Regreso a Walden

Regreso a Walden

En la consulta me encanta invitar a los pacientes a regalarse arte, movimiento, comida sana. Pero mucho más invitarles a ser más conscientes, más presentes, más vivos. Para ello no siempre soy capaz de utilizar palabras. Acordarme un instante de Walden suele bastar. Cada cual tiene el suyo.

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Réplica de la cabaña de Thoreau y su estatua en primer plano. Foto: Wikicommons.

"Fui a vivir al bosque porque quería vivir despierto, enfrentarme tan solo a los hechos esenciales de la vida y aprender lo necesario para no verme obligado, cuando estuviera postrado en mi lecho de muerte, a reconocer que no había vivido".

Henry David Thoreau

Llegué a Walden hace ya muchos años. Mi viaje no siguió la ruta convencional. Encontré primero a Skinner. Él me llevó a Thoreau.

Y Thoreau me regaló los bosques, la casa de madera, el pasar de los días.

De vez en cuando todos sentimos la necesidad de regresar a Walden, esa zona interior en la que reina el silencio y la conciencia. Ese tiempo especial que nos permite estar completamente presentes ante lo que el instante nos presenta.

Estar mucho tiempo fuera de Walden suele llenarnos de desazón e infelicidad que cada cual expresa de diferentes maneras. Trastornos en el sueño, diversos dolores o malestares físicos, un ánimo taciturno, excesivo nerviosismo, sentimientos de ira incontrolada y un larguísimo etcétera.

En Walden también encontraremos todo eso, pero el lugar nos invita a descalzarnos, a dejar fuera las botas cargadas del barro de la vida, a calentarnos con un leño y contemplar la chimenea.

En la consulta me encanta invitar a los pacientes a regalarse arte, movimiento, comida sana. Pero mucho más invitarles a ser más conscientes, más presentes, más vivos. Para ello no siempre soy capaz de utilizar palabras. Acordarme un instante de Walden suele bastar. Cada cual tiene el suyo. Y algo puedo decir, es tremendamente contagioso. Afortunadamente.