'Take a Ride on the Wild Side'

'Take a Ride on the Wild Side'

Mötley Crüe en 2012.Wikipedia

Al principio de los años 1980, cuando el Sunset Strip de Hollywood estaba a punto de convertirse en un bullicioso remanso de libertad, excentricidad y excesos; cada uno llevado al extremo, le seguía faltando una banda sonora que se amalgamase con un escenario efervescente que reclamaba a grito pelado su dominio sobre la noche y la diversión. Llegaría pronto con Mötley Crüe.

A escasos días tras el estreno de la biográfica The Dirt en la plataforma Netflix, numerosas han sido las críticas negativas que emanan de unas plumas que tal vez no hayan entendido la esencia de lo que se cocía en las callejuelas perpendiculares a las grandes avenidas del Strip en aquellos endemoniados 1980. A menudo, se tacha la película de grotescamente vulgar o se le reprocha excederse en la plasmación de una antología de anécdotas de gusto dudoso en lo sexual, lo narcótico o lo escatológico que, a pesar de todo, contribuyó a moldear la leyenda de los cuatro caballeros de Crüe. Lamentablemente, la principal tarea en la que fracasan a menudo quienes han tachado The Dirt de excesivamente grosera es el no caer en la cuenta de que el filme no consiste sino en un fiel reflejo de lo que suponía ser joven adulto o menos joven en el seno de la vida nocturna de aquel punto de Hollywood.

Quienes amamos la escena del hard rock estadounidense de los años 1980 —y es que, al igual que Eddie Trunk, famoso animador de la radio SiriusXM especializado en dicha escena, se ha de rechazar la etiqueta “glam metal” por peyorativa y por reducir los Ratt, Dokken y otros Cinderella a un estilo capilar y maquillaje excéntricos—  sabemos que nada es exagerado en The Dirt. Es más, relatos como la inhalación de rayas de hormigas al borde de una piscina por Ozzy Osbourne en una gira en la que los Crüe eran su telonero o la muerte efímera de Nikki Sixx, bajista y líder de la banda californiana, tras una sobredosis de heroína, aluden a hechos reales. En efecto, Sixx fue reanimado en la ambulancia por un paramédico aficionado de Crüe mediante un doble pinchazo de adrenalina en el pecho antes de regresar a casa, grabar un mensaje en el contestador de su teléfono indicando que no se encontraba en casa porque había muerto, volver a inyectarse y sufrir una nueva sobredosis que marcaría el punto de inflexión y el inicio para él de la vía de la desintoxicación. He aquí una hazaña que pasaría a la posteridad gracias al tema Kickstart my Heart, presente en Dr. Feelgood que se lanzaría al mercado en 1989 y cuya producción recayó en nada menos que en Bob Rock. Se trata del álbum de estudio de la banda que más copias vendió.

Hace uno días, hablando con mi hermano Lorenzo de Turín al respecto, evocábamos el accidente de tráfico de Vince Neil, el cantante de Mötley Crüe, antes de la publicación de Theatre of Pain, tercer álbum de estudio de la banda, en 1984, en el que su De Tomaso Pantera embistió otro vehículo mientras conducía ebrio tras salir a comprar más bebidas alcohólicas para una fiesta que se celebraba en su casa. El accidente en cuestión no habría pasado a la historia de las tragedias si no fuese porque causó la muerte de Razzle Dingley, baterista británico de la banda Hanoi Rocks, que se encontraba en el asiento del copiloto. Dicho esto, Lorenzo y yo tuvimos la suerte de ver a Mötley Crüe en 2011 en Birmingham (Reino Unido) en un concierto en el que también actuó Def Leppard, que, dicho sea de paso, acaba de ser entronizado de merecida forma en el Salón de la Fama del Rock and Roll (Rock and Roll Hall of Fame). Decía, pues, Lorenzo que, al fin y al cabo, los excesos de Mötley Crüe no eran sino el reflejo de un estilo de vida en una época y un lugar claramente determinados y que todos cometemos errores. Añadió que los excesos de Mötley Crüe consisten en simples manifestaciones de los excesos de la sociedad occidental de su época y hábitat. En efecto, Lorenzo piensa que las orgías de alcohol y de cocaína, el sexo desenfrenado, las sobredosis y los accidentes de tráfico pueden concebirse como la sublimación de lo que la sociedad del consumismo desenfrenado tiene de más (auto)destructivo. Es la vida real y muchos elegimos ese modo de expresar nuestro grito o nos lo planteamos como una válvula de escape mientras que también podemos elegir una vida más sobria alejada de semejantes paraísos artificiales y de la superficialidad.

Numerosas han sido las críticas negativas a 'The Dirt' (Netflix) que tal vez no han entendido la esencia de lo que se cocía en el Strip en aquellos endemoniados 1980.

Afortunadamente, en el 2019, se puede decidir vivir de forma más sana inmortalizando momentos de nuestra vida con el fin de exponerlos en Instagram en búsqueda de la legitimación y el reconocimiento multitudinario calculables con likes. Podemos engullir horas de programas televisivos que nos dan a entender gracias a jóvenes Afroditas y Apolos operados y estéticamente perfectos, pero con la cultura general de un pez, que nuestras existencias no están tan mal. Por último, practicamos el coito gracias al grandioso Tinder con parejas desechables cuyas ocupaciones o aficiones ignoramos.

En definitiva, hemos de ver The Dirt, adaptación cinematográfica del libro epónimo escrito, con la ayuda de Nick Strauss, por Nikki Sixx, Vince Neil, Tommy Lee y Mick Mars, y que cuenta con un presupuesto mucho más modesto que la multi-galardonada Bohemian Rhapsody, como una serie de instantáneas que sorprenden por su crudeza, pero que no dejan de ser muy fieles respecto a lo que era vivir en el Strip en aquellos maravillosos 80. Por lo demás, y a modo de condensado, siempre nos quedará la letra de la irreverente y blasfematoria Wild Side, publicada en 1987 el cuarto álbum de estudio de Mötley Crüe, Girls, Girls, Girls, y que comienza así:

Kneel down ye sinners

To Streetwise religion

Greed’s been crowned the new King

Hollywood dream teens

Yesterday’s trash queens

Save the blessings for the final ring

Amen!

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