Protección humanitaria de mujeres venezolanas en Colombia

Protección humanitaria de mujeres venezolanas en Colombia

La razón por la que salen de su país se resume en una palabra: hambre.

Una migrante venezolana, junto a sus hijos. Carlos Garcia Rawlins / Reuters

Ayerli tiene 17 años y es de Táchira, Venezuela. Conversé con ella en un albergue, cerca de Cúcuta, una ciudad colombiana fronteriza con Venezuela a través del puente Simón Bolívar. Quiere llegar a Lima, a 3.500 km de Cúcuta, donde tiene familia. Viaja con su hermana y con su bebé de meses. Los tres están severamente desnutridos. La razón por la que salen de su país se resume en una palabra: hambre. 

En la carretera de la frontera al albergue encontramos muchos grupos familiares caminando por la calzada. Niñas y niños, mujeres, hombres y maletas. A veces hay maletas tiradas, no se puede más. La intención siempre es seguir caminando, así sea con chanclas y ampollas. Solo para llegar a la ciudad de Bucaramanga, punto de salida de las rutas por Colombia y hacia otros países, hay que recorrer 150 km de subida y bajada pronunciadas, y pasar por un páramo a 3.200 metros sobre el nivel del mar y temperaturas bajo cero. El camino es duro para cualquiera y terrible para mujeres embarazadas o con niños pequeños. Los abusos de todo tipo, en transporte, comida y chantaje sexual, son frecuentes. 

Oxfam, junto con la organización colombiana Fundación Mujer y Futuro, y con el apoyo de la agencia humanitaria europea ECHO, hemos organizado una “ruta de protección” como la mejor respuesta humanitaria que podemos y debemos ofrecer a las mujeres venezolanas. 

El primer punto de la ruta es el Albergue Fundar a pie de calzada a 10 km de Cúcuta, montado por Julián, un hombre colombiano bueno, que también ofrece comida además de una colchoneta para pasar la noche. Allí espera el equipo técnico de la “ruta”, formado por psicólogas y trabajadoras sociales que acogen a las familias agotadas por el camino. Su labor principal es entrevistar a todas las mujeres e identificar los casos de mayor vulnerabilidad. También informan a todos sobre distancias, precio de transporte, riesgos, lugares para descansar y puntos de asistencia legal. Con especial énfasis en las mujeres que sufren violencias adicionales en el camino, incluyendo el riesgo de trata para las más jóvenes. Si aparece algún caso severo se reporta a las autoridades. Oxfam también se ha ocupado del agua, baños y saneamiento en el albergue. 10.600 personas pasaron por Fundar en las últimas dos semanas. 

Las caras se van esponjando, las sonrisas aparecen y la palabra fluye. Historias tremendas que se enfrentan a la esperanza de una vida mejor.

Cada día el equipo selecciona a las 65-70 personas, normalmente mujeres y niños en situación de mayor riesgo, aunque también hombres en caso de unidades familiares. A primera hora de la mañana “enrutan” a ese grupo en dos autobuses que les conducen hasta Bucaramanga. Allí llegan a un segundo y discreto albergue donde comen, se duchan, son atendidos por una enfermera y reciben el apoyo principal de la ruta: billetes de autobús para el punto de Colombia al que se dirijan -incluida la frontera con Ecuador-, una mochila con alimentos y productos de higiene femenina e infantil, anticonceptivos -escasos en Venezuela desde hace años- y una pequeña cantidad para que puedan comer en el camino. Tan importante como esto es el inmenso cariño y atención que les dispensa el equipo técnico de la Fundación y Oxfam, así como las voluntarias que atienden el albergue. Las caras se van esponjando, las sonrisas aparecen y la palabra fluye. Historias tremendas que se enfrentan a la esperanza de una vida mejor.

La ruta de protección se complementa con las entregas, pero lo más importante es dar a las mujeres y sus familias, una información veraz y completa sobre su situación legal y documentación, consejos sanitarios básicos, identificación de riesgos y abusos, tanto en el camino como en el lugar de destino y los servicios a los que tienen derecho en territorio colombiano.

Una ruta segura, a salvo de abusadores, del frío y las llagas, que abre el camino a una nueva vida.

La ayuda humanitaria se asocia normalmente con el rescate en el mar, la entrega de alimentos, la salud en situaciones críticas o la provisión de agua. Y sí, esto es mucho de lo que hacemos las organizaciones humanitarias en los lugares más extremos del sufrimiento humano. La protección también es esencial. Muchas personas, sobre todo mujeres, indican la inseguridad como el principal riesgo percibido y su primera necesidad a cubrir. Tenemos la obligación de realizar una acción humanitaria segura, protagonizada por organizaciones locales siempre que sea posible, que defienda los derechos de las mujeres y cuente con ellas.

Las jóvenes profesionales de la Fundación y de Oxfam realizan una labor heroica. Se pasan las semanas acogiendo, escuchando testimonios duros y seleccionando con delicadeza e inteligencia la mayor vulnerabilidad entre tanta vulnerabilidad. Necesitan cuidado y reconocimiento hoy, Día Internacional de la Ayuda Humanitaria, y siempre.

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