¿Qué reforma laboral?

¿Qué reforma laboral?

Yolanda Díaz y Unidas Podemos sigue insistiendo en sacar adelante una contrarreforma laboral sin la consulta con patronal, expertos y economistas, así como la propia ministra de Economía y vicepresidenta primera, Nadia Calviño.

Sánchez, Calviño y Díaz.EFE

Entre tanta confusión, muchos son los economistas que desisten, dejando de ofrecer luz en un debate tan politizado como equivocado en estos momentos. La derogación de la reforma laboral, lo que algunos denominan “derogar los aspectos más lesivos de la reforma laboral”, o lo que realmente es: una contrarreforma laboral y una vuelta al pasado, se ha convertido en el tema del momento; pero, desgraciadamente, no para los economistas que tantos meses llevan hablando –con datos y con ciencia– de la necesidad de cambios en un mercado laboral claramente disfuncional, sino para una clase política irreconocible por aquellos que pueden considerarse seres “racionales”.

Desde hace unas semanas, y con una progresiva intensidad, Unidas Podemos, (hasta la fecha) socios del partido que lidera el Gobierno, el Partido Socialista, comenzó a emitir un mensaje, cada vez más violento, contra el Gobierno de España, pero especialmente contra la vicepresidenta Nadia Calviño, en el que acusaba al Gobierno de estar a favor de la patronal y alineado con los intereses del mundo de la empresa, y a una Calviño a la que ya ha declarado públicamente la guerra. Para Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, derogar la reforma laboral es el principal objetivo, y si el fin lo justifica, cualquier medio para llevarlo a cabo está justificado.

Incluso la escuchamos decir que lo haría de forma unilateral, sin pedir, siquiera, consejo a la ministra de Economía y vicepresidenta primera del Gobierno. Algo que solo podía comprender la propia ministra de trabajo y sus compañeros, pues únicamente alguien que no sabe lo que es una reforma laboral como tal, que no ha atendido a nuestro mercado laboral y que no ha debatido, siquiera, con los expertos en la materia (economistas), puede no saber que, en cualquier Estado democrático, es impensable sacar adelante una reforma laboral sin contar, siquiera, con el “sí” de la mayor experta en economía y asuntos económicos que integra el Consejo de ministros.

Si le preguntamos a Calviño, probablemente nos recuerde, como los expertos, que la tasa de paro media entre 1980 y 2011 fue del 16,5%, registrando en más de 20 ejercicios tasas de desempleo superiores al 15%. Desde el punto de vista de la temporalidad, nos podría recodar como esta también fue nefasta. En otras palabras, entre 1987 y 2011, esta ascendía hasta el 30,5%.

Podemos defender la reforma laboral del 2012. Hay motivos para hacerlo. Entre ellos, que la Unión Europea ha dicho que no habrá acceso a numerosos fondos europeos si esa reforma –impulsada en su día por la propia Unión Europea– se deroga sin ofrecer una reforma laboral a la altura, y que tenga el visto bueno de los socios europeos. Y es que podemos destacar los casi 2 millones de empleos que esta reforma salvó, atendiendo a los datos que ofrece BBVA Research; podemos atender a la reducción de una tasa media de paro que se situaba, previamente y como hemos comentado, en el 17%; a la vez que podemos atender, para ver un ejemplo de los beneficios de la flexibilidad, al buen funcionamiento de los ERTE, que tanto gustan y defiende (y estoy de acuerdo) esta ministra.

Pero no es momento de hablar de ello, pues un análisis objetivo debe subrayar que esta reforma laboral, claramente, no es la definitiva. Con la flexibilidad y con esa menor tasa de paro, también vinieron externalidades negativas que se tradujeron en una mayor precariedad, una mayor temporalidad, una mayor dualidad laboral, entre otros efectos negativos que nuestro mercado laboral debe combatir para ser funcional. Y es que, de tener que extraer un resumen de lo que, muy resumidamente, he analizado, lo que veríamos en un análisis objetivo es que la reforma laboral de 2012 no fue la mejor, pero fue una reforma que, de no haberse aplicado y haberse dado el escenario contrafactual, hubiera tenido efectos más desastrosos; por lo que, pese a no ser la mejor, es mejor que la pasada legislación.

En este sentido, como han resaltado los economistas y la propia Unión Europea, es hora de escuchar a los expertos, de alcanzar consensos entre sindicatos y patronal, entre Gobierno y oposición. Muchas cosas están en juego, y la reforma laboral es uno de los grandes retos que enfrenta este país desde hace años, y que de aplicarse como se debe, atendiendo a reformas propuestas en numerosos comunicados que, mes a mes, hacen los expertos al Gobierno de España, podría surtir efecto y comenzar a reducir un paro estructural que sitúa a España a la cola de Europa, en todas sus versiones. Y es que hablamos de que España precisa reformas, no contrarreformas que, nuevamente y, dicho sea de paso, condenaba a nuestro país a un mayor desempleo, situándose la media de la serie histórica en el 17%.

Hoy ya veíamos propuestas que, atendiendo a las declaraciones de la ministra de Trabajo, parece que estarán pronto encima de la mesa (lo dudo mucho), pero una primera valoración del profesor Marcel Jansen –siendo un tweet con mucha menos interacción que los esperanzadores, y vacíos, tweets de las compañeras de la ministra–, quien es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) e investigador de FEDEA, señalaba grandes incoherencias en unas propuestas que no ofrecían esperanza alguna a unos expertos a los que han silenciado con la politización y la inmediatez a la que solo puede atender el rescate de un conjunto de medidas pasadas a las que ni siquiera, puede denominar “reforma”.

Lo mejor que puede pasarnos ahora es que Calviño vuelva a ser la pieza clave.