Qué está pasando en el Canal de la Mancha y por qué enfrenta seriamente a Francia y Reino Unido

Qué está pasando en el Canal de la Mancha y por qué enfrenta seriamente a Francia y Reino Unido

El intento de personas de cruzar a las islas británicas no es nuevo, pero el escenario sí: conflictos que se recrudecen, números que suben, un Brexit y tiranteces previas.

Un grupo de policías franceses vigilan el campamento de migrantes de Grande-Synthe, en el norte de Francia, el pasado 16 de noviembre. Louis Witter via AP

Hace cinco años, el campamento de migrantes de Calais (Francia) fue desmantelado sin misericordia. Los miles de desplazados que habían llegado hasta la zona, ansiosos por cruzar el Canal de la Mancha y buscarse la vida en Reino Unido, se dispersaron sin que se supiera bien dónde ni en qué condiciones siguieron sus vidas.

Ahora el drama revive: una llegada inusitada de migrantes a la zona, de nuevo, ha llevado a levantar campamentos como los de entonces y a intentar emprender la travesía por mar hasta con lanchas de juguete, bloqueado como está el paso terrestre. Y, así, han llegado las muertes: 27 conocidas de golpe, en una única barca, la semana pasada, cuando se sabía de unas 300 en 22 años. Hombres, mujeres (hasta embarazadas) y niños ahogados en el mar.

Tan grave ha sido este naufragio que ha encadenado comparecencias de los mandatarios de los dos países, Emmanuel Macron y Boris Johnson, reuniones al más alto nivel, planes de acción... De fondo, unas relaciones bilaterales tensas, problemas de confianza entre Londres y París que complican cualquier apuesta. Y los desplazados, siempre, en mitad del fuego cruzado.

Por qué ahora

El reguero de migrantes en la costa occidental francesa no ha cesado desde que se acabó con los campamentos de Calais. “La jungla”, la llamaban sus moradores. Así de dura era. Sin embargo, no llegaban tantos como ahora, porque se incrementaron los controles desde la Europa del Este a cargo de gobiernos de derecha y ultraderecha, se firmó el acuerdo con Turquía para que hiciera de tapón de la Unión y se estancaron algunos viejos conflictos.

Ahora, los números son de récord: se calcula que más de 25.700 personas han realizado el viaje entre la costa francesa y la costa británica este año, muchos de ellos en pequeños barcos, lanchas neumáticas o de juguete, lo que ha llevado incluso a Decathlon a retirar sus kayaks para que no los usen los migrantes. La cifra es tres veces superior a la de 2020.

Antes de este naufragio, el balance de víctimas desde principios de 2021 era de tres muertos y cuatro desaparecidos. En 2020, seis personas murieron y tres fueron dadas por desaparecidas. En 2019 se registraron cuatro muertes. Las ONG hablan de un “cementerio al aire libre”. Hasta el 20 de noviembre, 31.500 migrantes emprendieron la travesía desde principios de año y 7.800 fueron rescatados.

Tras la crisis que supuso Calais, con un enorme desgaste de opinión pública, se movieron algunas cosas para intentar que la situación no se repitiera. Por ejemplo, se incrementó notablemente la vigilancia en el paso bajo tierra del Canal de la Mancha, lo que hoy hace prácticamente imposible que nadie se cuele en un camión, como pasaba entonces. Con los puertos de la zona ha pasado lo mismo, se ha incrementado la vigilancia y es mucho más complicado escapar, algo que ha llevado a las mafias también a tomar trechos más largos, complicados y expuestos para los migrantes.

El pasado julio, Reino Unido firmó un acuerdo en julio para entregar a Francia 62,7 millones de euros para el ejercicio 2021-2022 justamente para asegurar las fronteras, pero el número de personas que intentan llegar al país sigue creciendo, porque crece igualmente la desesperación. Si no es por tierra, será por mar y con los medios que hay a mano.

Tony Smith, exdirector general de la Fuerza Fronteriza británica, dice a la BBC que el coronavirus también ha jugado un papel sensible en esta crisis, porque han pasado menos camiones, con lo que se reducían las posibilidades de dar el salto, de colarse en la carga, de agarrarse a los bajos o de pactar con el conductor el porte. Algo que se ve a diario en España, en el Estrecho de Gibraltar.

“Los traficantes de personas han cambiado sus tácticas y ahora han adoptado este fenómeno relativamente nuevo de poner a las personas en pequeñas embarcaciones y traerlas de esa manera”, sostiene Smith.

A ello se suma una razón de peso: la geopolítica. Hay conflictos que se han recrudecido, que han revivido, o situaciones de crisis que se han cronificado hasta el punto de llevar a los ciudadanos a escapar. Las personas que tratan de cruzar proceden en su mayoría de Afganistán (donde los talibanes han vuelto al poder), de Irán (donde la situación económica se ha hundido por las sanciones internacionales), de Siria (donde la guerra civil no cesa, tras más de diez años) o Sudán (donde tras la paz de 2019, se han recrudecido algunos combates).

Justo antes del naufragio de la semana pasada, durante octubre, hubo en la zona un inesperado buen tiempo, con claros y temperaturas aún suaves, que animaron a los migrantes a emprender la aventura en un mar más calmado. Era el momento, antes del invierno. Pero cruzar los cerca de 84 kilómetros que hay entre Calais y Dover, por ejemplo, puede ser un proceso traicionero a poco que haya mala mar, fallen las barcas inestables o se carguen demasiado las embarcaciones. Son muchos los 14 kilómetros de Andalucía a Marruecos o los 127 de Marruecos a Canarias, donde en seis meses se contabilizan más de 2.000 muertos o desaparecidos.

De momento, sobre el último naufragio mortal conocido, se sabe que hay al menos cinco personas detenidas, mafiosos que organizaron el viaje. “Los primeros responsables de esta despreciable situación son los contrabandistas”, dijo el ministro del Interior francés Gérald Darmanin en Calais, añadiendo que “hay que dar una respuesta internacional muy dura a esta tragedia despreciable que nos afecta a todos, para evitar otras tragedias”. La Fiscalía de Dunkerque ha abierto una investigación por “ayuda a la entrada y residencia ilegal en banda organizada” y “homicidio agravado”.

Las asociaciones que atienden a los migrantes en Francia llevaban muchos meses avisando de este repunte. Están los informes y comunicados de Auberge des Migrants o Utopía 56. Pero no sólo los locales daban el aviso. Organizaciones internacionales como Human Rights Watch, en octubre pasado, denunciaban un “trato degradante” en los campos de Calais. “Las autoridades francesas someten regularmente a las personas adultas y menores de edad que viven en los campamentos de migrantes alrededor de Calais a un trato degradante (...). Cinco años después de la demolición del extenso campamento de migrantes de Calais, frecuentemente llamado la “Jungla”, más de 1.000 personas permanecen en campamentos en la ciudad y sus alrededores”.

Este hostigamiento diario, dicen, es uno de los motores de los migrantes para intentar la salida a Reino Unido. La desesperanza cala cuando se producen desalojos masivos, acoso policial casi diario y restricciones a la prestación y el acceso a la ayuda humanitaria. “Las autoridades llevan a cabo estas prácticas abusivas con el objetivo principal de obligar a las personas a trasladarse a otros lugares, sin resolver su situación migratoria o la falta de vivienda, o de disuadir a los recién llegados”, denuncia HRW.

Francia es suelo europeo. Un país de primera en el que pedir asilo o intentar quedarse si los motivos son económicos. ¿Por qué el empeño que irse a Reino Unido? Varias razones muy sencillas y muy potentes lo explican. “Los exiliados no están viajando al norte de Francia porque han oído que pueden acampar en el bosque o dormir bajo un puente. No vienen porque haya grupos que les den un poco de comida y agua. Vienen porque allí está la frontera”, explicó Charlotte Kwantes, coordinadora nacional de Utopia 56, en el informe de HRW.

“El fin del periodo de transición del Brexit significa que el Reino Unido ya no puede devolver a la mayoría de los solicitantes de asilo adultos a Francia sin estudiar primero sus solicitudes de asilo. El Gobierno británico también ha dejado de aceptar nuevas solicitudes de traslado por reagrupación familiar, la única opción legal práctica para la entrada en el Reino Unido disponible para los menores no acompañados”, añade.

A ello se suma el idioma, el inglés está obviamente más extendido en el mundo y es más fácil empezar una nueva vida sabiendo algo del idioma local. Otra razón es que estas personas suelen tener al otro lado del Canal estrechos vínculos de comunidad o familiares, Reino Unido es un país con una migración más variada.

Eso explica que las solicitudes de asilo realizadas en Reino Unido hayan aumentado este año al nivel más alto en casi 20 años, con 37.562 hasta septiembre, según datos del Gobierno de Johnson. El año pasado, Alemania tuvo el mayor número de solicitantes de asilo en la UE, con 122.015, mientras que Francia tuvo 93.475 solicitantes. En ese mismo período, Reino Unido recibió el quinto mayor número de solicitudes (36.041) en comparación con los países de la UE (alrededor del 7% del total), según datos de la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR). Están los que llegan como turistas y luego piden el asilo, están los que entran sin papeles, y están los que vienen de Francia.

“Francia no permitirá que el Canal de la Mancha se convierta en un cementerio”, reaccionó, tras el naufragio, el presidente galo Emmanuel Macron, pidiendo el “refuerzo inmediato de los medios de la agencia Frontex (la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) en las fronteras exteriores de la Unión Europea”. El liberal -que tiene elecciones el año que viene y sabe de las sumas y restas que la inmigración traen en las urnas- también pidió “una reunión de urgencia de los ministros europeos preocupados por el desafío migratorio” y aseguró que “se hará todo lo posible para encontrar y condenar a los responsables” de esta tragedia. Esa reunión se ha hecho este pasado domingo, no ha resuelto mucho y ha sido el colofón a una semana de pelea con Johnson.

Inicialmente, el Gobierno británico propuso a Francia hacer patrullas policiales conjuntas a lo largo de la costa gala. En una conversación telefónica mantenida el miércoles por la noche, Johnson y Macron acordaron “intensificar sus esfuerzos” y “mantener todas las opciones sobre la mesa” para combatir a las bandas de contrabandistas que organizan los cruces ilegales. Macron “informó” a Johnson de que esperaba que los británicos “cooperaran plenamente y se abstuvieran de utilizar una situación dramática con fines políticos”.

El problema es que Johnson también publicó en Twitter una carta dirigida a Francia en la que proponía el despliegue de tecnología y patrullas en las aguas de cada uno, negociaciones para establecer el acuerdo de retornos entre Reino Unido y la Unión Europea... y que los migrantes que atraviesan el canal de la Mancha sean devueltos a Francia. Y eso enfadó terriblemente a en El Elíseo.

Johnson convocó una reunión de crisis, al final de la cual se declaró “conmocionado, horrorizado y profundamente triste” por el naufragio, y dijo que quería “hacer más” con Francia para desalentar las travesías ilegales. “Hemos tenido dificultades para convencer a algunos de nuestros socios, en particular a los franceses, para que estén a la altura de las circunstancias, pero entiendo las dificultades a las que se enfrentan todos los países y lo que queremos hacer ahora es hacer más cosas juntos”, dijo en Sky News.

“La respuesta correcta es tener una cooperación seria, detener estos movimientos, desmantelar las redes de tráfico y evitar que estos hombres y mujeres lleguen a nuestro suelo, porque para entonces ya es demasiado tarde”, le replicó Macron. También atacó a Johnson por la publicación de la carta en Twitter: “Hablé hace dos días con el primer ministro Johnson de manera seria (...). Entre líderes no nos comunicamos sobre estos temas mediante tuits y cartas que hacemos públicas”, dijo.

La disputa diplomática escaló el viernes pasado cuando Francia canceló una reunión entre su ministro del Interior, Darmanin, y su homóloga británica, Priti Patel, que iba a tener lugar este domingo en Calais para abordar la crisis migratoria. A la cita, finalmente, sólo acudieron representantes eb la materia de Francia, Bélgica, Países Bajos y Alemania, junto con la comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, y los directores ejecutivos de las agencias Frontex y Europol.

Todos ellos decidieron, en un entorno comunitario y sin Londres, que desde el 1 de diciembre se movilizará en la zona un avión de Frontex, que contribuya a frenar las travesías y detectar las redes de traficantes. También se apostó en Calais por por intensificar la lucha contra los traficantes y “contra lo que permite la compra y el suministro de barcos de motor”, no solo a nivel comunitario, sino también “con Turquía y China, de donde proceden gran parte de esas lanchas vendidas después en Europa”, en palabras de Darmanin, quien enfatizó, pese a la tensión, que el encuentro había sido “proeuropeo”, no “antibritánico”.

Patel suplió su ausencia con un comunicado en el que aseguró que reclamará “una mayor cooperación” a los países europeos para evitar “peores sucesos” en el Canal que el registrado el miércoles pasado. No dijo nada tras el ataque de su homólogo francés, que se quejó abiertamente de “la diferencia entre la seriedad del trabajo” que tienen en sus intercambios privados con los británicos y “las declaraciones y actuaciones públicas”.

Marejada de fondo

Francia y Reino Unido no pasan por su mejor momento. El Brexit ha sido una bomba en las relaciones de Londres con todos los miembros de la UE, que ha enturbiado las relaciones y tensado las conexiones de todo tipo: políticas, diplomáticas, económicas... En el caso de la inmigración, Londres se queja con filtraciones de que París no hace mucho, mientras que París trata de exponer la complejidad del problema que tiene y que, sólo en una pequeña proporción, llega a las islas.

Consecuencia directa del Brexit es el peor roce entre los dos países en estos meses, provocado por las licencias de pesca en el Canal de la Mancha. Justo la semana pasada, los pescadores franceses lanzaron una operación de bloqueo de puertos y del túnel de la zona para exigir una solución al conflicto. Creen que el acuerdo post-Brexit les da pocos permisos para poder faenar en aguas de la isla de Jersey.

Según el acuerdo con la UE, los operadores de barcos franceses deben mostrar un historial de pesca en el área para recibir una licencia para las aguas de Jersey, una pequeña dependencia británica a 22 kilómetros de Normandía, pero hay desacuerdos sobre qué evidencia se necesita y no se han definido bien.

Los grandes arrastreros, por ejemplo, recopilan esta información de forma rutinaria. Sin embargo, los barcos más pequeños que vienen de puertos franceses para pescar alrededor de las islas del canal pueden tener más dificultades para proporcionar la llamada “prueba necesaria”.

El mes pasado pasó lo esperado, que Reino Unido negó el permiso a varios barcos galos, y entonces Francia amenazó con impedir que los arrastreros británicos desembarquen sus capturas en puertos franceses, a menos que se otorguen más permisos que cubran las aguas de Reino Unido. Aún no hay acuerdo a la vista, sino paros y presiones.

Un problema sin resolver, al que se le suma la inmigración, con dirigentes a la gresca y pensando también en intereses particulares: la crisis de imagen de Johnson y su necesidad de defender las políticas hipernacionalistas que llevaron al Brexit y las prisas de Macron por vender buena gestión cuando quiere revalidar el cargo tan pronto como en primavera.