¿Reducir impuestos? No para los irresponsables

¿Reducir impuestos? No para los irresponsables

bob_bosewell via Getty Images

En las últimas semanas, muchos ciudadanos se preguntan cuáles serán las consecuencias que tendrá para España el impacto del virus en una economía que, ya a priori, se mostraba sustancialmente deteriorada. Pues, en una economía que, antes de la pandemia, ya presentaba niveles de deuda, déficit, así como otros desequilibrios macroeconómicos, bastante notables, el impacto producido por el Coronavirus supone un golpe certero que, como reflejan los pronósticos, podría dejar a la economía española, así como sus cuentas públicas, en estado comatoso, así como al borde del colapso; tanto económico como financiero.

En este sentido, y atendiendo a los pronósticos que ofrece el Banco de España, hablamos de unos niveles de deuda que, en relación al PIB, podrían incrementarse de tal forma que, cuando la pandemia se disipe, se situasen en torno al 120% del PIB. Por otro lado, por el lado del déficit, España ya presentaba un nivel deficitario que, a ojos de Europa, se situaba en el límite establecido por los Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Un límite, que, de acuerdo con los datos que ofrece la AIReF, podría seguir extralimitándose hasta alcanzar niveles cercanos al 11%. Por último, computando el deterioro que supone para la economía otros desequilibrios macroeconómicos que dejará la pandemia, como puede ser el elevado nivel de desempleo previsto y que podría situarse en el 22%, hablamos de un escenario complicado y que requerirá de grandes reformas para paliar la situación.

Si atendemos a la situación previa a la crisis, como decíamos, la deuda en España ya presentaba elevados niveles de endeudamiento, pues, con un 99% de deuda sobre PIB, el nivel de endeudamiento en el país se situaba en niveles poco óptimos. El déficit, como citábamos, y tras la auditoría europea, se situó en el 2,8%, rozando ese límite establecido por Europa del 3%. Si, como decíamos en el párrafo anterior, computamos un 14% de desempleo estructural, que en términos juveniles se dispara hasta el 33%, hablamos de una situación que, a la luz de los datos, ya se mostraba deteriorada. Tan deteriorada que la capacidad para la aplicación de políticas contracíclicas, basadas en una respuesta fiscal, como han hecho diversos países de la Unión Europea, se mostraba excesivamente limitada.

Así, dicha situación, como era de esperar, requiere de una inyección por parte del Banco Central Europeo (BCE). Una inyección que, en el caso de España y tras el gran deterioro previsto tras los informes publicados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), será notablemente superior a la del resto de países, siendo superada únicamente por Italia, donde los efectos del virus, así como el deterioro que esta economía presentaba en materia de endeudamiento, son más preocupantes. Sin embargo, hablamos de rescate, pero en ningún momento se ha estado hablando de las condiciones que establece dicho rescate, las cuales, al igual que ocurrió en situaciones precedentes -como en 2012-, serán imprescindibles para acceder a eso fondos que, por otro lado, tanto precisa el país para afrontar, con una política fiscal impulsada y financiada por Europea, una crisis que, de no sortear con la política parte de los efectos, podría arruinar al país en su conjunto.

En este sentido, hablamos de unas condiciones entre las que se encuentran la consecuente política de ajuste presupuestario, tras una auditoría del gasto exigida por el bloque comunitario, así como, en última instancia, una subida de impuestos que trataría de contener, así como compensar, el deterioro futuro de economías como la española. Sin embargo, pese a la condicionalidad, no todos los países están aplicando esa mayor carga tributaria a sus ciudadanos. Pues, países como Alemania u Holanda, donde el déficit se suple con superávits constantes, a la vez que presentan unos niveles de endeudamiento que, en el peor de los casos, no llega a superar el 60% en relación a su PIB, no solo no han aplicado una subida de impuestos, sino que, tras la descapitalización de sus economías, han tratado de incentivarlas con rebajas impositivas que, por un lado, traten de desahogar a la población en una situación de gran incertidumbre y escasez, así como, por otro lado, corresponder con los ciudadanos en base a la buena gestión presupuestaria realizada.

Pero es que no solo estamos hablando de una iniciativa que haya impulsado Alemania u Holanda, sino que hablamos de una iniciativa a la que se han ido sumando distintos países, entre los que podríamos destacar a Estados Unidos e, incluso, la propia Italia, que ha tratado de aplicar estímulos a través de una reducción de impuestos que permita la reactivación económica más temprana en el país. En este sentido, dejando solo a España en la intención de seguir incrementando una carga fiscal que, además, tal y como refleja la cuña fiscal en una relación de países miembros de la OCDE, deja a España en un puesto muy elevado entre los países que mayor carga fiscal aplican a su ciudadanía. Pues, pese a que el discurso sea siempre el de los ricos, la homogeneización fiscal que pretende aplicar España, en contraste con los datos que ofrece la Unión Europea, muestra la brecha fiscal en una clase media que, pese a no mencionarla en el discurso, deberá afrontar esa mayor carga, en aras de las intenciones políticas que poseen los gobernantes.

En definitiva, hablamos de una situación en la que, tras ver la reacción que han tenido potencias económicas como Estados Unidos o Alemania, deberíamos realizar examen de autoconciencia. Y ya no solo me refiero al hecho de que se bajen los impuestos -pues, ante la situación que se prevé, quizá lo más ortodoxo, efectivamente, no fuese la reducción de impuestos, con su consecuente reducción en la recaudación fiscal-, sino a la mala gestión que nos ha llevado a meternos en una nueva crisis con un margen fiscal que obliga a los españoles a afrontar, nuevamente, los desfases de gasto público que, en aras de favorecer sus resultados electorales, han ido aplicando los distintos gobiernos que se han encontrado en el poder. Pues, sigue siendo una irresponsabilidad el realizar una gestión nefasta y, posteriormente, derivar la factura de los platos rotos a una ciudadanía que, como muestran los indicadores, no ha dejado de incrementar el capital destinado al pago de los impuestos con el paso de los años.