Yo soy de los que aman

Yo soy de los que aman

El amor es así. Si no lo entiendes a lo mejor eres de los que odian.

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Yo soy de los que aman. No lo puedo evitar. Yo no soy como esa otra gente que odia. No, no. Yo amo. Amo sin parar. Soy como un manantial inagotable de amor. Es que me levanto y ya estoy amando. Me sale como respirar. ¿Que qué amo? Yo qué sé… todo. Yo no soy de ésos que aman unas cosas sí y otras cosas no. Yo amo. Así, sin complementos directos. Lo dice una nueva canción que acabo de escuchar hace un minuto en Spotify: “amar es bueno y odiar es malo”. Es un mensaje verdaderamente revolucionario. Hay que ser muy valiente para cantar eso hoy en día. Cuando cocino una ensalada con tofu amo el tofu. Me pongo los calcetines y amo los calcetines. Y si veo unas flores… bueno, si veo unas flores amo tanto que casi siempre lloro de amor.

Ya me lo dice Martha todos los días: “jo, Jose, es que tú amas tanto…”. Ella también ama mucho. Somos tan especiales ella y yo… De todas las parejas que tengo actualmente, creo que es la más diferente. ¿Diferente a qué? No, no, diferente a secas. Me encantan sus tatus porque son tatus de amor. Unos pájaros que se alejan en un hombro, una nota musical, una luna. En un muslo tiene tatuado “Soy Amor”. Puro amor. Como yo, que amo mucho. A veces me asusto de lo mucho que amo. Miro el reloj y pienso “ay, madre, si llevo ya diez horas amando sin parar… a ver si va a ser malo…”. Pero no, ¿qué va a ser malo amar? Lo malo es odiar. Como esa gente que a veces veo en el metro. Se nota que no aman. Se les ve que no son como yo. Dan una pena…

La clave está en la educación. Leí el otro día que hay un colegio en Valencia que educa en el amor. No pone exámenes porque van contra el amor. No tiene sentido que la escuela pública enseñe Historia o Matemáticas. Eso no va a dar felicidad al alumnado. La escuela ha de enseñar a amar. Y a aceptar la diversidad, así, sin más especificaciones. Es necesario que todo el mundo unánimemente ame la diversidad. Yo no fui a uno de esos colegios. Así que tuve que deconstruirme ya de adulto. No es fácil, porque ser el deconstructor y lo deconstruido a la vez es un lío. Y luego, cuando ya estás deconstruido en pedacitos tienes que construirte otra vez. Y es otro jaleo, porque ahora tienes que ser el que construye y lo construido al mismo tiempo. Pero todo sea por llegar a ser de los que aman.

La gente que odia me da pena. Y mucho asco, la verdad. ¿Cómo pueden ser tan malas personas para elegir odiar en vez de amar? Les reventaba su puta cabeza contra un bordillo. Hay que pararles los pies. Hay que prohibir el odio. Limpiar con lejía por donde pasen esos asquerosos. Y hay que votar al partido de los que amamos. Si es que se ve en los mítines… están llenos de gente que ama. Único punto del programa electoral: el amor. Yo lloro de amor muchas veces en los mítines. ¿No te lo crees? Pues tengo miles de selfies, porque me gusta hacerme selfies cuando estoy llorando de amor y luego los cuelgo en instagram. Que no es fácil, porque las lágrimas no te dejan ver bien el teclado del smartphone. Pero el amor es así. Si no lo entiendes a lo mejor eres de los que odian. Yo no. Yo soy de los que aman.

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Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.