Siete razones por las que viajar en invierno es una malísima idea

Siete razones por las que viajar en invierno es una malísima idea

¡Con lo bien que se está en casa!

La queja está instalada en el software de muchas personas. Quejarse de vicio es una afición que en invierno cobra fuerza. ¿A quién le gusta pasar frío? ¿Tener que ponerse cuarenta capas antes de salir a la calle? ¿Y parecer un auténtico canelón con patas?

La bajada de las temperaturas nos sitúa a las antípodas de la seducción: estornudamos, tosemos, moqueamos... ¿Dónde ha quedado el glamour de verano? ¿Las ganas de salir y hacer cosas? El frío se las ha llevado de un plumazo, especialmente si se habla de viajar. Cualquier escapada puede complicarse (y mucho) en esta época del año, y en Expedia.es lo saben bien.

Para demostrarlo, han recopilado siete motivos por los que deberías pensártelo dos veces antes de viajar en invierno.

1. El frío te cala hasta los huesos...

  La Alhambra de Granada cubierta de nieve.

... Y, en ocasiones, hasta la médula. Pero, ¿y lo bien que sientan esas paradas técnicas a medio camino para disfrutar de algún que otro chocolate caliente? Así, cualquiera entra en calor.

Vale que es invierno pero tampoco hay que ir a Laponia. Si nos ponemos, el invierno español es el mejor de los veranos para cualquier islandés. Granada, por ejemplo, es todo un imán de turistas en cualquier época del año. ¿Por qué será? Probablemente sea por la Alhambra, aunque todos esos locales con calefacción también ayudan.

La ciudad andaluza no es solo eso. También es una oportunidad de empaparse de historia, ponerse hasta arriba de tapas, conocer los baños árabes más antiguos de España y terminar el día con ¡más tapas! Razones de peso, y muy sabrosas, para dejar de lado la excusa de que en invierno hace frío.

2. El equipaje se multiplica

  La calle Gran vía de Madrid durante una tarde de invierno.

Que si el anorak, el forro polar, varias camisetas térmicas, las botas calentitas de borreguito... Cuando te das cuenta ya vas por la maleta tamaño XXL y te resulta imposible cerrarla con tanto porsiacaso.

Pero, ¿adónde piensas ir que necesitas tanta ropa y así de gorda? ¿De verdad te vistes como para ir la nieve cuando vas a la oficina? Pues si visitas algún rincón de España tampoco te hace falta tanta capa. Salvo que vayas a la montaña, claro.

Así que libérate y pon rumbo a Madrid, por ejemplo, donde además de recorrer sus calles puedes aprovechar para ver algún musical, concierto u obra de teatro de moda.

3. El mal tiempo es la norma

  El Balneario Széchenyi de Budapest.

En invierno llueve y hace mal tiempo. En verano, en cambio, eso no pasa. Es lo más habitual y también lo más sano climatológicamente, ¡y ojalá sea así por muchos años! ¿Pero por qué no darle la vuelta a la tortilla y disfrutar de esas

experiencias que con buen tiempo no sientan igual de bien? Por ejemplo, imagínate en las aguas subterráneas y baños termales de Budapest con todo ese frío fuera. O disfrutando de un buen gulasch o cualquier plato típico de cuchara… ¡En verano nada de eso tiene ni la mitad del encanto ni de gracia!

4. A las 18:00 ya es de noche

  Anochecer en la Torre Eiffel de París.

Cuando cae la noche, lo que a muchos les apetece es encerrarse en casa e hibernar, pero se les olvida que la vida sigue y que fuera continúan pasando cosas.

Al anochecer muchas ciudades se vuelven todavía más espectaculares. París y Londres se lo demuestran cada noche a los más incrédulos. Puede que la torre Eiffel iluminada o las luces de Navidad con las que se viste Oxford Street no sean suficientes para los frioleros, pero nada que no solucionen un par de guantes y una buena bufanda de esas grandes que se llevan tanto.

5. La gente está triste y decaída

  Mercado navideño de Berlín.

En efecto, es llegar el frío y a la gente se le borra la sonrisa del rostro. Muchos sufren de invernitis aguda. ¿Cuántas temporadas tendrán que pasar para que aprendan a sacar lo mejor de ellos?

A juzgar por sus caras cualquiera diría que no nos gusta esta época del año: con las calles llenas de luces, los festivos, las comidas, las fiestas y, cómo no, los mercadillos navideños.

De esto último no tenemos mucho en España, pero Bruselas o Berlín tampoco pillan muy a desmano. Allí contarás las horas para que se haga de noche y puedas pasear entre puestecillos con una tacita del sabroso vino caliente especiado, el Glühwein. ¡Mano de santo! Si eso no te sube los ánimos...

6. La naturaleza desaparece

  Paisaje del Tirol en Austria.

La nieve lo cubre todo y los laderas verdes desaparecen de la vista. Una pena... Pero no hay nada más mágico ni más fotogénico que esa estampa imprescindible para los amantes del esquí.  Viena es para ellos uno de los destinos del invierno. Influye su cercanía con los Alpes y sus fantásticas pistas.

La historia no termina ahí. Los bosques y paisajes de montaña se visten en otoño e invierno de colores que no podría conseguir ni el filtro más alucinante de Instagram. Y un extra: no hay aglomeraciones (recuerda que muchos se quedan con la mantita en casa).

7. Te costará encontrar compañeros de viaje

  Pista de hielo de Central Park en Nueva York.

Porque hay muchos que prefieren quedarse en el salón con el plan peli-manta. Ahí va un secreto: ¿sabías que la gran mayoría de destinos son más baratos en esta época?

Propon al más perezoso y friolero de tus amigos ir a Nueva York. Un destino como este es muy difícil de rechazar y más si el billete sale mucho más económico. ¿Por qué ahora y no en verano? La Gran Manzana goza de un encanto especial en cualquier época del año, pero solo en invierno se puede aprovechar para patinar sobre hielo como en las películas navideñas, ver Central Park cubierto de nieve o disfrutar de un espectáculo de Broadway a mitad de precio.

Resumiendo: no hay que permitirle a ninguna estación frenar nuestras ansias de explorar rincones. El mundo está lleno de lugares con encanto en cualquier época del año. Además, las fotos de invierno tienen otra luz, mejor incluso que algunos filtros de Instagram.