Un paseo por el Tánger del esplendor de 'Sira', de María Dueñas

Un paseo por el Tánger del esplendor de 'Sira', de María Dueñas

La escritora muestra los principales lugares donde transcurre la segunda parte de la historia que se inició con 'El tiempo entre costuras'.

María Dueñas en el cementerio de St. Andrew's en Tánger.Carlos Ruiz

“Tánger tiene la culpa de que yo haya escrito Sira”. Con estas palabras, María Dueñas deja claro que la ciudad marroquí es parte de la esencia de su novela. La escritora, que empezó su andadura con la ya mítica costurera en El tiempo entre costuras, tuvo claro que si su personaje tenía que volver lo iba a hacer en la ciudad marroquí. Esa que durante los años 40 y 50 brilló con vida propia gracias a su peculiaridad de zona internacional.

Por sus calles se mezclaba el lujo y la ostentación de personajes británicos, franceses y estadounidenses con las gentes locales y la presencia de personas procedentes de Países Bajos, Bélgica o, por supuesto, España. 

La presencia española en Marruecos le viene a Dueñas “por parte de madre”. Y de ahí, su pasión por Tánger y Tetuán, donde ambientó El tiempo entre costuras, y donde vuelve con Sira.

“Mi conexión con Tánger viene por vía materna, mi abuelo llegó muy joven a Tetuán en 1925 cuando empezó a funcionar la administración española del protectorado y posteriormente volvió tras casarse, allí tuvo cinco hijos, la última mi madre, y vivieron en Tetuán hasta 1957. Todas las referencias con las que crecí desde que tengo consciencia eran las de Marruecos y el protectorado, por toda la familia. Y Tánger como la gran ciudad internacional a las que venían a hacer las compras y demás”, explica la autora, que reconoce que no había vuelto desde que estuvo apenas unos días antes del confinamiento de marzo de 2020. 

“Vengo mucho a las dos y he estado viniendo toda la vida, vengo a menudo y me fascina ir rescatando partes del legado que se han ido perdiendo y me parece un territorio ideal para ubicar una novela”, señala la escritora. Para ella, la ciudad “no para de crecer”, lo que supone que es bueno. 

Para ella, la esencia de la existencia de la segunda parte de su exitosa novela se encuentra en las calles de la ciudad y, concretamente, entre las tumbas del cementerio de St. Andrew’s, un lugar bucólico y “nada lúgubre” en el que se encuentran más de 200 tumbas de reputados británicos anglicanos.

Dueñas lo visita asiduamente en uno de sus paseos dominicales cada vez que pasa por Tánger. “En él se encuentran personajes como el corresponsal de  The Times Walter Harris, los miembros de la familia Buckingham”, recuerda la escritora desde el propio camposanto. 

  Tumbas de la familia Buckingham en el cementerio de St. Andrew's en Tánger.Carlos Ruiz

Fue precisamente en ese lugar donde recibió un libro con todos los obituarios de los allí presentes, que leyó cuidadosamente en el avión de vuelta a España y le encendió la bombilla. “El conocer de dónde venían, quiénes habían sido y qué fue de sus vidas aquí me despertó la curiosidad de saber más de ellos”, relata. “Me apetecía recuperar Tánger como escenario de novela porque había mil cosas que contar, todas estas gentes que están aquí tienen dentro una gran historia”, recuerda. “Empecé a pensar que quién me censuraba, quién me imponía no volver a Tánger y recuperar todo ese mundo tan fascinante. Decidí que nadie me lo prohibía excepto yo misma, así que me retiré el veto y decidí volver a Tánger de la mano de Sira, si hubiese sido con otro personaje sería traicionarla”, explica.

“Quería revitalizar el legado del mítico Tánger internacional tan espléndido que ya está cayendo en el olvido, que tan poco ha sido tan tratado en la literatura contemporánea”, apunta.

El cementerio, según cuenta la autora, estaba en el extrarradio de la ciudad hasta que, con el paso del tiempo se integró totalmente en la ciudad, y en su iglesia anglicana se pueden ver las distintas culturas y religiones presentes en Tánger: hay tres conchas de Santiago de Compostela, placas hebreas, inscripciones del Corán y algunas referencias a la iglesia ortodoxa rusa.

Tras pasar el Zoco grande o de fuera, un zoco comercial a donde acudían los agricultores con sus cultivos e incluso con animales a comerciar con ellos, se llega a la kasbah, la zona amurallada de la ciudad o más céntrica. 

“Esto era una zona muy humilde, donde no había facilidades de ningún tipo y Bárbara Hutton, dentro de su exotismo y su extravagancia se quiso venir a esta zona”, explica Dueñas, quien relata en Sira cómo la kasbah incluso se veía como una zona denostada o poco apropiada para una vivienda lujosa.

  María Dueñas en la kasbah de Tánger.Carlos Ruiz

De ahí que Hutton se encontrase con varias dificultades para adaptar su vida a la ciudad amurallada de Tánger. El primer inconveniente fue su Rolls Royce. “Su coche no cabía y pidió que le ensancharan la puerta de la kasbah y, entonces, consiguió algo inédito hasta entonces, y todavía hasta ahora, que fue que la casa Rolls Royce le hiciera un modelo exclusivo para ella”, señala Dueñas.

“El paraíso existe y está aquí, aquí y aquí”, se puede leer en una inscripción en el espectacular patio de Sidi Hosni. Se trata de uno de los lugares más insólitos del Tánger de esa época del esplendor, la residencia de Bárbara Hutton a la que Sira acude en la novela a investigar y acaba comprometiéndose a hacer unas cortinas con unas telas para la socialité. 

  Inscripción en el patio de Sidi Hosni.Carlos Ruiz

“Esta era la residencia de verano de Hutton, para despedirla hacía unas fiestas con todo tipo de extravagancias, que trajeran las flores en aviones privados desde París… Se convirtió en la fiesta del año”, cuenta Dueñas. Según recuerda, la aristócrata estadounidense mantuvo esta residencia hasta el final de sus días y actualmente está mantenida por varios propietarios que sostienen los siete apartamentos de su interior, incluido el de Hutton con una impresionante piscina con sus iniciales, BH.

“Tal era su idilio con la ciudad que dijo que quería ser enterrada en Tánger, aunque finalmente lo hizo en Los Angeles y con 3.000 dólares en el banco”, recuerda Dueñas. 

  Parte del palacio Sidi Hosni de Bárbara Hutton en Tánger.Carlos Ruiz

Situados en el Zoco Chico, lo que es para muchos el centro neurálgico y más emblemático de Tánger están el Central y el Fuentes, el primero de los monárquicos y el segundo de los republicanos. Allí, como bien recuerda Dueñas, acababan tirándose vasos e incluso a pedradas, día sí y día también. La presencia española se refleja incluso en algunas de las calles de la Medina, como la calle Curro a las 11, cuyo origen sigue siendo un misterio.

Tal y como recuerda Dueñas, Pío Baroja la comparaba con la Puerta del Sol. “Aquí la gente anda, va, viene y se cuenta todo, pero sobre todo, se miente”, dijo Baroja. Y precisamente allí se cuece todo, aunque la pandemia del covid-19 y el cierre de fronteras marroquíes con España por tierra y mar han hecho sus estragos en el turismo.

En la época en la que se ambientó Sira este zoco también tenía otro esplendor y el bullicio de sus calles era muy distinto al de hoy día. “Los judíos ponían cajetines para el cambio de divisas, se cantaba la prensa de todos los países en todos los idiomas…”, relata Dueñas.

Otro establecimiento mítico de la ciudad tangerina es el Café Baba, donde acudían los Rolling Stones con relativa asiduidad en cada una de sus visitas mientras labraban su amistad con Paul Bowles y se integraban con todos los beats de la época que se movían por ese Tánger internacional.

“Donde hay una pensión de mala muerte estaba una de los primeros consulados españoles”, relata Dueñas sobre un pequeño edificio situado en la plaza del Zoco Chico. La presencia española en la ciudad tangerina parece un espejismo que fue real hasta el 1956 cuando Marruecos se independizó.

Símbolo de la presencia española en ciudad marroquí es el mítico Gran Teatro Cervantes, por el que han pasado artistas como Lola Flores, Manolo Caracol, Imperio Argentina, Carmen Sevilla o Juanito Valderrama. Incluso se cree que la canción El emigrante de Valderrama tiene su origen en Tánger tras encontrarse con un hombre con el que había luchado en la batalla de Brunete. 

“Te da pena que haya cosas que se van perdiendo, pero es ley de vida”, explica Dueñas sobre el cambio que ha habido en la última mitad del siglo XX y XXI de la ciudad. El caso del Cervantes es especialmente sangrante ya que ha estado años abandonado y fue regalado a Marruecos, que actualmente está rehabilitándolo.

También sigue manteniéndose la zona conocida como Iberia, por la presencia de las oficinas de la empresa española. En esas calles se sitúan el colegio e instituto españoles, el Instituto Cervantes y el consulado de España. Una “marca España” que está presente hasta en la Avenida Mohamed VI, donde las palmeras presentes se dicen que son de Elche debido a una donación del Estado español.

  Vista del Zoco Grande de Tánger.Carlos Ruiz

Para incluso los tangerinos, las novelas de Dueñas fascinan por su rigor histórico. Tal y como se comprobó en la presentación del libro en el Instituto Cervantes de Tánger, donde muchos de los asistentes le comentaban con detalle lo bien documentada que estaba la historia.

La escritora revela que esto se debe a su formación académica como profesora universitaria. “Quiero que todo esté sostenido, que esté fielmente contado para que tenga una verosimilitud y no se tambalee. He trasvasado esos criterios de los trabajos académicos a la escritura de ficción”, señala.

“Investigo muchísimo, meses antes de empezar a escribir el capítulo 1, me paso mucho tiempo documentándome primero por obras especializadas, pero también mucha prensa de la época, diarios si los hay, novelas del momento… De ahí voy descendiendo, a saber los menús o las ropas de la época”, explica.

Recuerdo en un día que tendría que haber escrito una página y media, haber estado investigando si las habitaciones del hotel Cecil daban al mar o a la terraza

Tal es su minuciosidad que admite dedicar en ocasiones más tiempo a esas descripciones detalladas que a la narración en sí. “Recuerdo en un día que tendría que haber escrito una página y media, haber estado investigando si las habitaciones del hotel Cecil daban al mar o a la terraza”, señala. “Al final no son determinantes, pero a mí me da seguridad”, apunta la autora, quien recalca que esa descripción detallada le da un “aliño costumbrista” a la historia.

Con respecto a su personaje, la escritora cuenta que ha evolucionado con respecto a El tiempo entre costuras. “Sira es más madura, más escéptica, le han tocado muchas cosas en la vida. Ya es madre y sabe aguantar las cosas que le pasan sin que la altere tanto. Combina su vida de madre con sus compromisos en la vida pública y no quiere limitarse a recluirse como tantas mujeres de la época por la maternidad. Hace que no dé un paso atrás”, señala la autora.

A pesar de esa evolución, Dueñas no se plantea por ahora escribir una tercera parte. “Se tiene muchas ganas, pero quiero que la novela vuele, se asiente, que llegue a los lectores, que haga la gira, las traducciones, etc.”, explica. Eso sí, anuncia que está trabajando en una nueva serie, que ocurrirá en la época actual, y no descarta una adaptación audiovisual de estas nuevas aventuras de la mítica costurera y espía.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es