Sin pensión de viudedad por cobrar más que su difunto marido

Sin pensión de viudedad por cobrar más que su difunto marido

Silvia Oñate lleva al Parlamento Europeo la lucha de los viudos de parejas de hecho, discriminados y medidos por sus ingresos, cosa que no ocurre con los casados

Silvia Oñate, ante el Congreso de los Diputados.Montserrat Boix / Wikipedia

Esta es una historia de pérdida y de conquista. La de una mujer a la que, cuando la muerte le explota en la cara, se levanta y pelea. Por ella y por los demás. Se llama Silvia Oñate (Alicante, 1971) y esta semana ha comparecido ante la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, en Bruselas, para reclamar que España garantice la igualdad de trato entre las parejas de hecho y las casadas en el acceso a la pensión de viudedad, porque ahora no la hay.

Aunque resulte difícil de creer, cuando fallece uno de los miembros de una pareja de hecho, si el que sobrevive ha ganado en el último año “aunque sea un céntimo más” que el que fallece, no tiene derecho a pensión de viudedad. Si la pareja está casada, no hay problema, el derecho es reconocido sin preguntar condiciones ni revisar ingresos. Por eso Oñate reclama la derogación con carácter retroactivo del artículo 221 de la Ley General de Seguridad Social, que desde 2008 “genera huérfanos de segunda categoría” y “discrimina ferozmente” a las 1.800 familias españolas afectadas por la norma. Hay 1,7 millones de parejas de hecho en nuestro país que son “potenciales sufridoras” de este desaguisado. Porque nadie sabe nunca cuándo “el azar” te puede dar la vuelva a la vida.

En el caso de Oñate, le llegó un día de 2017. Su marido, el médico Jesús Herraiz, con quien convivía desde hacía más de 20 años y con quien tenía dos hijos en común, falleció por muerte súbita. “Lo despedimos por la mañana, le dimos un besito, porque los niños se iban al colegio y yo al trabajo, y al mediodía me enteré de que no había podido ir a recoger al pequeño al colegio, porque ya no estaba… Salió a dar un paseo por el campo [en Castilleja de Guzmán, Sevilla, su pueblo] y sufrió una muerte súbita. A mí me llamó la Guardia Civil, me personé en el cuartel y ya me contaron lo que pasaba, me dieron sus pertenencias y me tuve que volver a mi casa a contárselo a mis hijos. Esa imagen de la carita de mis hijos tras contarles la noticia no se me va a olvidar en la vida”, relata en una pausa en su actividad de estos días en la capital europea.

Pese al “shock” y al “dolor inexplicable”, tuvo una cosa clara: el bienestar y el futuro de esos críos ahora era sólo cosa de ella y por eso apostó por vivir el trance “con fuerza, con la cabeza en otra dimensión pero el corazón con ellos”, para intentar salir adelante. Al mazazo de darse cuenta de que estaba sola para cuidarlos se sumó de inmediato el inicio de una “tortura burocrática” para arreglar el papeleo que conlleva una vida rota. “No es que te pidan un papel ni dos, es que te atiborran a escritos, tienes que ir a Correos, te llega el certificado, muchos documentos que una casi no entiende, porque son confusos, redactados en un lenguaje complejo…”, recuerda.

En mitad de la tormenta, esta periodista de formación -que ha sido diputada socialista en el Congreso y directora del Instituto de la Mujer, entre otras cosas- se acuerda ahora de lo afortunada que se sentía por tener “comprensión lectora media y un carnet de conducir”, porque el ajetreo de viajes, ventanillas y dudas, poco sensible en la mayoría de ocasiones, se hacía complicado para quien no tuviese la formación, los recursos y el círculo necesario para sobrellevarlo. “Puede que vivas en un pueblo lejano o que seas anciana o que no tengas nadie cerca a quien preguntar por una gestión de bancos”, denuncia.

Al final, completó todo el proceso y llegaron las respuestas: la Administración le condecía la pensión de orfandad a sus hijos, pero a ella le negaba la viudedad. Desconcertada, empezó a buscar razones y las encontró en ese artículo 221 que ahora trata de reformar y que dice que sí, que las parejas de hecho registradas oficialmente, con tiempo de convivencia reconocido y con hijos en común, tienen derecho a la prestación por viudedad. “Lo que pasa es que lo perdemos si en el año en curso de la muerte el cónyuge que queda vivo ha ganado un céntimo de euro más. Ese es mi caso”, puntualiza. En ese año, Oñate era directora general de Comercio en la Consejería de Empleo andaluza, un cargo que perdería pocos meses más tarde.

Así que se vio sin cobrar ni un duro y con sus hijos con prestaciones básicas, la media española de la orfandad está en entre 200 y 300 euros, un dinero temporal que debe ser “para el presente inmediato y para el futuro de los críos, no para pagar malamente la luz, el agua o la hipoteca”, que es donde acaban los euros si no hay más ingresos.

  Silvia Oñate, durante su intervención en el Europarlamento.SILVIA OÑATE / EL HUFFPOST

De dónde viene el problema

La norma que impedía a Silvia cobrar esta pensión entró en vigor en 2008, explica. Eso es. esa norma daba la oportunidad de elegir entre dos registros, el de parejas de hecho y el de civil de matrimonios. La fórmula de convivencia que eligieron ella y su “marido” fue, por tanto, “legítima y legal”. El problema es que la ley añadió esas condiciones extra, que “no se contaron en su momento y que casi nadie conoce porque es letra pequeña”.

Esta sevillana de adopción sostiene que, por donde ha ido preguntando, ha ido levantando cejas, primero de incomprensión (“esta señora está trastornada”) y luego, de indignada sorpresa (“hasta jueces que no lo sabían me han tenido que confesar que aquello tan incomprensible era verdad”). O sea, si estás casada todo está en orden, pero si eres pareja de hecho...

Es, denuncia, algo más que un error. “La ley entra en vigor el 1 de enero de 2008 y en febrero de 2009 ya se lleva otra vez al Congreso porque algo falla y todos los grupos reconocen entonces que hay muchas quejas y que esto no se hizo bien y se tiene que corregir. En ese momento, se ponen de acuerdo y asumen que es una decisión anticonstitucional, aberrante, que condiciona la vida de mucha gente, que es discriminatoria… Los partidos mayoritarios votan que hay que arreglar esto pero más adelante. Ese más adelante es clave… han pasado 10 años”, se lamenta.

Por tanto, si error fue, también fue advertido y mantenido, con un “enorme coste” social. Y todo por el azar. “Si se muere la persona que gana menos ya no tienes derecho a la pensión de viudedad. Si se muere la persona que gana más, tienes derecho a ella”, repite. Y estás así de por vida, ya que si se pide de nuevo la revisión de la pensión, se vuelve a mirar la declaración de la renta de ese año del fallecimiento, no miran cómo ha evolucionado el presente laboral y económico del cónyuge que sigue viviendo. En el caso de Oñate, ahora sigue en el paro.

Como recuerda, la viudedad, según el ordenamiento jurídico, no es caritativa sino contributiva, por ella cotizó ella mientras trabajaba y lo mismo hizo su pareja. “Es un derecho adquirido que viene a paliar el menoscabo económico que se produce en las familias con la pérdida de uno de los progenitores. Por eso es una ley mal hecha, con errores, y que hay que revisar porque está generando muchas consecuencias: huérfanos de segunda, viudos y viudas a los que se les complica la vida de qué manera, hasta se generan enfermedades que vienen de esta tensión y desprotección. Esto te explota en la cara en un momento de máxima vulnerabilidad, cuando se supone que debemos estar relativamente protegidos”, se duele.

Batalla a batalla

Tras la inicial reacción de incomprensión, pena y enfado, tocaba actuar. Lo primero que hizo Oñate fue llamar al sindicato al que su esposo estaba afiliado, Comisiones Obreras. “A la señora de la centralita le dije que sus derechos como trabajador habían sido vulnerados, lo que pasaba es que el trabajador afectado llevaba 15 días muerto”. La mujer se quedó de piedra pero le pasó con quien pudo asesorarla y ayudarla. Juntos presentaron la reclamación y la demanda correspondientes.

Aquella lucha personal cuajó poco después en una Asociación, Vida, que empezó uniendo a siete viudas de Sevilla y hoy ya tiene 40 socios en toda España, gente que comparte un mismo estremecimiento vital, unos mismos problemas. Los estatutos de esta entidad acabaron en el Congreso, donde Oñate los entregó a todos los grupos para dar a conocer su causa. Luego, como ciudadana particular, escribió a la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo. Muy pronto se encargó una investigación sobre la materia al Consejo de Europa y el martes pasado Oñate compareció con carácter de urgencia para exponer su pelea.

Aunque hablamos de una legislación nacional y cada estado es soberano en sus normas, Oñate entendía que se están vulnerando vulnera la directiva europea de empleo, el Tratado de Lisboa, la carta fundacional de derechos de la UE... “Hablamos de la protección a los menores, a la infancia, sea cual sea el estado civil de sus padres y madres y su nacionalidad, incide en la vulnerabilidad de los menores, en su exclusión social y económica, en la precarización de sus vidas y en la feminización de la pobreza, porque la mayoría son viudas, mujeres”, abunda.

La presidenta de esta comisión, que casualmente es la popular española Dolors Montserrat, consideró “urgente y necesario” instar al estado español a que modifique la norma cuanto antes y por eso se acordó el envío de escritos a las cámaras españolas para que se dé el paso y se acabe con esta discriminación. Todo un logro que Oñate espera recordar a los grupos políticos del renovado Congreso “en cuanto haya Gobierno”, para que no olviden su promesa de cambio. “Nos gustaría que fuera la primera medida que tomen, pueden hacerlo en la Ley de Presupuestos, en la de brecha salarial, en la de familia...”, enumera.

En VIDA están también muy satisfechos porque una treintena de ayuntamientos, representantes de más de 2,5 millones de españoles, han aprobado ya por enorme mayoría o por unanimidad declaraciones a favor de este cambio legislativo, que afecta a todos, sin distinción de color político.

Todo lo que queda...

Oñate enfatiza que la modificación del artículo 221 es esencial, pero que desde su asociación pelean por mejorar la condición global de los viudos en nuestro país, “que tantas carencias tienen”. Pone un ejemplo detrás de otro: no hay ningún ayuntamiento o administración cercana que aporte un decálogo o unos pasos claros, contando lo que hay que ir haciendo cuando enviudas; carecen de un protocolo de duelo en los colegios e institutos, “con lo delicado que es ese momento de la vuelta para los hijos, cuando van con mucho dolor y con un estado emocional diferente”; no cuentan con ayuda en temas fiscales, de bancos, de seguros, “cuando que hacer mucho trámite”...

Por no hablar de los permisos. “Queremos gritar que nos parece inhumano que cuando se muere tu pareja, el padre de tus hijos, te den dos días de permiso de trabajo. Necesitas reorganizar tus emociones, tu cabeza, toda una reestructuración de tu vida y una rehabilitación de identidad personal y familiar, social. Un respirito, vaya, porque toda la rutina se cambia. Si te operan de corazón tienes meses de baja, nuestra herida va por dentro pero es una herida y toca aclimatarse. Necesitamos un proceso de cuidado para hacer bien el duelo, porque si no se enquista y da problemas. Se muere el pilar de tu vida familiar y al tercer día tienes que estar trabajando. No es lógico”, explica.

Y también quieren tumbar los estereotipos sociales, “un tema que no se suele tratar”. “Venimos de tres tipos de viudas: la muy dolorida que no recupera su vida y se queda encerrada en entorno gris; la mala y negra y la sofisticada y sexificada, que es la viuda alegre”. Eso no es así, insiste: hay muchos tipos de mujeres, jóvenes, de mediana edad, con hijos menores a los que sacar adelante, dándoles calidad de vida, que están “en el mundo” pero quieren estarlo con derechos.

Estos días, al menos, ya cuentan con un espaldarazo inmenso, el de Europa. Ahora hace falta que la maquinaria se mueva en casa.