llamadas criticándonos.

La Voz de Galicia no había sido demasiado crítica al principio, pero aquella foto era otra cosa, contaba otra cosa. Recordemos que eran tiempos sin Twitter, (nació cuatro años después) sin ningún periodismo digital… Tiempos analógicos, con prensa impresa, televisiones convencionales. Nada de podcast, nada de redes. Ya sé que resulta difícil imaginarlo, pero era así: la imagen solo existía en la tele o en las portadas, y en aquellos días no había nada más elocuente que las imágenes. No había por tanto tanta transparencia como hay ahora, se sabían menos cosas de cómo se llevaban a cabo los procesos de manipulación, así que aquellos encuentros con los compañeros gallegos eran casi como periodismo de investigación. O al menos así los viví yo.

“Comenzó un miedo feroz a los directos. ‘No podemos exponernos, busca un lugar apartado’, nos decían los jefes. InsuItaban a los cámaras, a los redactores (nos había pasado en menor medida con las vacas locas)”, contaban. ‘Televisión, manipulación’ era un clamor. Comenzaron a elegir con lupa los reporteros que enviaban a cubrir la noticia. Gente fiable, decían .-Prohibido decir ‘marea negra’- le advirtieron al equipo de tarde- Si el consejero ha dicho que no hay marea negra nosotros no podemos decir lo contrario. Propusieron un sinónimo: vertido.

Los periodistas recibían consignas: diremos manchas o galletas de fuel en lugar de marea negra pero los gallegos veían las playas. No había Twitter, ni redes, ni mundo digital, repito, pero había playas negras y percebeiras airadas, y mariscadores derrotados. Y noticias internacionales, de Portugal, de Francia, que llegaban por bocas de otros…

“Yo editaba uno de los informativos, era un mero capataz. Ni pinchaba ni cortaba, ni desde luego decidía nada. Era fijo de la casa desde el principio y sé que podría haber dicho que no”, me contó uno de los responsables de informativos. “He decidido colaborar contigo porque me lo ha pedido alguien a quien admiro mucho pero no quiero que des mi nombre. Igual es cobardía, sí, igual lo hago solo para lavar un poco mi conciencia, no lo sé. Tengo una edad, no quiero volver a la base. Puede parecer mezquino, y quizá lo sea”.

Las cosas en la cadena se pusieron más feas con el paso de los días, me dijo. Los editores ya ni acudían a las reuniones de contenidos. El equipo de dirección era cada vez más reducido, y a los profesionales más críticos, que aún no habían sido arrinconados ya, se los eclipsó definitivamente. Conozco esta historia: Canal 9 la llevó a máximos durante los tiempos del gobierno de Zaplana. “Nos movemos mucho, eso sí. Mis jefes presumen de tener el mayor número de horas informativas de toda España.

Cualquier excusa es buena para desplazarnos y hacer el informativo o en directo desde una feria, un evento singular, una inauguración, desde cualquier lugar menos desde las playas arrasadas tras el Prestige”, se lamentó aquella tarde. Los gallegos veían su tele autonómica, sus informativos y luego se iban a las playas con petróleo, o escuchaban a los que sabían, a los que estaban ahí, a pie de chapapote y notaban claramente que algo no cuadraba. Así que poco a poco sacaron eso que parecía que tenían dormido y salieron a la calle, se manifestaron, y comenzaron a protestar ante los profesionales de la cadena pública que acudían a cubrir las noticias relacionadas con la catástrofe. De ahí que cada vez se hicieran menos directos. Veremos en el capítulo de mañana cómo Urdaci tuvo que buscarse la vida para evitar los gritos contra la tele y contra él mismo.

Porque esta vez no era un incendio, ni las vacas locas. Esta vez la verdad estaba en la playa, en el mar y era negra y se veía desde cualquier lado. Esta vez bastaba con asomarse a la ventana para ver que llovía, mientras la tele anunciaba un sol radiante.

Muy cansado y muy molesto, el colegio de periodistas de Galicia denuncio el apagón informativo, pidió la dimisión del director general de la TVG, Francisco Campos, y de todo el equipo directivo y solicitó el amparo del defensor del pueblo.

Trabajadores del centro territorial de TVE se unieron a la queja.

Algunos tuvieron que salir en defensa de compañeros ante la irritada respuesta de marineros y mariscadores que pedían a gritos la verdad, que impedían el acceso a periodistas de las cadenas públicas.

—No me eche a mí la culpa, lo que tiene que hacer usted es la próxima vez que vaya a votar, es votar en consecuencia, le dijo el cámara de TVG a uno de los vecinos amotinados. Su interlocutor, visiblemente contrariado, le respondió:

—No me mezcle la política con esto.

La anécdota está tan viva que da miedo.

Mañana seguimos con más: por ejemplo cómo los gallegos descubrieron que su presidente Manuel Fraga tenía problemas para caminar y como aquello también fue esclarecedor.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Periodista, ha trabajado para diarios como Levante y televisiones como Canal 9 y TVE. Es colaboradora de radios como Cadena Ser o RNE. Cubells ha publicado varios libros sobre el mundo de la televisión y también, en colaboración con Marce Rodríguez, el libro Mis padres no lo saben.