Von der Leyen: de crisis, castigos y sonrisas

Von der Leyen: de crisis, castigos y sonrisas

La presidenta ha conseguido algo que siempre es complicado a nivel Europeo: no enfadar a nadie.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. YVES HERMAN via Getty Images

El Parlamento Europeo ha dado luz verde y la Comisión von der Leyen vuelve a contar, oficialmente, con 27 miembros. El letón Valdis Dombrovskis añade Comercio a sus responsabilidades y la irlandesa Mairead McGuinness lidera ya la cartera de Servicios Financieros, Estabilidad y Mercados de Capitales.  

Dombrovskis es físico, matemático y economista. Un político detallista y calculador -en el mejor de los sentidos- que aglutina bajo su vicepresidencia una importante concentración de poder. Una figura que se agranda bajo una imagen de personaje de difícil sonrisa.

McGuinness, la primera mujer que consiguió la licenciatura en Economía Agrícola por el University College de Dublín -diplomada, además, en contabilidad y finanzas- cuenta con más responsabilidad de la que algunos podrían esperar. Completar la Unión Bancaria y la unión de mercados de capitales no es ninguna broma.

Pero la que sale reforzada es la figura política de la presidenta, Von der Leyen. 

La alemana ha gestionado de una manera limpia, firme, discreta y efectiva lo que podría haberse convertido en una crisis catastrófica.

En menos de un año en el cargo, cuestionada desde su designación y con un Parlamento Europeo en el que aún escuece el desprecio al resultado de las elecciones, ha tenido que lidiar con el golpe de la pandemia y con la dimisión de uno de sus hombres importantes: el Comisario irlandés Hogan.

La alemana ha gestionado de una manera limpia, firme, discreta y efectiva lo que podría haberse convertido en una crisis catastrófica. Phil Hogan, presionado por el propio Gobierno irlandés, se marchó. La situación en la que se encontraba la Comisión no era sencilla: Irlanda no quería perder la cartera de Comercio (una de las más potentes y con un simbolismo particular para el país en plenas negociaciones con el Reino Unido), pero mantenerla era enviar un mensaje peligroso a los países desde Bruselas. La credibilidad de la Comisión Europea reside, en buena parte, en su independencia frente a los estados miembros y la institución no se podía permitir que algunos gobiernos creyesen ser “dueños de las carteras”. Castigar a la Irlanda más europeísta que ha visto la historia con un portfolio “menor” no parecía, tampoco, una salida demasiado limpia. Y todo esto sin tener en cuenta el miedo al “efecto dominó” que podía provocar un escrutinio masivo del Colegio de Comisarios y su respeto a las normas sanitarias en plena pandemia…

l mensaje a los países que vieron en la presión a la Comisión una oportunidad ha quedado claro: aquí decide la presidenta.

Pero así, con poco ruido y un trabajo de diplomacia meticuloso, la presidenta ha conseguido algo que siempre es complicado a nivel Europeo: no enfadar a nadie.

El Parlamento Europeo está contento con McGuinness, hasta hace nada vicepresidenta de la Cámara y muy respetada en el Europarlamento. Irlanda siente que no ha perdido demasiado, cuando algunos temían un castigo en forma de cartera de multilingüismo. Von der Leyen ha conseguido mantener el equilibrio político interno y sumar una mujer más a su Comisión (13, por 14 hombres) –cumpliendo, además, una de sus promesas iniciales–.

Y el mensaje a los países que vieron en la presión a la Comisión una oportunidad ha quedado claro: aquí decide la presidenta.

Las crisis, cuando se gestionan bien, no tienen por qué ser catastróficas.

Y de bonus, Dombrovskis ha sonreído, un hito en la llamada burbuja de Bruselas. La presidenta Von der Leyen ha conseguido la cuadratura del círculo.