Ahora Errejón

Ahora Errejón

CARLOS PINA

Quedarse ciego; estar ciego; ciegos que ven; ciegos que, viendo, no ven... Saramago y la ceguera como metáfora. Si el Nobel portugués levantara la cabeza, hoy volvería a escribir aquello de que está aún por nacer "el primer humano desprovisto de esa segunda piel que llamamos egoísmo". Y si asomara la vista por la vida interna de Podemos hasta recordaría que el hombre puede vivir perfectamente solo, pero empieza a morir tan pronto como cierra la puerta de su casa tras de sí.

Íñigo Errejón ha amagado con dar el portazo, y no será porque la dirección de Podemos no haya cedido a gran parte de sus exigencias. Dicen sus detractores que aun así lo que pide no es autonomía, sino independencia absoluta; una candidatura con Podemos pero sin Podemos; un partido para los inscritos pero sin que decidan los inscritos; un instrumento al servicio de su estrategia y la representación legal del partido para decidir coaliciones, acuerdos postelectorales y hasta el nombre con el que concurrir a las elecciones, si se terciara. Dicho de otro modo: una "superbaronía" con poderes plenipotenciarios.

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El ex 'número dos' de los morados ha vuelto a liarla, y esta vez en medio de una crisis institucional en la que está en juego que la derecha madrileña pierda el poder tras 23 años de gobierno. Y tiene hasta el viernes 20, fecha en la que termina el plazo para la presentación de candidaturas provisionales a la Comunidad de Madrid, para decidir si antepone su propio interés o el de la formación en la que milita.

En la dirección federal hay preocupación por el último órdago de Errejón, que consideran más propio de un "monarca absolutista"

Esta vez no podrá decir que no se hayan atendido sus planteamientos para encabezar la lista. Pablo Iglesias y su representación en Madrid -encabezada por Ramón Espinar- ha aceptado prácticamente todo lo que pedía: la convocatoria de primarias conjuntas de candidato y lista -a pesar de que en Vistaelegre II defendió lo contrario-; tener mayoría absoluta en la plancha definitiva; el 60% del presupuesto de la Asamblea de Madrid y un comité de campaña en el que tenga mayoría y plena autonomía desde el momento en que sea elegido candidato.

Aun así no tiene claro si dar el paso a la política madrileña porque exige, además del control de las candidaturas municipales, la firma ante la Junta Electoral para condicionar confluencias y tener la representación legal del partido, así como un sanedrín de campaña con independencia absoluta del Consejo Ciudadano. Dicho de otro modo: no quiere que las decisiones -como consta en el Reglamento redactado- sean mancomunadas con los órganos de dirección ni hacer una campaña de Podemos, sino de Iñigo Errejón. Si pudiera, dicen los "plabistas", su lista no llevaría la marca morada y sería sustituida por la de Ahora Errejón.

Iglesias cede a la creación de una "superbaronía" para Errejón, que aún así duda si ser candidato en Madrid

En la dirección federal hay preocupación por el último órdago de Errejón, que consideran más propio de un "monarca absolutista" que de un candidato propuesto por un partido donde las decisiones orgánicas y estratégicas las deciden los inscritos.

La historia de Errejón es la de un perdedor del que nadie escatima elogios por su valía intelectual y política, al que incluso después de salir derrotado del último congreso se le facilitó una salida como candidato a la Comunidad de Madrid. De esto hace ya más de un año y desde entonces el que fuera mano derecha de Iglesias ha vivido en un mar de dudas en busca de un lugar dónde brillar por méritos propios y al margen del partido. No ha tenido interés jamás en acelerar su designación como candidato y ahora que la situación de la política madrileña aconsejaba hacerlo tampoco lo tenía claro, y ha puesto sus condiciones para que así sea.

Si pudiera, su lista no llevaría ni la marca morada y sería sustituida por la de Ahora Errejón, dicen los 'pablistas'

Iglesias, que la semana pasada tuvo que dar un toque de atención en público -¡Ni media tontería!-, para no repetir errores pasados y que Podemos se distrajera con lo interno en lugar de trabajar por un cambio de gobierno, ha tenido que decidir entre las posiciones de Espinar y las de Errejón. Y ha vuelto a pedir generosidad a su "alter ego" madrileño y transigir con gran parte de los planteamientos de Errejón para evitar una nueva batalla orgánica que pudiera pasar factura a la formación en un momento donde los sondeos vuelven a sonreír a los morados. La decisión ha provocado malestar entre los inscritos, donde la imagen del que fuera 'números dos' de Iglesias se deteriora por segundos tanto por su tacticismo como por su ambición desmedida y su deslealtad a un proyecto compartido.

Que el secretario general haya antepuesto la estabilidad interna a los caprichos de Errejón ha sido interpretado por los "pablistas" como un signo de madurez de la dirección para evitar otro espectáculo interno de la "nueva política", pero también ha despertado la ira de quienes temen la resurrección de una pugna ya saldada democráticamente en el contexto de Vistalegre II.

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Y es que, tras la polémica subyace sin duda la personalidad de un Errejón que para algunos pretende ganar con un cartel electoral lo que perdió en unas primarias y que, al más puro estilo Macron, se ha propuesto ganar las elecciones sin un partido que le respalde porque para ello ya cuenta el apoyo incondicional de algunos medios de comunicación y el beneplácito del establishment. De ahí aquello que dijo hace una semana de "no generar intranquilidad a los de arriba".

Esto será, claro, si no deja de respirar tras el enfado de no ganar por goleada... y acaba dando finalmente la estampida. Le quedan cinco días para decidir si va con Podemos a las elecciones o, por el contrario, se presenta sólo o en compañía bajo la leyenda de "Ahora Errejón". Con los Estatutos aprobados ayer por el Consejo Ciudadano y las cesiones de Iglesias, tendrá difícil explicar el por qué de una repentina retirada. La historia está llena de personajes políticos que encadenaron un error tras otro porque su capacidad de análisis y sus decisiones les llevaron a una confusión extrema.

Errejón no comparte que los estatutos le otorguen menos autonomía política como candidato que cuando él era quien dirigía las campañas de Podemos

El propio Errejón, molesto con la dirección por haber filtrado anticipadamente un acuerdo que aún está por cerrar, prefiere no anticipar escenarios, y ha preferido en las últimas horas rebajar el ruido mediático sobre la posibilidad de no presentarse a la Comunidad.

Lo que no comparte es que los estatutos le otorguen menos autonomía política como candidato que cuando él era quien dirigía las campañas de Podemos. Y, en su opinión, no se trata tanto de defender proyectos distintos sino de poder pedir el voto para los electores de Podemos, pero también para la gente que hasta hoy no ha encontrado en los morados una opción fiable por la que votar.

Y la velocidad que la dirección ha impuesto a las primarias, como consecuencia de la crisis por el caso Cifuentes, no ayuda -dice- a la maduración de los contenidos. Él es más de cocinar a fuego lento. Y, aunque ahora reclama bajar el volumen de lo interno, sigue defendiendo que su melodía es la misma que la de Iglesias, pero sigue teniendo acordes muy distintos. Está todo dicho.