Robar la bandera

Robar la bandera

Se está convirtiendo el símbolo nacional de todos en el de una parte, lo cual está educando a millones de personas, incluyendo a niños, en el desafecto a la bandera.

Un participante en una protesta contra el Gobierno por la gestión de la pandemia. Pacific Press via Getty Images

Nosotros somos nosotros y nuestros símbolos. Tenemos muchos que nos definen y van formando parte de nuestra identidad. Todos tenemos los nuestros personales, pero hay algunos comunes que definen ideas que engloban a muchos y con las que unos nos sentimos más identificados que otros, por ejemplo, los símbolos religiosos y nacionales. La bandera sería el que define la nación y la biblia (o la cruz) el que define lo religioso en un ámbito occidental mayoritariamente cristiano. 

El poder civil se ampara frecuentemente en ambos símbolos y frecuentemente se adueña de ellos. Ha ocurrido siempre, tanto en gobiernos democráticos como en dictaduras, si bien estas son las que de manera más intensa han abusado de estos símbolos en su nacionalismo criminal. Las cosas han sido así siempre: manipular a la población utilizando los símbolos que más aman y respetan es una criticable tradición del poder, pero ahora esa manipulación está cambiando.

Hace una semana un policía asesinaba a George Floyd torturándolo hasta morir. La reacción es global e instantánea. La sociedad estadounidense no se moviliza: se polariza, algo difícil de entender en el siglo XXI. La mayoría condena el crimen, una parte se lanza a las calles y se producen incendios y saqueos. Parte de la policía hinca la rodilla en tierra como señal de solidaridad y apoyo dando la sensación de que esta batalla contra el racismo se puede ganar. Entonces Trump amenaza con mandar el ejército contra los manifestantes. Agita el racismo y se posiciona a favor de la violencia policial. Poco a poco se va viendo tan acorralado que ordena construir un muro alrededor de la Casa Blanca, él que llegó al poder prometiendo un muro ha acabado levantando otro.

Los malos políticos, cuando están en problemas, se suelen envolver en la bandera.

Es necio pero no tanto como para darse cuenta de que está llevando al país al desastre y decide huir hacia adelante. Se va a una iglesia y se fotografía con la biblia en la mano. Es la traición última.

La biblia es un símbolo por el que muchos morirían, consuelo de miles de personas y la base de la fe de miles de millones, entre ellos la mayoría de los estadounidenses. El presidente se adueña de un símbolo, posa con él y lanza el mensaje: Dios está conmigo, este símbolo es mío y contra ellos. Es un hombre rastrero y perdido capaz de traicionar una fe que dice profesar.

  Donald Trump con la biblia. Tom Brenner / Reuters

Los malos políticos, cuando están en problemas, se suelen envolver en la bandera. Debería ser de todos pero hay una tendencia a que una facción política se la robe a la otra sin entender que con esa acción se la roba a la gente. En 2007 Mariano Rajoy llamaba a defender y honrar la bandera española. No había un problema con la bandera, era la de casi todos. Mucha gente defiende la legitimidad de la republicana pero, limpia de símbolos franquistas, la actual es la bandera que hondeamos en el Mundial 82 los niños y que sacamos a la calle cuando se ganó el de Sudáfrica. El día de los atentandos de Madrid, el 11M, yo volaba a Venecia. El 12 paseé por la ciudad con la bandera en la espalda y la gente me paraba con gran respeto para mostrar su solidaridad, aquella bandera simbolizaba al pueblo español entonces. Hace unos días me enzarcé en una amarga pelea en Facebook con una chica latinoamericana que llamó fascista a la bandera. ¿Qué ha pasado para que una cosa derive en la otra?

Se está convirtiendo el símbolo nacional de todos en el de una parte, lo cual está educando a millones de personas, incluyendo a niños, en el desafecto a la bandera.

No había problemas con la bandera, no necesitaba defensa, pero se creó. Se fue lanzando la idea de que había buenos españoles que colgaban la bandera en el balcón y otros, malos, que no lo hacían. Era incómodo y fue generando una cierta tensión con la bandera. Se estaba alineando con la derecha, lo cual suponía un enfrentamiento con la izquierda. La llegada de Vox llevó esto al paroxismo. Hoy la calle está llena de gente con mascarillas verdes que llevan la bandera de España. Hace unos días algunos se lanzaron a la calle con banderas en los coches. Si se buscan fotos de manifestaciones anteriores a 2007 no había banderas españolas, una o dos quizá. Hoy las manifestaciones de la derecha son un mar de banderas españolas utilizadas para causas políticas. Quien pensó esta estrategia de utilización de la bandera no previó que la acabaría vaciando de contenido para gran parte de los que hasta ahora la ondeaban.

Se está convirtiendo el símbolo nacional de todos en el de una parte, lo cual está educando a millones de personas, incluyendo a niños, en el desafecto a la bandera. Hay un vídeo viral maravilloso de Angela Merkel subiendo a una tribuna para celebrar un éxito electoral. Uno de los suyos le da una bandera alemana. Merkel la saca del estrado y reprueba con un gesto a quien se la dio. Una victoria electoral no debe aprovecharse de un símbolo nacional que debería estar por encima de la política.

No hay que ser muy inteligente para ver que la española, dentro de una generación, será solo la de la mitad de los españoles. En un tiempo no lejano alguien tendrá que afrontar el hecho de que se ha invalidado el símbolo de todos y que hay que crear una nueva.