¿Resistiremos?

¿Resistiremos?

¿Resistiremos a que se nos pida a los ciudadanos que estemos a la altura y veamos que no siempre lo están los que nos lo piden?

BURGOS, SPAIN - APRIL 18: Rafaela Pérez waters the plants in a window of her house, She is an old widowed woman who has lived alone for a year on April 18, 2020 in Burgos, Spain. Spain is beginning to ease strict lockdown measures to ease its e...Samuel de Roman via Getty Images

Este artículo también está disponible en catalán.

La pandemia que estamos viviendo ha puesto al descubierto la verdadera esencia de nuestra sociedad. Como si se tratara de una radiografía, ha evidenciado enseguida las fracturas, la osteoporosis, la artrosis, etc... que a menudo escondemos bajo una apariencia triunfalista o soberbia. Ha puesto en primer plano la vulnerabilidad de todos y cada uno de nosotros ante el enemigo invisible. Vulnerabilidad que teníamos ya presente en la capas sociales más desfavorecidas, pero que siempre tendimos a pensar que a nosotros no nos llegaría.

La crisis financiera de 2008 nos hizo ver cómo de rápido se pueden hundir derechos o privilegios que tenemos muy asumidos, La lección de entonces no sirvió de mucho, sobre todo en el Estado español, con un Gobierno (el que sea) no muy amigo de prudencias, previsiones y ahorros. Lo que nuestros padres siempre nos aconsejaban: ‘No gastes más de lo que ganas’ o ‘¡Ahorra!’, al Gobierno de España, amigo de triunfalismos y grandes declaraciones, esto no le ha hecho ni frío ni calor. Por ello, cuando las cosas se ponen feas, la primera reacción es un recurso ya demasiado recurrente: La unidad, pero la unidad desde donde estoy yo, la que yo dicto.

Esta unidad bien podría parecer una opción muy oportuna si no fuera porque en el caso que nos ocupa esta unidad adquiere una acepción casi nunca deseable, porque suele ser sinónimo de imposición, de falta de aceptación del otro y de no cuestionarse si lo que pido yo mismo lo cumplo.

No repasaré ahora las múltiples ocasiones en nuestra historia reciente en que esta unidad ha sido no una unión entre distintas partes de un todo, sino que llega como un acto forzado por decreto. El DIEC define unidad como “cualidad de aquello que es un todo formado por partes concordantes”. Fijémonos en el adjetivo que define el concepto ‘concordantes’. Demasiado a menudo esta voluntad de unidad dictada no prevé las diferencias existentes dentro del territorio y muchas veces, de manera irresponsable e injusta,  se ha jugado a la estigmatización del otro u otros, a la insolidaridad. 

Esperamos de los gobiernos que verdaderamente cuiden de nosotros, los ciudadanos, que su gestión nos aporte seguridad, bienestar, con miradas largas, previsoras, estando atentos a las necesidades de cada territorio.

¿Resistiremos a que se nos pida a los ciudadanos que estemos a la altura y veamos que no siempre lo están los que nos lo piden?

Durante el confinamiento hay dos muestras de solidaridad que están perviviendo: El aplauso (¿solo aplauso?) a los sanitarios y a todos los demás sectores que hacen nuestro confinamiento más soportable. También el hecho de escuchar o cantar la canción Resistiré, letra que el periodista y escritor Carlos Toro Montoro escribió para su padre, Carlos Toro Gallego, encarcelado por el franquismo por ser militante del PCE.

Cuando oigo la gente cantarla con entusiasmo, me pregunto si de verdad resistiremos y qué es lo que podemos o tenemos que resistir. Estoy convencida de que a pesar de la dureza de la situación, la pandemia pasará, y lo hará a pesar de lo que hoy, más de cinco semanas después del Decreto de Estado de Alarma, todavía no hemos resuelto.

Y pregunto: ¿Resistiremos a la continua improvisación y a las declaraciones poco afortunadas que nos inquietan más que otra cosa? ¿Resistiremos a que por decreto se nos atemorice y se nos recorten libertades individuales y colectivas? ¿Resistiremos a que los intereses económicos sigan prevaleciendo sobre los intereses humanos? ¿Resistiremos a que nuestros muertos sigan siendo una cifra a menudo deshumanizada? ¿Resistiremos a que nuestros mayores, que vivieron la guerra civil y la postguerra, ahora se vean doblemente confinados y muy castigados en residencias que en su mayoría son un negocio lucrativo? ¿Resistiremos a que sólo nos podamos valer de la iniciativa de algunos ciudadanos y empresarios que fabrican lo que hace verdaderamente falta para protegernos, porque más de cinco semanas después somos tan poca cosa que no disponemos de suficientes mascarillas (y ya no hablemos de material más especializado) y si llegas a conseguir alguna pueda ser defectuosa? ¿Resistiremos a que se siga malgastando el presupuesto escaso en compras de material que no tiene garantías u homologación? ¿Resistiremos a que cada territorio tenga que obedecer consignas de un Gobierno que ha querido hacer una ley igual para todos sin tener en cuenta que los territorios no tienen las mismas afectaciones ni las mismas necesidades? ¿Resistiremos a que se anuncien a los ciudadanos las disposiciones del Gobierno y que al día siguiente el presidente lo hable (¿imponga?) a los presidentes representantes de los distintos territorios? ¿Dónde está la concordancia, la coordinación necesaria para que la unidad sea efectiva? ¿Resistiremos a que se nos pida a los ciudadanos que estemos a la altura y veamos que no siempre lo están los que nos lo piden?

Se nos dice que en esto ‘estamos todos’ y que ‘juntos lo superaremos’. ¿Juntos quién, cómo, en régimen de respeto e igualdad? ¿Unos disponiendo y otros obedeciendo por decreto y sin derecho a levantar la mano? ¿Con la coordinación que todos los ciudadanos pedimos?

Podemos resistir muchas cosas, pero no podemos aceptar y mucho menos resistir el miedo, las actitudes de tiranía o prepotencia, la tergiversación o la magnificación de los hechos y tantas otras cosas que el día a día, a pesar de estar bien confinados, nos van llegando y nos hacen muy difícil resistir.