Sit and talk

Sit and talk

En la política española y en las webs de noticias no se habla, se grita de forma unidireccional: no hay conversación posible.

  Pedro Sánchez saluda a Oriol Junqueras.El HuffPost

Muchas veces he oído decir que los españoles son muy dados a quejarse en la intimidad, pero no aprovechan la oportunidad de expresar su malestar en un estamento relevante u oficial. Nunca me ha convencido que este rasgo sea especialmente español, sino más bien universal, pero en el caso de la crisis política actual he de decir que se está cumpliendo a rajatabla.

Cada día entiendo mejor lo realmente heroico de la Transición: españoles no afines ideológicamente se sentaron a hablar. Y resolver. No existe el uno sin el otro. Cierto es que ninguno temía perder seguidores en Twitter.

La comunicación consiste en burbujitas inmaculadas, independientes, lanzadas en redes

En la política española y en los portales mediáticos —donde se hace eco, demasiado fiel y machaconamente, de lo que dicen los políticos— no se habla, se grita. Son gritos unidireccionales, no hay conversación posible. Se grita que unos están ultrajando la Constitución, que otros tienen las manos manchadas de sangre, que estos perpetran golpes de estado y aquellos lo permiten.

De hablar, poco.

Ganador de unas elecciones pero lejos de la mayoría parlamentaria, Pedro Sánchez no se sentó a negociar más que un par de días en cinco meses, de abril a septiembre. También hubo quien directamente se negó a sentarse una horita con el presidente en funciones —cosas más importantes tendría en su agenda—.

  Manuel Fraga y Santiago Carrillo.Susana Vera / Reuters

Cuando ardían las barricadas y llovían las piedras en las calles de Barcelona, Sánchez tampoco cogió el teléfono al presidente del Govern. La comunicación consiste en burbujitas inmaculadas, independientes, lanzadas en redes, mensajitos perfectamente diseñados para fidelizar a los clientes de cada marca. Se busca el refuerzo de la autoidentificación (víctima, patriota indignado…) y de la identificación del enemigo. A Sánchez, por ejemplo, la derecha se ha empeñado en identificarle como un “peligro para la democracia” y “socio” de los “golpistas”, sea cual sea el estado real de sus alianzas políticas, o la falta de ellas.

Al final, de tanto tirar esos epítetos como granadas desde las trincheras el espacio entre unos y otros asemeja a una tierra de nadie imposible de transitar sin peligro. De nuevo pienso en la distancia que tuvieron que recorrer individuos como Suárez y Carrillo, y me quito el sombrero. Por otro lado, y quizá en parte por la épica que supuso tejer la Transición, se ha creado tal mito sobre la fraseología de la Constitución que plantear cambios se tilda de herejía.

Los integristas constitucionalistas tampoco aportan soluciones a la división sobre Cataluña

Los integristas constitucionalistas tampoco aportan soluciones a la división sobre Cataluña, donde, no nos olvidemos, una gran mayoría ve bien que haya un referéndum y ve mal que se meta en la cárcel a los líderes independentistas. La respuesta meramente judicial al procés no ha hecho más que polarizar las posiciones, y, algo de crédito ha perdido España fuera, donde jueces y fiscales de varios países europeos discrepan de una manera rotunda con las valoraciones de los tribunales españoles.

Nunca va ser fácil una negociación sobre el futuro de Cataluña: un referéndum imposible; la vaga idea del federalismo parece olvidada por los dos lados; más competencias, pero ¿cuáles quedan?; o un pacto fiscal que dañaría los principios de la solidaridad interterritorial.

Esa unidad táctica entre grupos catalanes tan dispares en todo menos la independencia debería ser objetivo a batir para un demócrata español con astucia

Me parece altamente improbable que el conflicto vaya a desvanecerse por sí solo, y no quiero ni pensar en donde podría llegar si la incomunicación actual se enquista aún más. Sólo el que habla tiene la posibilidad de seducir, de tentar. Esa unidad táctica entre grupos catalanes tan dispares en todo menos la independencia debería ser objetivo a batir para un demócrata español con astucia.

Se han cometido muchos errores, como forzar unas cuartas elecciones en cuatro años y las maniobras ilegales de Puigdemont y Cía. Quizá esto es la razón más básica por lo que estamos condenados a entenderse por el uso de la palabra, porque nadie está en posesión de la verdad absoluta. Hasta aquí hemos llegado: el precio de formar gobierno de izquierdas es una negociación con partidos independentistas con mediador y temario libre.

Hablen.