Rusia y China, cuando los talibanes no caen tan mal

Rusia y China, cuando los talibanes no caen tan mal

Los islamistas buscan el reconocimiento internacional para escapar del aislamiento de su etapa pasada

Los talibanes se han hecho con el poder en Afganistán y ahora toca mostrar su perfil más moderado -si eso existe- para lograr el máximo reconocimiento internacional. Han aprendido del pasado: el aislamiento diplomático y comercial del pasado, cuando mandaron entre 1996 y 2001, no puede darse de nuevo. De ahí su juego a la hora de prometer y mostrarse como la versión descafeinada de lo que fueron.

A los países que estuvieron desplegados en la zona en los últimos 20 años, en una operación encabezada por EEUU, no les convencen aún. Estos estados, occidentales, España entre ellos, tratan de evacuar apresuradamente de a su personal. Sin embargo, China, Rusia y Turquía han decidido mantener sus legaciones diplomáticas en Kabul y se ofrecen a mantener lazos con los islamistas en su regreso al poder. No les parecen tan malos.

Pekín, por ejemplo, se ha mostrado dispuesto a mantener “relaciones amistosas” con ellos, desde el minuto uno. “China respeta el derecho del pueblo de Afganistán de determinar de manera autónomamente su propio destino y (...) desea una transición tranquila”, ha declarado la portavoz del ministerio de Exteriores, Hua Chunying, que confirmó que la Embajada china “sigue funcionando con normalidad”.

La representante gubernamental, no obstante, no llegó a reconocer de manera explícita a los talibanes como nuevos líderes del país, por más que confíe en ellos para “liderar” el tiempo  por venir. Es un paso que debe darse más arriba y, entienden, cuando las aguas se calmen más. China ya mantuvo relaciones básicas con el Emirato Islámico en su temporada 1, y parece que seguirá haciendo lo mismo o más en esta temporada 2.

“China no tiene un feudo en Afganistán. Ni la arrogancia de transformarla. No importa quién esté en el poder, estamos preparados para ser amigos de Afganistán”, en palabras de Hu Xijin, editor jefe del diario oficialista chino Global Times y portavoz del Partido Comunista, en una serie de tuits. De momento, ha dado el paso de mandar a su enviado para Afganistán a Irán, para diseñar una estrategia con sus aliados ante el nuevo tiempo.

Como ha explicado Mavi Doñate, la corresponsal de RTVE en China, ya en julio hubo un encuentro entre los talibanes y el ministro chino de Exteriores, cita en la que los afganos dijeron que querían tener buenas relaciones con Pekín y hasta abrirles las puertas a invertir en la reconstrucción del país. A los de Xi Jinping les gusta también la frase pronunciada por los talibán en la rueda de prensa del martes de que ellos no se pelearán con nadie de dentro ni de fuera ni dejarán que su país sea portaviones para agredir a otras naciones. Y gusta, añade Doñate, para tener seguridad, sobre todo ante el yihadism, en su frontera con la polémica provincia de Xinjiang, y ante la posible explotación de tierras vecinas.

Moscú, por su parte, anunció ya el domingo que mantendría abierta su Embajada tras recibir garantías de seguridad. Ya esta semana, el Kremlin anunció que el embajador ruso, Dmitri Jirnov, “está en contacto con los líderes talibanes”, cosa que no se conoce de muchas naciones del mundo más, hay reuniones ordinarias con el coordinador talibán para la seguridad. Según el responsable del Gobierno ruso para Afganistán, Zamir Kabulov, “el reconocimiento o no” del nuevo régimen dependerá de “las acciones” que lleven a cabo. “Vamos a mirar con atención hasta qué punto su enfoque de gobierno del país es responsable”, señaló Kabulov, según la agencia AFP.

Antes incluso de la caída de Kabul, Rusia ya se había mostrado muy crítica con el presidente, Ashraf Ghani, al que acusó de incapacidad de poner orden en el país y de llegar a un acuerdo con los talibanes y otras minorías del estado. “Lamentablemente, las autoridades no pudieron estabilizar el país. Los soldados estadounidenses se limitaban a proteger sus guarniciones. Por eso, los afganos aceptaron a los talibanes. El modelo de gestión occidental no ha funcionado. No vale para Afganistán”, comentó a la agencia EFE Vladímir Dzhabárov, vicepresidente del comité de Asuntos Internacionales del Senado ruso.

A Rusia le va bien la salida de EEUU de la zona, más aún por lo que tiene de abandono y de ignominia, pero tampoco es que sea un entusiasta amigo de los talibán, que siguen considerados como organización terrorista en el país, desde 2003, pero con quienes no ha tenido problemas en negociar últimamente. Conviene llevarse bien con ellos, también, para proteger a su aliado Tayikistán, cuya frontera sur es completa con Afganistán. Insiste en que sus intereses actuales en la zona se limitan a garantizar la seguridad de las fronteras de sus aliados en Asia Central y frenar el terrorismo yihadista pero, como casi siempre, sus intenciones últimas no acaban de estar claras.

También Turquía confirmó el domingo que su Embajada permanecía abierta. “Hemos realizado los preparativos necesarios para los ciudadanos turcos que quieren abandonar Afganistán”, indicó el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu. El pasado día 11, el presidente Recep Tayyip Erdogan llegó a mostrarse dispuesto a reunirse con el líder de los talibanes para poner freno a los combates, antes de su triunfal llegada a Kabul.

Para cualquier país, y más si es próximo o fronterizo, Afganistán interesa porque tiene un espacio estimado de 1,4 millones de toneladas de elementos de tierras raras como lantano, cerio o neodimio, así como otros minerales como el litio que son esenciales para la producción de tecnología actual. Un volumen valorado entre 853.565 millones y 2,5 billones de euros. A ellos habría que sumar 60 millones de toneladas de cobre, 2.200 millones de toneladas de mineral de hierro y vetas de aluminio, oro, plata, zinc y mercurio.