Yo siempre me pongo del lado de los malos

Yo siempre me pongo del lado de los malos

No estamos ante un enfrentamiento entre buenos y malos, sino entre malos y malísimos.

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Se argumentará en esta columna que ante el conflicto que supone la invasión rusa de Ucrania no se puede no tomar partido. No estoy diciendo que se deba tomar partido, sino que es imposible no hacerlo, por mucho que se intente o uno tenga voluntad de ser imparcial. Si en un Madrid-Barça abucheas al portero del Madrid, estás ayudando al Barça, y da igual que comentes a los que te rodean que en verdad tú estás por igual contra ambos equipos porque en realidad eres del Betis. Hablar a favor de alguien es atacar a sus enemigos. Hablar en contra de alguien es defender a sus enemigos. Incluso estar callado repercute en lo que sucede en el terreno de juego, como sabe cualquier aficionado al fútbol. Y la voluntad subjetiva que se tenga de estar tomando partido o no es completamente irrelevante.

Que los imperios actúen siempre con igual amoralidad, no quiere decir que los juicios morales ante sus resultados sean siempre iguales

La equidistancia es una bonita metáfora matemática que en el amor y en la guerra acostumbra a usarse para esconder cobardías, comodidades o contorsiones casi circenses para conseguir nadar y guardar la ropa. Analizar el porqué histórico de esta invasión —que nunca es un porqué moral ni psicológico— es justo y necesario, pero no puede ser la coartada que nos excuse de defender inequívocamente al invadido o al invasor, ni de indicar qué medidas se propone tomar para materializar tal defensa más allá de unas declaraciones periodísticas bienintencionadas. Sin duda habrá tiempo para los detalles, pero, así como existe el departamento de Urgencias en los hospitales, debería existir la sección de Urgencias en los medios de opinión, con columnas inmediatas y tajantes, directas a la emergencia a la que nos enfrentemos.

Las bombas y los matices no se llevan del todo bien. Especialmente cuando aquéllas te están cayendo encima. Un principio de la invasionología señala que la cantidad de precisiones y sutilezas con las que alguien matiza su postura ante una invasión es directamente proporcional a la distancia que le separa del carro de combate más cercano. Ocurre también con esa humana tendencia a poner las tragedias de los demás al servicio de la ideología propia, en vez de hacer lo contrario. No critico los análisis minuciosos ni practico una adhesión inquebrantable a casi nada. Sólo señalo, sin ironía, lo juro, que los apuntes críticos respecto de Occidente que leo a gente cuya opinión respeto —estando de acuerdo en casi todos ellos— son un lujo que sólo nos podemos permitir los que estamos a miles de kilómetros de las bombas.

Si me decanto por la Ucrania invadida no es porque considere que los dirigentes rusos son más malvados que los dirigentes de los 141 países que votaron contra ellos esta semana en la ONU

No tengo la ingenuidad de creer que la moralidad haya desempeñado el menor papel en la historia de los imperios. Y si me decanto por la Ucrania invadida no es porque considere que los dirigentes rusos son más malvados que los dirigentes de los 141 países que votaron contra ellos esta semana en la ONU. Simplemente, la profunda aversión que le profeso a la OTAN no me ciega como para apoyar algo que es todavía peor. Que los imperios actúen siempre con igual amoralidad, no quiere decir que los juicios morales ante sus resultados sean siempre iguales. Con sus irresolubles contradicciones y las toneladas de crímenes que llevan a la espalda todos los grandes bloques geoestratégicos, no estamos ante un enfrentamiento entre buenos y malos, sino entre malos y malísimos. Y en estos casos yo siempre me pongo del lado de los malos.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.