Tras el país de las tripas

Tras el país de las tripas

Últimamente, algunas sobremesas de la emigración española en Loja están que arden con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Y en poco tiempo, también tendremos reforma del Código Penal: endurecerá algunas penas para delitos especialmente graves, pero también acotará la protesta política.

Algunos lo consideran un excéntrico y otros uno de los filósofos más originales de nuestra época, pero Slavoj Zizek no deja indiferente a nadie que lo haya leído. Yo me encontré con sus libros varias veces durante mi tesis doctoral y lo tengo desparramado en algunas citas como esta:

"Nos sentimos libres porque nos falta el lenguaje para articular nuestra falta de libertad [...] los principales términos que utilizamos para designar el conflicto actual, 'guerra contra el Terrorismo', 'democracia y libertad', 'derechos humanos' son términos falsos, que mistifican nuestra percepción de la situación en lugar de permitirnos pensarla. En este preciso sentido, nuestra propia libertad sirve para enmascarar y sostener nuestra más profunda falta de libertad".

Bienvenidos al desierto de lo Real.

Hay un retrato de Slavoj Zizek en las paredes de La Mancha del Quijote, el bar en el que los emigrados españoles se reúnen cada viernes en la ciudad de Loja, al sur de Ecuador. Es una casona colonial con suelos de madera y un toque ligeramente alternativo. A veces hay Jazz. Y otras, algún cantautor desgarrado con pinta de ir a cortarse las venas. Y cuando se acaba la música, algunos emigrados se dedican a construir un lenguaje para reflexionar sobre la libertad en España.

Aflojadas las cuerdas del miedo y con la perspectiva de un trabajo digno, sin el terror a que el banco te devore por no pagar una cuota de un préstamo de estudios, la mente se vuelve lúcida y las preguntas fluyen, como fluye el agua estancada y sucia cuando se remueve un tapón de mugre de la tubería: ¿Este Gobierno habrá tomado la decisión de recortar dinero en universidades para obligar a que una parte importante de la masa crítica se marche de España? ¿Por qué el dinero de los bancos rescatados no fluye a la gente? ¿Será que esperan hasta que el Gobierno acabe con su programa de desmantelamiento del Estado del Bienestar para empezar a soltarlo? ¿De verdad una multa millonaria a quien tenga una placa solar no declarada en casa? ¿Le debe algo el ministro Soria al lobby de las eléctricas? ¿Qué clase de enchufismo crónico coloca con un sueldo de asesor en el Ayuntamiento de Madrid a Ángel Carromero, un condenado a prisión, mientras tanta gente talentosa se pudre en el paro?

Últimamente, algunas sobremesas de la emigración española en Loja están que arden con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Y en poco tiempo, también tendremos reforma del Código Penal: endurecerá algunas penas para delitos especialmente graves, pero también acotará la protesta política que, hasta la fecha, no ha sido, ni de lejos, tan violenta como en países como Grecia.

En otra época no muy lejana, las cadenas perpetuas revisables para terroristas, asesinos o violadores hubieran servido para satisfacer la frustración política de algunos de los que protestan. Contra la Ley de Seguridad Ciudadana o contra cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, las ansias de vengar a la víctima de un malvado nacen a veces de las tripas y se confunden con muchas otras cosas. Es esa cosa tan española de "esto lo arreglaba yo con..."

Pero en España o en la Emigración ya no hay nada que alivie nuestro infortunio a no ser que nos devuelva la felicidad de vivir en un país mejor.

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Jorge Berástegui, nacido en La Laguna (Tenerife) en 1980, estudió en La Escuela UAM/EL PAÍS y luego se doctoró en Lenguas Modernas y Literatura por la Universidad de Alcalá. Tras ocupaciones varias en países diversos, ahora trabaja en El Huffington Post como editor de blogs.