La 'foto finish' de Bush y Gore en 2000: el precedente al que miran ahora Trump y Biden

La 'foto finish' de Bush y Gore en 2000: el precedente al que miran ahora Trump y Biden

El Tribunal Supremo tuvo que decidir quién era el presidente de EEUU. Y ganó el republicano. Florida tuvo la culpa.

George W. Bush, presidente electo en ese momento, saluda al entonces vicepresidente de EEUU y su adversario a la presidencia, Al Gore, el 19 de diciembre de 2000, en Washington. Mark Wilson via Getty Images

Las elecciones de EEUU no tienen ganador claro. Entre los estados aún sin recuento, el voto por correo pendiente y las sumas repetidas y el recurso a la justicia anunciado por los republicanos porque Donald Trump tiene mal perder, la cosa pinta lenta y compleja. Todo acabará en el Tribunal Supremo, ha dicho ya el actual presidente. Y hay precedentes: en el año 2000, los jueces tuvieron que decidir quién se quedaba con la Casa Blanca. Ganaron los republicanos. Trump sólo quiere que el episodio se repita.

El precedente que quita el sueño a Joe Biden, el candidato demócrata de este año, tiene su origen en Florida, un estado que ahora se ha llevado Trump.  George W. Bush, entonces gobernador de Texas, venció en este estado por apenas 537 votos a Al Gore, que venía de ser vicepresidente con Bill Clinton. Así logró la mayoría en el Colegio Electoral. El resultado final se supo 35 días después de la votación.

En el sistema de colegios electorales de EEUU, cada estado vale un número diferente de votos según su población. En 2000, Florida daba 25 votos electorales (ahora son 29). Inicialmente, los datos daban ganador a Gore y la euforia se desató en el cuartel general demócrata conforme las distintas televisiones daban sus proyecciones de voto, pero las diferencias se fueron estrechando y saltaron las alarmas. Al haber una diferencia de menos de 0,5% de sufragios, la ley obligaba un recuento automático de votos, lo que redujo la ventaja de Bush a 327 sufragios. Y al ser eso, a su vez, menor al 0,25%, debía darse un recuento de votos manual.

Al final, la alegría estalló en el cuartel contrario, en el de Bush, mientras Gore quedaba “devastado”, como ha explicado a la BBC la que entonces era fotógrafa oficial del demócrata. Es impresionante leer cómo Callie Shell narra la sucesión de acontecimientos: Gore que llama a Bush y le felicita por su victoria, los asesores que le dicen que la pelea no ha acabado, la nueva llamada para decirle que va a pelear, Bush le dice que de qué va... “Bush decía ‘¡No, se acabó!', y Gore decía ‘bueno, no es así’”, explica.

  Las portadas preparadas por el 'Orlando Sentinel' durante la loca noche electoral de 2000, que van del empate, a la victoria de Bush, a las dudas sobre Bish, y al "disputado". ASSOCIATED PRESS

Había esperanza porque estaba en tela de juicio el tipo de papeletas usadas en Florida. A veces, en los estados no se usa una manera única de emitir los votos, sino que cada cual elige el modelo de papeleta, si se tacha una opción a mano, si se hace con una máquina, si es voto electrónico... En 2000, Florida optó por la papeleta que se mete en una máquina con la que se perfora la opción elegida. El sistema se llama chad.

En muchos distritos de la zona, los funcionaros electorales detectaron que las máquinas tenían problemas de recuento, ya que la tarjeta no estaba completamente perforada. En otros, la boleta venía con los nombres de los candidatos de manera escalonada, un estilo llamado “mariposa”, lo que hizo que muchos electores se equivocaran al elegir.

  Un ayudante judicial, repasando fotos en Fort Lauderdale, Florida, el 24 de noviembre de 2000. ASSOCIATED PRESS

Aquella polémica era sobre papeletas y sumas, pero detrás había más. Florida llevaba meses muy convulsos, con el ambiente por el caso de Elián González, el niño balsero que llegó desde Cuba y cuya historia conmocionó al mundo. La zona, bastión de migrantes anticastristas, no apreciaba la gestión de Clinton ante esta crisis. Las elecciones revivieron ese clima excepcional, de escasa confianza en los demócratas.

En mitad de la fiebre, el equipo de Gore promovió activamente el recuento manual de los votos. El problema no era ese, sino determinar un criterio uniforme de recuento claro, exacto, único para todo: ¿vale sólo una perforación completa o sirve una parcial? ¿Una marca es ya un voto, se suma como emitido?

Tras días y días de polémica, se afirmó que Bush había ganado, solamente por 537 votos. Pero no sin polémica: tres jueces del panel de recuento -dos de ellos conservadores- decidieron que no habría más sumas ni revisiones de papeleras, ante las condiciones de seguridad (las manifestaciones en las calles eran constantes) y la falta de tiempo para ello.

Entonces fue Gore quien hizo lo que ahora anuncia Trump: acudió al Tribunal Supremo para aclarar lo ocurrido. Los jueces ordenaron un nuevo recuento, pero el equipo de campaña de Bush puso objeciones al día siguiente la decisión en la Corte Suprema estadounidense. Tira, afloja y, al fin, una decisión: el 12 de diciembre de 2000, los magistrados dijeron que el recuento ampliado ordenado por la instancia de Florida y los criterios diferentes del conteo de chads entre condados, impulsados por los demócratas y hechos manualmente, eran inconstitucionales. Ganaba Bush, un mes largo después.

Al Gore, el 13 de diciembre, hizo un discurso televisado muy recordado estos días en el que, hundido pero digno, y aun afirmando que no compartía la visión del Supremo, acataba lo decidido y apostaba por cerrar grietas, por aparcar la división nacional que generó el caso, que puede ser aún mayor en el escenario de 2020, cuando el país tiene a sus pies una fosa de las Marianas en cuanto a pobreza, racismo o salud. Bush, ganador, fue conciliador también al aceptar su victoria y apostó por el “trabajo conjunto” entre republicanos y demócratas, por “el bien común” de los ciudadanos.

Qué pasa ahora

Ojalá que ahora no nos tengan en vilo hasta el 13 de diciembre, si nos ponemos en la coyuntura de 2000... pero lo que parece claro, porque así lo ha anunciado Trump, es que habrá recurso al Supremo, sí o sí. De nueve jueces que lo componen, seis han sido puestos por el Partido Republicano (la última, en plena campaña), y sólo tres son nombres del Partido Demócrata.

El problema, en caso de que Trump no acepte la derrota incluso si así la deciden los jueces, es que la Constitución estadounidense estipula claramente que el mandato del presidente arranca el 20 de enero, que es el gran día de juramentos y relevo en la Casa Blanca. Para que esto sea posible, hay que cumplir con una serie de pasos previos muy medidos, que no dan margen para la dilatación del proceso.

Enmienda XX, 1): Los períodos del Presidente y el Vicepresidente terminarán al mediodía del 20 de enero y los períodos de los senadores y representantes al medio día del tres de enero, de los años en que dichos períodos habrían terminado si este artículo no hubiera sido ratificado, y en ese momento principiarán los períodos de sus sucesores.

Según la legislación norteamericana, los estados tienen que haber dirimido cualquier eventual controversia o problema con el resultado antes del 8 de diciembre ya que el Colegio Electoral se reunirá el 14 de diciembre para emitir su voto.

¿Volverán los jueces a facilitar el poder a un republicano?

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