¿Quién da menos? La subasta de refugiados de la Unión Europea

¿Quién da menos? La subasta de refugiados de la Unión Europea

Los países de la Unión Europea llevan meses "regateando" el número de personas refugiadas a las que dar acogida. Mientras, el número de personas que mueren en el Mediterráneo y que buscan una última oportunidad en Europa no deja de crecer.

Impasibles, desconcertados, asqueados, indecisos. Algo incómodos, pero en definitiva fríos. Es el rostro de la actual Unión Europea ante la situación de miles de personas que huyen de la violencia y los conflictos que devastan varios países de Oriente Medio y África. Así es cómo se muestra en este vídeo que acaba de publicar CEAR, dirigido por Miguel Bardem.

En la realidad, los dirigentes europeos nunca están de frente a las personas -a las familias enteras- que huyen de sus hogares y que tienen depositada en Europa su última esperanza. Pero teniendo en cuenta las decisiones que han adoptado hasta el momento, es fácil imaginar unas expresiones similares a las del vídeo cuando ven las imágenes en la prensa, o diluidas en los gráficos de algún informe.

Durante meses, y a golpe de tragedia que pueda contarse por centenares de muertos, los Estados de la Unión Europea han negociado cuánto refugiados acoge cada uno, en una suerte de subasta en la que todos parecían pujar lo menos posible. El resultado: ni siquiera se ha alcanzado la propuesta de mínimos de la Comisión Europa de dar acogida a sesenta mil personas, sumando las nuevas acogidas con la reubicación de aquellas que ya han llegado a Italia y Grecia. Así, hasta el momento, España había aceptado menos de la mitad las plazas que se le asignaron y se comprometió a acoger a 2.749 personas. Ni más ni menos. Ahora, a remolque del clamor social, todo indica que esa cifra se aumentará.

Miles de personas que huyen de los conflictos en Siria, Irak, o Eritrea, tocan a nuestras puertas. Ante esto, la mayoría de los líderes europeos optan por esquivar su responsabilidad y desviar la atención. Hay varios modos. El más básico: despersonalizar a los refugiados y recurrir al miedo. Así, en estas últimas semanas hemos escuchado algunas perlas como "enjambre", "goteras", "plaga", "amenaza"...

El Mediterráneo sigue siendo la travesía más mortal del mundo. Durante 2015 alrededor de 2.500 personas habrían perdido la vida en sus aguas.

Más sutiles son otras tácticas. Como despistar señalando culpables: las mafias. Destruir sus barcos en la costa libia es una de las propuestas que se ha escuchado estos meses en Bruselas. O como poner la excusa del "efecto llamada" si se aumentan los recursos de salvamento. Cuando los datos -y el sentido común- nos dicen que los que huyen de la guerra o de la persecución no deciden salir de su país según el número de barcos que puedan rescatarles. O como hablar de "inmigrantes" para evitar todas esas aburridas obligaciones del derecho internacional hacia los refugiados.

Pero si ha habido una respuesta concreta -e inútil- por parte de Europa ante este incremento en la llegada de refugiados ha sido reforzar o levantar nuevas vallas. En Grecia, Bulgaria, Calais, Ceuta y Melilla, y la más reciente en Hungría. Tal vez esperando que alguien que ha huido de la violencia en Irak, de los bombardeos en Siria o de los tiroteos diarios en Eritrea se fuera a detener ante una alambrada. Pueden cambiar de ruta, echarse al mar o rasgarse en una concertina, pero desde luego no van a dar media vuelta.

Cifras que no cuadran

Mientras los países de la Unión Europea regatean por miles en el mercado de Bruselas, las cifras de personas en el mundo que han tenido que huir de sus hogares se cuentan por millones. Sesenta, para ser exactos, según los últimos datos de Acnur.

Los acontecimientos provocan que las medidas anunciadas en el seno de la Unión Europea queden desfasadas antes de que se lleven a cabo. En julio se propuso la reubicación de treinta y dos mil refugiados en dos años. En estos días se habla de ciento cincuenta mil. Durante 2015 ya han llegado más de trescientos mil a Italia y Grecia.

Sólo el conflicto sirio habría provocado -hasta 2014- cerca de cuatro millones de desplazados fuera del país. Y como muestra este gráfico de la web Refugiados más que cifras, la inmensa mayoría de ellos están siendo acogidos por sus países vecinos.

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Miles de muertes evitables

El pasado abril, la vergüenza de ochocientos fallecidos frente a las costas de Lampedusa impulsó un incremento de la operación de rescate por parte de la Unión Europea. Sin embargo, Frontex tiene que suplicar a los Estados para que les cedan equipos de vigilancia, y barcos de ONG cubren lagunas en el dispositivo de rescate.

El Mediterráneo sigue siendo la travesía más mortal del mundo. Durante 2015 alrededor de 2.500 personas habrían perdido la vida en sus aguas. La inmensa mayoría de ellas, personas que huyen de conflictos y violaciones de derechos humanos. La tragedia aumenta. Pero desde luego, no se trata de una emergencia imprevisible. Desde el año 2000 se calcula que las personas fallecidas en el Mediterráneo superan las veinticinco mil.

Muertes evitables. No sólo con un mejor operativo de rescate, sino con las medidas preventivas que diferentes organizaciones vienen reclamando desde hace tiempo: posibilidad de pedir asilo en las embajadas y consulados, concesión de visados humanitarios, mayor compromiso con el reasentamiento. Es decir, una alternativa para huir de la guerra que no sea ponerse en manos de traficantes de personas a los que pagar sumas astronómicas al tiempo que arriesgan sus vidas.

Si la Unión Europea, junto al resto de la comunidad internacional, no es capaz de ayudar en la resolución de unos conflictos que duran años, ¿qué esperaban, que sirios, afganos, eritreos o iraquíes se quedasen en sus casas aguardando una muerte segura? Porque la inmensa mayoría de los que cruzan el Mediterráneo hasta el sur de Italia y Grecia, y siguen camino hacia el norte de Europa, no lo hacen para mejorar su vida. Sino porque es la única opción que tienen para salvarla.

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