Reflexiones (Bi)sexuales

Reflexiones (Bi)sexuales

Qué difícil es en realidad dibujar una línea exacta que divida a hombres y mujeres...

LemonTreeImages via Getty Images

Se celebra estos días el día de la visibilidad bisexual, y siento este año mucho más que otros que es necesario el ejercicio político de hacerse visible como mujer bisexual. Pero no para hacer de mi sexualidad una trinchera (señores de Vox no me estoy defendiendo de ustedes) sino como una expresión radical de libertad útil para las tareas feministas.

Es imprescindible comenzar por una aproximación a los términos. Considero que hablar de bisexualidad es la mejor manera de explicarle a mi madre que me gustan hombres y mujeres. Pero la cosa no es tan exacta. Me gustan los hombres y las mujeres. A veces más ellas que ellos. A veces los que son ellos pero han aprendido a portarse como ellas o las y los que insisten en portarse como ellos. A la vez, casi siempre, pienso que qué difícil es en realidad dibujar una línea exacta que divida a hombres y mujeres. Por ejemplo, pensemos en aquello que nos define como hombres o mujeres. Por un lado está la cuestión biológica, pero ni los genitales ni las hormonas parecen ya suficientemente definitorios de lo que somos. Cada vez que a una de nosotras nos diagnostican con ovarios poliquísticos con el consecuente subidón de hormonas masculinas, siempre he pensado que en realidad había en ese diagnóstico una reprimenda científico-política-patriarcal: “Señorita, no es usted suficientemente mujer y vamos a hormonarle un poco para solucionarlo, aquí tiene usted 10 años de píldora”. 

Por otro lado, la transexualidad y la intersexualidad han roto con cualquier intento de definir quiénes somos por nuestros genitales, demostrando que no solo a veces hay asignaciones de género arbitrarias que no corresponden a la identidad deseada de a quienes se les asigna un género u otro, sino que también han mostrado que el género es algo en construcción, sobre lo que se puede transitar. Una pesadilla para las ilustradas, pero una auténtica maravilla para imaginar un futuro en el que reine una política sexual feminista y no patriarcal. 

Una podría pensar también que son los roles o estereotipos los que definen quién está a cada lado de la línea divisoria del género. Si te comportas como una mujer, eres una mujer; si lo haces como un hombre, un hombre. Pero largas décadas de crítica feminista han servido para demostrar que no solo se comporta como quiere quien quiere, sino quien puede, y que en definitiva de lo que hablan esos roles es de las estructuras de poder que sostienen esa línea divisoria. 

Unas me dicen que soy queer, otras bollera, otras pansexual; muchos señores en Twitter que soy una guarra... y mi psicólogo que odio a los hombres. Creo que en todo esto hay un poco de bifobia.

¿Cómo sé entonces si a quien yo amo, quien yo soy o en general por quien me siento sexualmente atraída es un hombre o una mujer? Podríamos responder que en realidad, es el otro quien debe definirse como tal. Y qué buena definición sería esta en los tiempos que corren en los cuáles las relaciones generosas e igualitarias parecen brillar por su ausencia y más bien las marca el (ya demostrado patriarcal) algoritmo de Tinder. Pero si esto es así, ¿quién soy yo para decir que mi orientación sexual es la bisexualidad si es la otra persona la que debe decirlo?

Antes que pasarle un text a todos mis ex, he pensado que lo mejor sería preguntarme si existe otra categoría más exacta para hablar mi identidad sexual, es decir, de cuál es mi identidad género y cuál es mi orientación sexual. Mis amigas catalanas dirán que soy queer o gender fluid; mis amigas madrileñas me dirán que soy bollera, en Instagram me han dicho que soy pansexual; muchos señores en Twitter que soy una guarra por tirarme a todo lo que se me pone por delante, mis queridas compañeras del PSOE que no es bueno para las mujeres ni para el Estado jugar tanto con la categoría de mujeres, y mi psicólogo que en realidad odio a los hombres. Yo creo que en todo esto hay un poco de guerra de posiciones, bastante bifobia y sobre todo un poco de miedo a aceptar que la política sexual está cambiando, y es absolutamente imprescindible para los debates que vienen que aquello que llamamos movimiento LGTBI siga de la mano del movimiento feminista, esto es: construyamos una sexualidad en la que todos podamos disfrutar libremente por igual. Porque amigas, ¿qué va a pasar cuando discutamos sobre la sexualidad y la inteligencia artificial? ¿Quiénes serán ahí las mujeres?

En fin, mamá, que soy bisexual, y que me gustan los hombres y las mujeres. Y tengo que confesarte que, últimamente, también las máquinas, que no nos lo ponen tan difícil.

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Nacida en Pontevedra en 1989, licenciada en Filosofía, ex diputada de En Marea y ex vicepresidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados.