¿Realmente estamos siendo jóvenes?

¿Realmente estamos siendo jóvenes?

No seas indiferente a las injusticias ni pasivo con el tiempo que nos ha tocado vivir.

Jóvenes.EFE

Hace unos meses preguntaba a mis seguidores en la red social Instagram “¿Qué es ser joven?”. Las respuestas reflejaban un sentimiento compartido por toda una generación: el sentimiento de estancamiento constante, de inseguridad, de miedo al futuro, de ansiedad… Todo esto provocado por un sistema que te imposibilita crear tu proyecto de vida. Ya no aspiras a lo que quieres ser, sino a lo que puedes ser. La lucha por la estabilidad material y mental se ha convertido en un acto revolucionario.

Hoy, 12 de agosto, es el día Internacional de la Juventud. El día en que las Naciones Unidas decidieron reivindicar que los gobiernos de todo el mundo adopten políticas integrales para abordar nuestras necesidades. Hoy es ese día, pero la pregunta es si realmente estamos siendo jóvenes. Nos han educado para formar parte de una sociedad pasiva, una sociedad que ve a la juventud como un estado de espera, un mero espectador, frente a un futuro que finalmente nos permitiera alcanzar la condición de adultos y por lo tanto el acceso a una ciudadanía plena. Una sociedad que te dice que las organizaciones son cosas del pasado, que si te comprometes no eres más que un bicho raro o que no entiende que haya jóvenes en puestos de decisión. Han preferido educarnos en la ausencia de políticas de ocio público, en la cultura del alcohol, dedicando nuestro tiempo de ocio a todo lo que rodea esa cultura, y alejándonos de las organizaciones que nos aproximan a la toma de decisiones.

La desigualdad existente entre generaciones nos distancia cada vez más, no solo a nivel económico sino a nivel social y cultural. Esta desigualdad es esencialmente ideológica y política, por lo que debemos reivindicar políticas de juventud resilientes en todas las administraciones, que puedan responder a un presente y futuro incierto y complejo. Debemos dejar de ser una parte pasiva de la sociedad y empezar a ser jóvenes, atrevernos a mejorar lo que hay o imaginar otras formas para hacer que el futuro sea distinto. La idea de que las cosas no tienen que ser como han sido siempre debe ser el eje del pensamiento juvenil: no vale con decir que se está en contra de la situación en la que vivimos, sino que debemos organizarnos y explicar cuál es nuestra alternativa. Atreverse a imaginar como generación entra dentro del progreso, por mucho que el camino esté plagado de posibles tropiezos. Sabemos que existe una situación mundial dominada por la incertidumbre, la desilusión, el miedo al futuro y controlada por intereses económicos que son miopes a los retos que tenemos por delante, y vamos a hacer todo lo posible para cambiarla. 

El individualismo radical no solo no nos protege, sino que es el virus más difícil de vencer. Nos hace creer que todo consiste en dar libertad a los propios deseos como si acumulando ambiciones individuales pudiéramos construir algo en común. Frente a las dificultades y a ese individualismo, es imprescindible formarse para aportar lo mejor de cada uno, conmoverse para ilusionarse por una idea y organizarse para alcanzar un nuevo programa internacionalista que reduzca las desigualdades y genere un desarrollo social, justo y duradero. 

La juventud debemos ser el motor de cambio que nos corresponde, sin que nadie nos marque el camino. No hay nada más bonito en esta vida que luchar por algo y hacerlo junto a alguien, organicémonos a través de entidades juveniles que influyan en la toma de decisiones y que sean autónomas para que decidamos como generación cuál tiene que ser el proyecto político. Hagamos un llamamiento a la acción, no seas indiferente a las injusticias, ni pasivo con el tiempo que nos ha tocado vivir, seamos jóvenes. 

Por eso si me preguntan a qué mundo aspiramos, siempre respondo: al que nos propongamos alcanzar.