Sin matemáticas España no podrá competir con el resto del mundo

Sin matemáticas España no podrá competir con el resto del mundo

Nuestro país sigue con malos resultados en PISA.

a left-handed person solving math problemWachiwit via Getty Images

Por Fernando Blasco, profesor titular de universidad de Matemática Aplicada. Área de interés: educación, divulgación y comunicación científica., Universidad Politécnica de Madrid (UPM):

De cuando en cuando, los matemáticos recordamos este párrafo de El ensayador, de Galileo Galilei:

La filosofía [natural] está escrita en ese grandioso libro que tenemos abierto ante los ojos (quiero decir, el universo), pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto.

Hoy, en medio de una pandemia, nos referimos a ideas como “aplanar la curva” (hacer que la derivada sea más pequeña, esto es, bajar la tasa de crecimiento) o al hecho más simple de dejar una “distancia de seguridad” (no debemos estar a un radio menor de dos metros en torno a otra persona porque corremos riesgo de infectarnos).

También sabemos que hay equipos trabajando en modelos que predicen cómo se expande la epidemia y, por tanto, también ayudan a determinar cómo debe ser controlada. Si la vida hubiera transcurrido como hace justo un año, sin la ahora temida COVID-19, probablemente estaríamos, ya al final del curso, hablando del fomento de las vocaciones STEM (prefiero usar este acrónimo al castellanizado CTIM porque nos sitúa en un contexto internacional) remarcando la conveniencia y la necesidad de que los jóvenes estudien carreras con base tecnológica desde diferentes puntos de vista, uno de ellos el laboral, como ya puso de manifiesto la Unión Europea en 2015.

En estos días de confinamiento la tecnología nos ha ayudado a trabajar desde nuestros hogares. Si ya se constataba el año pasado que los empleos relacionados con la tecnología eran muy demandados, ahora precisamente se ha puesto de manifiesto la importancia de los trabajos de ese sector.

Nos hemos podido comunicar con nuestros familiares a los que no podíamos visitar gracias a dispositivos electrónicos (tablets, ordenadores, teléfonos móviles…) y también hacer necesarias reuniones de trabajo a través de diferentes plataformas (seguro que cada lector es capaz de mencionar al menos 5 de estos sistemas de videoconferencia).

Los docentes nos hemos convertido en youtubers por un tiempo y nos enfrentamos al dilema de cómo organizar unos exámenes telemáticamente, con toda la dificultad que eso entraña. Debajo de los algoritmos que hacen que funcionen esos dispositivos están las matemáticas. Hay algoritmos criptográficos que nos permiten firmar documentos digitalmente. Otros algoritmos codifican nuestra imagen y nuestra voz para que viajen, como ceros y unos, a través de la red.

Y en este momento, cuando llevamos años reivindicando las carreras tecnológicas y cuando más estamos usando la tecnología en todos los ámbitos de nuestra vida, aparece un proyecto para una nueva ley educativa que deja la puerta abierta a que las matemáticas, el lenguaje en el que se escribe el conocimiento científico y tecnológico, desaparezcan como materia de obligado estudio en Bachillerato. El proyecto elimina la obligatoriedad de cursar Matemáticas en el Bachillerato de Ciencias y Tecnología y Matemáticas Aplicadas en el itinerario de Ciencias Sociales (ahora, Humanidades y Ciencias Sociales). Esto es, cuanto menos, sorprendente.

Pero no hay nada nuevo bajo el sol: esto ya ha ocurrido y he sido testigo de ello. Trabajo en la Universidad Politécnica de Madrid y en una época he tenido estudiantes que llegaban a estudiar ingeniería sin haber cursado ni matemáticas ni física en Bachillerato. Obviamente, esos estudiantes no conseguían superar el primer curso de una carrera que ya se hacía dura para estudiantes que las habían cursado.

No aprobar tiene malas consecuencias económicas porque el precio de la segunda y sucesivas matrículas de una asignatura se encarecen mucho. La LOMCE ha tenido malas cosas, pero también alguna buena y sensata, como que sea obligatorio estudiar matemáticas en el Bachillerato de Ciencias y en el itinerario de Ciencias Sociales. Esto último también costó. Se pudo conseguir casi en el último momento que, por ejemplo, los futuros estudiantes de Economía cursaran matemáticas en Bachillerato de modo obligatorio.

El Bachillerato en Ciencias Sociales y Humanidades finalmente se diseñó con dos itinerarios: uno para Humanidades (en el que una asignatura de latín es obligatoria) y otro para Ciencias Sociales (en el que lo es una asignatura de matemáticas).

Si esta situación ahora se revierte tendremos que ver cosas como las que ocurrieron en el pasado. Mi experiencia con los estudiantes que no habían cursado matemáticas en Bachillerato es una percepción, pero sí que se ha hecho investigación en esta línea: está demostrado el bajo rendimiento de alumnos que no habían estudiado previamente matemáticas y entraban en facultades de Economía. No es el único caso: lo que yo intuía con mis estudiantes de ingeniería también lo vieron unos compañeros de la Universitat de València, pero ellos lo cuantificaron y publicaron.

Antes mencionábamos un estudio de la Unión Europea, pero también la OCDE ha realizado un informe sobre el futuro de la educación y de los trabajos e incide en los mismos puntos. Cada pocos años nos preocupamos de que España queda mal en las pruebas PISA y casi siempre se culpa a otros factores.

Se debería reconocer que, en realidad, no se están desarrollando leyes educativas, entornos de trabajo y currículos realmente adaptados para el siglo XXI. Tanto desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional como desde las comunidades autónomas no se admiten responsabilidades, pero hechos como el que estamos comentando hoy influyen en los resultados en PISA y en TIMSS (más centrado en matemáticas).

Y España seguirá en inferioridad de condiciones respecto a aquellos que cuentan con profesionales mejor formados capaces de dar respuesta a las necesidades tecnológicas del mundo actual.

Parece que aquí seguimos fieles al “¡Que inventen ellos!” y echamos en falta a Charles Percy Snow, que era consciente de que dos de los colectivos a los que él pertenecía y en los que tenía buenos amigos no eran capaces de ponerse de acuerdo.

Snow era novelista y científico, doctor en Física (aunque también ejerció como político). En 1959 pronunció una conferencia que posteriormente se plasmó en el libro Las dos culturas y la revolución científica. Ponía como ejemplo cómo cambió el mundo en la Revolución Industrial sobre la educación, los contenidos de los programas, la revolución tecnológica del momento y otra que iba a llegar. Ya la tenemos ahí. Las matemáticas desempeñan un papel primordial en esa revolución y debemos ayudar a que nuestros jóvenes estén preparados para ello.

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