¿Qué hacemos con el primer informe presidencial de Andrés Manuel López Obrador?

¿Qué hacemos con el primer informe presidencial de Andrés Manuel López Obrador?

Para unos es el principio del fin, para otros es un acto más de consolidación del régimen.

El presidente mexicano, Antonio Manuel López Obrador. Getty Editorial

“La libertad significa responsabilidad; por eso, la mayoría de los hombres le tiene tanto miedo”.

George Bernard Shaw

Al momento de escribir esto no han pasado ni 36 horas de haberse realizado el primer informe presidencial de Andrés Manuel López Obrador y ya hay, desde cada uno de los polos que aglutinan a la gran mayoría de los mexicanos, una serie de reacciones que eliminan cualquier utilidad que este acto pueda contener.

Y es que tanto los panegiristas como los apocalípticos han inundado las redes sociales y espacios de opinión para señalar la verdad única e irrefutable, la que ellos sostienen.

Y, muy a la mexicana, la “verdad” depende del cristal con el que miras al informe presidencial. 

Para unos es el principio del fin. La hora y cuarenta minutos del mensaje del titular del ejecutivo se reduce a una simple misa VIP, una homilía donde la fe y la creencia a ciegas en el iluminado líder son los ingredientes principales.

Para los otros, el informe es un acto más de consolidación del régimen donde se evidencia el triunfo absoluto del pueblo contra las conspiraciones neoliberales y sus chayoteros aliados. Conspiradores que buscaban terminar con nuestra cultura, nuestra tierra y nuestras tradiciones.

Huelga decir que ambas posiciones son una idiotez. Por su simplismo no aportan elementos para un debate real, dificultan la vida social y el desarrollo político de nuestro país. El fanatismo siempre ha sido así.

Es cierto que, nos guste o moleste, el actual presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos tiene un estilo único y personal para realizar los actos que su investidura le obliga a realizar. Pero ese es su derecho.

Es verdad que este estilo incluye desde el cómo lee sus discursos, su lenguaje corporal y las frases, pausa y bromas que realiza. Pero de nuevo ese es su derecho y nadie puede disputarlo.

Y es cierto que es obligación de nosotros, los ciudadanos interesados que nuestro país mejore cada vez más, analizar, desmenuzar y reflexionar sobre lo que se dice en un informe presidencial, así como aquello que se deja fuera del mismo. Es nuestro derecho y nadie nos lo puede disputar.

Sin embargo, las posiciones fanatizadas de uno y otro bando atentan contra este derecho ciudadano. Las voces repetitivas y los gritos de consignas en pro y en contra hacen mucho más difícil de entender algo más que la emoción desbordada, teñida de enojo y miedo.

Para unos es el principio del fin, para otros es un acto más de consolidación del régimen.

Llegados a este punto no nos queda más que preguntar a usted, querid@ lector@, qué es lo que quisiera hacer con el primer informe del presente Gobierno federal.

¿Quiere criticarlo?

¿Quiere apoyarlo?

¿Quiere señalar las carencias o resaltar los aciertos que, a su juicio, contiene?

Adelante, eso es lo que debemos hacer.

Sin embargo, mi recomendación es que antes de acometer esta empresa deje usted atrás sus “verdades” sobre el presidente y su gestión. Quítese los lentes que pintan todo de rosa o todo de rojo sangre y trate de ver por sí mismo.

No caiga en ese error que señalaba el famoso detective de 221b Baker Street, acomodando la realidad conforme sus teorías y más bien formemos teorías a partir de los hechos que  constituyen la realidad.

¿Esta será una tarea fácil? Por supuesto que no.

Nuestros días son los días de las #fakenews, de la alter realidad y de la posverdad. Eso significa que nos debemos esforzar siempre para no caer en modas, mentiras que parecen verdades de tanta repetición y de trending topics que pueden ser generados de forma artificial. Si queremos ser algo mejor que un bot, debemos leer/escuchar mucho y pensar aún más.

Todo esto para llegar a nuestras propias conclusiones y poder actuar como ciudadanos y no como borregos.

La elección es clara. O nos subimos a tren del mame y no aportamos nada más que violencia y falsedades al debate público, ocultando nuestra cabeza bajo tierra como avestruces o nos paramos en nuestros pies y nos convertimos en personas que, más allá de la gritería y los insultos, tienen conocimiento de su realidad y toman una posición clara al respecto.

El futuro que construyamos dependerá de lo que cada uno de nosotros elija.

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