'Solar Impulse': el futuro ya no es lo que era

'Solar Impulse': el futuro ya no es lo que era

Algunos ven en el Solar Impulse un juguete extravagante, construido por pura apuesta. Nadie espera que la energía fotovoltaica pueda hacer volar aviones de transporte. El objetivo del proyecto, sin embargo, no es afirmar un nuevo modelo de negocio, sino demostrar un hecho y promover una idea: el hecho es que la tecnología solar moderna está madura para afrontar los retos más ambiciosos.

REUTERS

Un nuevo icono nace en estos días. Es la silueta de Solar Impulse, el avión majestuoso y frágil que está dando la primera vuelta al mundo con energía solar.

Ha partido desde Abu Dhabi el 9 de marzo, y se encuentra ahora en China, desde donde despegará en los próximos días para cruzar el Pacífico, hacer escala en los EEUU, y finalmente salir desde Nueva York para cruzar el Atlántico. El principio y el final de su aventura se sitúan en Abu Dhabi, donde se encuentra la sede central de IRENA, la Agencia Internacional de las Energías Renovables, y Masdar City, la ciudad solar diseñada por Sir Norman Foster. Se puede acceder en tiempo real al plano de ruta, al vídeo y a los datos que transmite el avión.

Algunos iconos sobreviven a sus orígenes. Buscad en la web "uno de los iconos más perdurables del siglo XX" o "el avión más famoso y reconocible del mundo." No encontraréis el Solar Impulse, sino la celebración del glorioso Concorde, el primer y último avión de pasajeros supersónico, en servicio desde 1976 hasta 2003. Sin embargo, con el nuevo siglo se puso la última piedra sobre la tumba del Concorde y se colocó la piedra fundacional del proyecto Solar Impulse. Los dos aviones revolucionarios tienen nada en común. Sin embargo, tal es su fuerza como iconos de la aviación y como símbolos, cada uno de su siglo, que vale compararlos.

El Concorde, heraldo de una nueva era

El Concorde era un peso pesado, material y políticamente. Como joint-venture financiada por los gobiernos francés y británico, el avión era una expresión de la grandeur pan-europea de los años 60, a pesar de que los dos gobiernos pelearan largamente sobre la "e" final de su nombre. Pesaba 184 toneladas, cargaba 96 toneladas de queroseno y tenía una capacidad potencial de 100 pasajeros -aunque como media llevaba 65. Volaba de Londres a Nueva York en tres horas y media a una velocidad de 2200 km/h; su proyecto costó 20 mil millones de euros a precios de hoy. Las hipérboles se derrochaban: "¡Llegue antes de salir! Speed sell seats"(La velocidad vende plazas). Se prometía así el futuro de la aviación: 400 jets supersónicos habrían surcado los cielos en el año 2000. Sin embargo, esa joya de la tecnología fue un fiasco económico y ecológico.

En comparación con los aviones convencionales, la velocidad del Concorde era más del doble; su consumo era el triple; el coste de un pasaje, hasta diez veces más. Esencialmente, era un depósito de combustible gigante, con un área relativamente reducida para sus adinerados pasajeros. Era el único avión de pasajeros donde el combustible pesaba más que todo el resto. Debido a su excesivo ruido en el despegue y a la detonación ensordecedora cuando superaba la barrera del sonido, en poco tiempo fue prohibido o rechazado en la mayoría de los aeropuertos.

Para complicar las cosas, los precios del petróleo aumentaron fuertemente en los años 70. Muy pronto, todas las compañías aéreas, excepto dos, anularon sus decenas de pedidos. Finalmente, British Airways y Air France, ambas de propiedad estatal, tuvieron que apechugar con los costes exorbitantes de una docena de avones, que recién salidos de la línea de fabricación ya eran obsoletos. En la teoría de juegos, "Efecto Concorde define el caso en el que una empresa es tan grande, que los costos de abandonarla son superiores a lo que ya se ha gastado. Una especie de precursor del "too-big-to fail" ("demasiado grande para quebrar").

A pesar de que los dos gobiernos subvencionaban una parte del coste del pasaje, los ingresos no cubrían los costes operativos, y no hablemos siquiera de los relativos a la investigación, el desarrollo y la construcción. La apariencia del Concorde era esbelta, pero como aeroplano encarnaba el triunfo de la fuerza bruta y del ego. El exceso de peso, la potencia y la velocidad que hemos mencionado producían un desperdicio de energía, un ruido y una contaminación del aire aún mayores. Era un avión "futurista", como Filippo Marinetti hubiera apreciado. El icono de un siglo de excesos insostenibles.

Solar Impulse - ¿El icono de otro siglo?

Observad ahora el Solar Impulse, una inmensa libélula que vuela con un ligero zumbido. Con su envergadura de 72 metros, es tan ancho como el avión de pasajeros más grande del mundo, el Airbus 380, pero sólo pesa 2,3 toneladas. Su velocidad de crucero es de menos de 100 km/h; el proyecto costó €100 millones. Los vientos fuertes lo ponen en dificultades; su potencia media es de sólo 8 caballos; transporta un único pasajero en miserables condiciones de confort; despega a la velocidad de una bicicleta. Una descripción tal corresponde exactamente a dos aviones: el Solar Impulse de 2015, y el Wright Flyer de 1903. Ambos dieron prueba de algo que se consideraba imposible: volar con un motor de combustión el Wright Flyer, o con motores eléctricos alimentados por paneles fotovoltaicos el Solar Impulse. El motor de combustión fue el invento que más haya cambiado la faz de la tierra, marcando el comienzo de un siglo de devastación ambiental sin precedentes. ¿Qué papel tendrán en el presente siglo las tecnologías de la energía solar y de las demás energías renovables?

Bajo la bandera solar

Algunos ven en el Solar Impulse un juguete extravagante, construido por pura apuesta. Nadie espera que la energía fotovoltaica pueda hacer volar aviones de transporte. Sus aplicaciones tecnológicas posibles conciernen más bien ciertas innovaciones. Por ejemplo, en el campo de las telecomunicaciones. No es casualidad que Google, Swisscom y otras grandes industrias tecnológicas estén entre sus patrocinadores. El objetivo del proyecto, sin embargo, no es afirmar un nuevo modelo de negocio, sino demostrar un hecho y promover una idea. El hecho es que la tecnología solar moderna está madura para afrontar los retos más ambiciosos. La idea es que éste ha de ser el siglo de las energías renovables.

Esta idea suscita controversias. Sin embargo, entre las ideas hoy en circulación, quizás ésta sea la más significativa históricamente. En un mundo donde proliferan los conflictos, es una idea pacífica y pacificadora. Decenas de millones de personas están consagrando el propio trabajo a hacerla realidad. Es una idea ambiciosa, porque preconiza para miles de millones de personas un cambio de consecuencias milenarias. También es un idea pragmática, porque apunta a la que probablemente sea la única vía que nos permita superar la crisis climática y los conflictos mundiales en torno a la energía.

100 por ciento de la energía de fuentes renovables

Solar Impulse es un prototipo experimental. Pero aquello que representa -la excelencia tecnológica en las energías renovables- ya es un factor consolidado, que crece rápidamente en el mercado global. A largo plazo, el costo unitario de la energía renovable sigue disminuyendo, mientras que los costos de la energía atómica y de la mayor parte de los combustibles fósiles o están aumentando o son volátiles. Aunque muchos la consideren poco realista, la visión de una Europa que a partir de fuentes renovables, primero generará toda su electricidad y, a continuación, cubrirá casi todo su aprovisionamiento energético, está motivando a un número creciente de científicos, ingenieros, inversionistas y políticos.

No es casualidad que los fundadores y pilotos de Solar Impulse, Bertrand Piccard y André Borschberg, sean suizos, como lo es la tecnología del avión. El Gobierno helvético decidió en 2002 que Suiza será una "sociedad de 2000 vatios" en la segunda mitad de este siglo, reduciendo en dos tercios el uso per cápita de energía primaria, utilizando principalmente las energías renovables y prácticamente abandonando los combustibles fósiles. Si con la energía renovable se puede dar la vuelta al mundo volando -dicen los pioneros del proyecto- ¿por qué no se podría alimentar con ella un refrigerador o un ascensor, a través de la red eléctrica, o incluso directamente? Schindler, otro compañía suiza que patrocina el Solar Impulse, ya tiene a la venta un ascensor solar.

Si la silueta de Solar Impulse se convertirá en un icono popular de la era de las energías renovables y acelerará su llegada, éste será su logro más importante. En conclusión, si comparamos los iconos del Concorde y del Solar Impulse, ¡el futuro ya no es lo que era!