Puntos de encuentro

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Siempre se habla de la juventud, pero no se dialoga con la juventud.

People walking at the town square on a sunny dayAlexander Spatari via Getty Images

Hoy, 12 de agosto, es el día Internacional de la Juventud. Las Naciones Unidas decidieron reivindicar un día para la juventud con el objetivo de que los gobiernos de todo el mundo adopten políticas integrales para abordar nuestras necesidades.

Pasados veinte años, la palabra juventud se utiliza como un producto vacío. Se analizan nuestros problemas, se señalan nuestros errores, pero como algo lejano y ajeno. Siempre se habla de la juventud, pero no se dialoga con la juventud.

La realidad es que la pandemia ha pausado  la vida de millones de jóvenes, que ya sufrían la asfixia de una crisis económica y social. Este parón nos ha llevado a reconsiderar nuestras prioridades, nuestros proyectos de vida y nuestros objetivos. Hemos pasado de imaginar un futuro inclusivo y con oportunidades a un presente de incertidumbres. No se sabe cómo será el curso que viene, si al acabar habrá empleo o como afectará esta situación a nuestro entorno familiar.

Este momento de inseguridad sumado a la brecha generacional se evidencia mediante la pregunta que siempre nos hacen en nuestra juventud “¿qué queremos ser de mayores?”. Cuando tomamos la decisión acabamos pensando en qué podemos hacer. El cambio del verbo querer al verbo poder es una falta clara de oportunidades y libertades que se le están negando a una generación entera acuciada por la creciente desigualdad.

La batalla cultural que libra nuestra generación es también una enmienda de cambio del siglo XX.

A pesar de todo, no veo a mi generación acusar a nadie de la herencia medioambiental que hemos recibido y sus consecuencias. Tampoco del modelo de país, que hace que miles de jóvenes tengan que exiliarse, ni de la falta de oportunidades, ni de la desigualdad estructural o las guerras. Queremos cambiar el funcionamiento del mundo y ser parte del dialogo de ese cambio. Que no nos dividan, acabemos con la sociedad de los puntos de mira y abramos puntos de encuentro.

A veces me abruma la pregunta: “¿Tenemos algo pensado para ellos?”. Vivimos una sociedad de horizontes inciertos y toda propuesta de futuro se basa en volver, reconstruir, rememorar, recordar, pero… ¿y si nuestra generación busca algo nuevo? Es la idea de que las cosas no tienen que ser como han sido siempre, sino que la voluntad humana puede mejorarlas. La batalla cultural que libra nuestra generación es también una enmienda de cambio del siglo XX. Entendemos las dificultades del pasado siglo, pero no solo se nos debe permitir innovar, sino que es una exigencia del progreso humano. He aquí el poder de la juventud.

No se trata de hacer una guerra generacional, esto consiste en hablar entre un mundo que está viendo su fin y algo nuevo que queremos que surja.

Para ello, la política no deber ser un objeto de consumo, sino de participación donde la juventud debe ejercer el poder político generacionalmente, no competir entre ella, sino cooperar, sin describir la realidad de nuestros problemas desde la fragmentación y el individualismo. Hay causas comunes a las consecuencias que sufrimos, pero fuera de la colectividad y el compromiso social no hay victoria. Mi esperanza está puesta en una generación con capacidad de construir soluciones, de cambiar el modelo de vida.

No se trata de hacer una guerra generacional, esto consiste en hablar entre un mundo que está viendo su fin y algo nuevo que queremos que surja. Es el momento de la política, siempre lo es. Nuestra democracia e instituciones tienen la necesidad de un encuentro generacional entre  unas generaciones que deben ceder y  otras que deben conquistar. Empecemos y escuchemos, creando puntos de encuentro.