¿Qué supone para Rusia perder Jersón, la primera gran ciudad ucraniana tomada por Moscú?

¿Qué supone para Rusia perder Jersón, la primera gran ciudad ucraniana tomada por Moscú?

Moscú se retira tras ocho meses de control, evidenciando que Kiev empuja y avanza. Puente con Crimea, zona de suministros y energía, el golpe simbólico es aún mayor.

Dos soldados rusos patrullan en el canal de Khersonvodokanal, en Jersón, el pasado 20 de mayo. via AP

Las autoridades prorrusas de la región de Jersón admitieron este jueves la posibilidad de un “repliegue” del Ejército ruso y llamaron a la evacuación urgente de la población civil. De la sede de la administración regional de la ciudad ha desaparecido su bandera tricolor, así que Kiev reivindica su caída, su abandono, presionadas como están las tropas del Kremlin por la ofensiva ucraniana de reconquista.

“Lo más probable es que nuestras unidades, nuestras tropas, se marchen a la parte de Jersón que se encuentra en la margen izquierda” del río Dniéper, reconoció ayer el vicegobernador de la región sureña, Kiril Stremoúsov, a las órdenes de Moscú en su Gobierno satélite.

La guerra lanzada por Rusia contra Ucrania el pasado febrero está en un momento clave. Mientras el ejército ucraniano intensifica su ofensiva en toda la región, anexionada ilegalmente por Rusia en un refrendo ilegal, hace días que se llevaban a cabo traslados de civiles y funcionarios a la otra orilla del río Dniéper. Según medios rusos, hasta 60.000 personas podrían verse afectadas por la medida. De acuerdo con datos ucranianos, más de medio millón de personas ha abandonado la zona desde la invasión rusa, por contra.

¿Es una conquista más, dentro de los avances ucranianos gracias a su resistencia y la ayuda internacional, esos que vemos desde el verano? La respuesta es no. Desde hace semanas, máxima prioridad militar ucraniana era ya la recuperación del oblast (región) de Jersón, en manos rusas desde el inicio de la invasión. Hasta este jueves, ostentaba el título de la primera gran ciudad de Ucrania tomada por Rusia, el 2 de marzo, apenas una semana después de que se iniciara la invasión. Es la segunda mayor ciudad del país, con unos 300.000 habitantes, sometida durante ocho meses, enarbolada siempre por Moscú como su gran mérito.

Ahora, soltarlo es reconocer que las cosas no le van bien, su simbolismo es grande, no gusta presentar a la opinión pública otra derrota, cuando Rusia arrastra ya críticas contra el Kremlin, cuando ha tenido que recurrir a una movilización masiva, cuando ha jugado a quedarse con cuatro regiones ucranianas cuyo control no tenía claro, como ahora queda en evidencia.

Militarmente, las tropas rusas en Jersón se habían quedado embolsadas, aisladas, sin posibilidad de avanzar desde hace tiempo, cuando se pensó en usarla como plataforma para ir a por Odesa o Mykolaiv por tierra. No obstante, su vecindad a Crimea, la península anexionada por Rusia en 2014, la hace importante, sin duda. Pero más importante aún es perder lo primero que se conquistó pesa en el ánimo, de la tropa y de la ciudadanía rusa, si alcanza a saber lo ocurrido. La estampa del edificio sin bandera es un golpe sensible.

Más que la ciudad, importa la región. Hablamos de una zona de gran importancia económica para Kiev, dado que en ella se ubica buen número de las centrales que generan la energía necesaria para la vida diaria del país. Jersón es igualmente fundamental para el suministro de armas para las tropas rusas desde Crimea y, si Ucrania termina su reconquista en la provincia, la península en manos rusas dejará de contar también con el suministro de agua y electricidad que le llega desde el río Dnipro, un canal que Ucrania lo bloqueó hace ocho años, tras la anexión no reconocida por nadia, y Rusia lo volvió a abrir tras la invasión. Se trata del río más importante de Ucrania. El ejército ruso sólo ha podido atravesarlo hasta ahora en la zona de Jersón, estableciendo esa cabeza de puente, pero no ha avanzado más.

Jersón es una de las cuatro provincias ucranianas anexionadas por Rusia tras la celebración de los referéndums ilegales, considerados como una farsa por la comunidad internacional. El presidente ruso Vladímir Putin escenificó el pasado 30 de septiembre, durante una ceremonia el Palacio del Kremlin, la adhesión de las zonas en compañía de los cuatro líderes títeres, designados y controlados por Moscú. Un mes después, Rusia se retira. Imposible que el relato tape esa realidad.

El general ruso Serguéi Surovikin, encargado desde octubre de dirigir la “operación militar especial”, como la sigue llamando Moscú, ya declaró en su primera entrevista en el cargo para la emisora estatal Rossiya 24 que Moscú “debe tomar decisiones difíciles”, y esta retirada parece ser una de ellas. “La situación en Jersón no es fácil”, reconoció Surovikin, apodado como el Carnicero de Siria. Abrió ya entonces la puerta a una posible retirada, que ahora se confirma, forzada por la llegada de nuevo material y de entrenamiento para las tropas de Ucrania, sobre todo cohetes y artillería, de mayor precisión y mayor alcance, a los que se suman los drones y los radares para adelantarse a los movimientos del adversario.