Tiempos de crisis, triajes y rastreadores

Tiempos de crisis, triajes y rastreadores

La 'krísis' actual se vence con el conocimiento de los expertos. No nos queda más remedio que confiar en ellos si queremos superarla.

Personal sanitario dialoga con una usuaria en L´Hospitalet.SOPA Images via Getty Images

Uno de los vocablos médicos que más éxito ha tenido a lo largo de la historia ha sido, sin duda, “crisis”. Desde la medicina este término surfeó hacia disciplinas tan dispares como la política, la economía o la historia, en donde echó raíces.

Su origen es griego –krísis– y fue acuñado por el mismísimo Hipócrates, el padre de la medicina, allá por el siglo quinto antes de Cristo. Con él se refería al cambio rápido que se producía en una enfermedad, que podía ser hacia la curación o hacia la muerte. 

La krísis es un momento de incertidumbre, que refleja nuestro lado más humano, nuestra vulnerabilidad y fragilidad como especie. Impera una obsesión desmesurada hacia la inmediatez, a desear encontrar respuestas que no se pueden obtener y que no son más que el reflejo del desconocimiento de lo que va a suceder. 

Es precisamente en ese escenario cuando cobra valor la figura del “experto”, esa persona que puede hacer girar el peso de la balanza hacia un sentido u otro en base a sus conocimientos.

Desde hace meses los expertos epidemiológicos nos han explicado que para alcanzar la ansiada inmunidad frente al coronavirus contamos con dos estrategias básicas, bien superando la enfermedad o bien mediante la vacunación. Todavía no disponemos de la segunda opción, por lo que no tenemos más remedio que centrarnos en la primera.

Amparados en su cátedra han defendido la existencia de dos sendas de protección, una la inmunidad colectiva –de rebaño–, para lo cual se estima que debe de haber más del setenta por ciento de la población protegida, y la otra la individual. 

A nadie le pasa desapercibido que el confinamiento lacera la economía mientras que la inmunidad de rebaño perjudica a nuestros mayores. ¡Qué importante es hacer un buen triaje!

La mayoría de los países optó, desde el principio de la pandemia, por la estrategia individual, hondeando la bandera del confinamiento en aras de conseguir la inmunización masiva sin sobrecargar las UCIs y limitando al máximo el número de fallecidos. Este tipo de medida es lo que podríamos llamar “contención adaptativa”, puesto que se fundamenta en la limitación de los contactos sociales y en potenciar las medidas higiénicas.

La elección de una estrategia u otra es de una enorme trascendencia, que requiere previsión y gestión de riesgos. Bajo ella subyace la existencia de un triaje político: ¿salvaguardamos la economía o la salud? A nadie le pasa desapercibido que el confinamiento lacera la economía mientras que la inmunidad de rebaño perjudica a nuestros mayores. ¡Qué importante es hacer un buen triaje!

Triaje es otra palabra de origen médico que ha cobrado enorme protagonismo en estos meses. El primero en utilizarla fue un médico de los ejércitos napoleónicos –el doctor Larrey–, que llegó a participar en la batalla de Trafalgar y en la de Waterloo. Este galeno implementó que los soldados heridos en el campo de batalla que debían recibir la primera atención –sin importar rango o distinción– debían ser los más graves.

Con el alivio de las medidas de confinamiento, eso que los políticos han bautizado como desescalada, la figura del “rastreador” es clave para evitar la aparición de rebrotes y caminar hacia la senda de la “nueva normalidad”. Los orígenes de este nuevo actor epidemiológico se remontan al siglo diecinueve.

En 1854 se desencadenó una epidemia de cólera en Londres, en un momento en el que se pensaba que el desarrollo de la enfermedad estaba en relación con los malos olores y no con la ingesta de agua contaminada.

En tan sólo dos semanas casi setecientas personas que residían en la zona del Soho fallecieron. John Snow, un anestesista que había atendido a la reina Victoria en uno de sus partos, dibujó un mapa con los fallecimientos y observó que la mayoría se producía en torno a las inmediaciones del surtidor de Broad Street.

La 'krísis' actual se vence con el conocimiento de los expertos. No nos queda más remedio que confiar en ellos si queremos superarla.

Snow, con la ayuda del reverendo Whitehead, realizó un estudio de campo, encuestó a las familias afectadas y determinó que en todos los casos fatales se había consumido agua de esa fuente pública. También visitó una cervecería cercana -con setenta trabajadores- en donde no había habido ningún caso de cólera, una paradoja que explicó porque tenían permiso para consumir cerveza libremente y la habían preferido antes que el agua.

Snow propuso a las autoridades clausurar la fuente y quitar la manija que activaba el suministro de agua de la bomba. Con esta simple medida el brote se contuvo, a pesar de que la comunidad manifestó su disconformidad al ser privados del agua.

Una preciosa historia en la que la ciencia y el empirismo ganaron el pulso a la superchería y que nos lleva a una reflexión: la krísis actual se vence con el conocimiento de los expertos. No nos queda más remedio que confiar en ellos si queremos superarla.