¿Y si todo el mundo miente?

¿Y si todo el mundo miente?

El recuerdo de lo que pasó en Andalucía sigue vivo.

Pedro SánchezREUTERS

Todo es blanco o todo es negro. O creemos o no creemos. Este es un país sin matices, de brocha gorda y de escasas transacciones. En política y fuera de ella. Así transcurre la campaña y en esos términos discurre también  la lectura de las encuestas: el PSOE gana, el PP se descalabra, Cs se gripa, Vox se dispara y Podemos sigue débil. ¿Recuerdan cuando no eran fiables? ¿Cuando todas fallaban? No hace tanto. La cocina, las herramientas, las estimaciones, el sesgo…

Razones no faltaban para desconfiar de ellas. El triunfo de Trump en EEUU, el referéndum del Reino Unido sobre el Brexit, los acuerdos de paz en Colombia, las elecciones andaluzas… Todas erraron en la medición o en el procedimiento. Sólo una, la de GAD-3, se acercó al sorprendente resultado de la ultra derecha en Andalucía. El resto no dieron ni una, y todas se apresuraron a justificar su yerro: que la sociedad es compleja, que si los cambios de tendencia cada vez son más rápidos, que si el recuerdo de voto, que si el sufragio oculto, que si la “espiral del silencio” que hace que cada vez más los electores no expresen sus preferencias en público.

Ya sea por miedo o por vergüenza, pero todo el mundo miente en las encuestas. Y ya hay algunos expertos que coinciden en la necesidad de extremar la cautela, y no dar por buenos los datos que en esta campaña arrojan los sondeos ni la tendencia general de caso todas ellas a vaticinar una victoria holgada del PSOE y una remota suma de las derechas.

Ya sea por miedo o por vergüenza, pero todo el mundo miente en las encuestas

Seth Stephens-Davidowitz, un joven experto en big data, sostiene en Todo el mundo miente que el único sitio donde la gente no oculta su propia realidad es en internet, y concretamente en Google, donde se puede encontrar una especie de subconsciente colectivo a partir de nuestras búsquedas. Ahí es donde la sinceridad es a prueba de bomba porque es donde dejamos una ingente cantidad de información sobre lo que somos, lo que queremos o lo que pensamos. Todas nuestras preferencias culturales, deportivas, estéticas o políticas quedan registradas hasta completar una radiografía de la realidad que vivimos.

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La apatía de una sociedad saturada de crisis institucionales y políticas en los últimos años, unida a las vacaciones de Semana Santa ha llevado a algunos sociólogos en los últimos días a dudar tanto de la tendencia publicada por la demoscopia como del entusiasmo contenido de un PSOE que dar por segura una victoria holgada el próximo 28-A que le permita, aunque en minoría, gobernar en solitario.

No está escrito que la participación en las elecciones vaya a superar el 70 por cierto, y la falta de entusiasmo por acudir a las urnas afecta siempre más a la izquierda que a la derecha. Esto unido a que el miedo -el recurso más utilizado por la derecha en esta campaña- lleva normalmente a comportamientos más conservadores que progresistas es lo que hace temer, en algunos sectores progresistas, que la campaña en clave de ganador diseñada para Sánchez acabe por desmovilizar a la izquierda.

En el PSOE hay muchas dudas de que en realidad haya un 40% de indecisos

El recuerdo de lo que ocurrió en Andalucía sigue vivo, y en el PSOE hay muchas dudas de que en realidad haya un 40 por ciento de indecisos, como dicen las encuestas. Más bien se trataría de un voto no confesado que iría a la derecha, y probablemente a un PP que estaría más alto de lo que se pronostica. “El voto conservador es conservador hasta para cambiarse de partido”, sostienen los expertos. Un dato a no descuidar en este sentido es que VOX, que arrancó muy fuerte las primeras semanas, parece hoy estancado. Y otro, que Cs sigue cuesta abajo y que sus resultados en Andalucía resultaron estar muy por debajo de la estimación directa que le dieron todas las encuestas.

Lo que sería de todo punto inalcanzable es que el PP ganara al PSOE, pero si los que van detrás en tercera, cuarta y quinta posición arañan votos en las provincias donde se juegan menos diputados, el PSOE corre el riesgo de perder una docena de escaños. Y entonces de nada habría servido que el marco demoscópico y también el mediático se haya instalado desde el primer día de esta campaña en favor de Sánchez. Ya queda menos para saberlo.