Cuando la política se esconde tras la justicia

Cuando la política se esconde tras la justicia

Las claves de la semana

REUTERS

No hay espacio para el respiro. Y miren que la semana prometía distensión tras la decisión de Rajoy de llamar el 21 de diciembre a las urnas y tras la peripatética fuga de Puigdemont a Bélgica para escabullirse de las responsabilidades penales. El Gobierno de España empezaba a ganar la batalla al independentismo con un 155 limitado en el tiempo, como le habían exigido las instituciones europeas. Y la prensa internacional, tan condescendiente antaño con el procès, por fin daba la espalda al "circo catalán" después de la estampida del ex "molt honorable" 24 horas después de declarar la independencia de Cataluña.

Preocupación en Moncloa y malestar en Europa

Pues nada. Hoy todo vuelve a bullir. Hay preocupación en La Moncloa y malestar en Europa. Un cosa es destituir a un Gobierno en rebeldía por saltarse las leyes y, otra, meter a todos sus miembros en la cárcel. La imagen es letal para cualquier democracia aunque la decisión se ajuste a derecho por mucho que haya debate sobre los delitos imputados. Esto por no hablar de que devuelve al independentismo a la casilla de salida -la del victimismo, el "estado opresor" y los presos políticos- o de que la BBC se pregunte si el español es un Estado fascista. Todo servirá, sin duda, para rearmar a un independentismo fracturado por la DUI y con muchas dudas sobre cómo acudir a las elecciones, si por separado o bajo las mismas siglas.

Tantos años pidiendo a Mariano Rajoy que gobernara, que tomara decisiones políticas y que no se escondiera detrás de los tribunales y, ahora, justo cuando el presidente por fin se disponía a ello, va la Justicia y se entromete en su camino. En el peor momento, cuando menos interesaba y con la decisión más dura que se puede dictar contra cualquier investigado. La prisión incondicional para el ex vicepresidente catalán Oriol Junqueras y siete ex consejeros del Govern no ha podido ser más inoportuna para la pretensión de Rajoy de restaurar la normalidad en la política catalana con la convocatoria exprés de unas elecciones autonómicas.

  5c8ac5362300005300e723a9AFP/Getty Images

Maza, el peor enemigo para restaurar la normalidad

Y no es que los jueces hayan irrumpido de repente y por cuenta propia en el asunto. Hace tiempo que estaban en ello por expreso deseo del Gobierno y la abnegada entrega del Fiscal General del Estado, que un día amenazaba con meter en la cárcel a 700 alcaldes y otro presentaba las querellas que le susurraban desde la mesa del Consejo de Ministros. José Manuel Maza se ha convertido sin duda en el peor enemigo para la normalidad que pretende restaurar el Gobierno.

Claro que una cosa es que los jueces estén cuando se les reclame que resuelvan problemas pretendidamente orillados desde la política, y otra es que tomen decisiones contrarias al interés partidista del momento. Y sobre esto no hay duda, la decisión de la jueza Carmen Lamela no beneficia en absoluto a los partidos constitucionalistas, sino más bien al independentismo y a su voluntad de presentar los comicios en clave plebiscitaria. La pregunta, eso sí, ya no es tanto independencia o no como libertad o prisión para 8 políticos encarcelados que podrían, además, hacer campaña desde la cárcel.

La decisión de la jueza Carmen Lamela no beneficia en absoluto a los partidos constitucionalistas

Dicen los politólogos que el fenómeno de la excesiva judicialización de la política no es nuevo ni sólo de España, pero que el protagonismo de los tribunales en la vida pública responde sólo al espacio cedido por los gobernantes y a su negativa a asumir el coste electoral de resolver los problemas. Para algunos, y en especial para Rajoy, siempre fue mejor un auto por controvertido que fuera que pagar un alto precio entre una parte de su electorado por una mala decisión política. Al fin y a la postre siempre permanecerá aquello de la "estricta" división de poderes y el funcionamiento implacable del Estado de Derecho.

Esa fue siempre la filosofía del Gobierno de la derecha: que los jueces, y no él, hablaran y actuaran. Ora el Ministerio Fiscal, ora el Tribunal Constitucional, ora el Supremo... Siempre hubo una instancia judicial a la que recurrir con tal de no afrontar el problema desde la óptica de la política. Es por eso por lo que, ahora, la Justicia le estalla en la cara en el instante más crítico y cuando, tras años de inacción, por fin gobernaba con la aplicación del 155 y la convocatoria electoral. Lo dictado esta semana por la Audiencia Nacional es la consecuencia de la permanente judicialización de la vida pública. Y ya se sabe que, aunque no hubiera estado de más que la juez hubiera tenido en cuenta el contexto social, cuando los magistrados dictan autos no siempre se ajustan al interés ni a los tiempos que persigue la política.

Habrá quien se pregunte si el Gobierno pudo hacer o no algo por evitar los ocho encarcelamientos

Hace casi 200 años que ya Abraham Lincoln dijo que la más estricta justicia no era siempre la mejor política. Y la orden de prisión preventiva que la Audiencia Nacional ha dictado contra el Govern no es la que más convenía a la pretendida voluntad del bloque constitucionalista de hacer de las urnas el principio de la solución al problema catalán. Habrá quien se pregunte si el Gobierno pudo hacer o no algo por evitar los ocho encarcelamientos. Y la respuesta la pueden encontrar en la actuación del Ministerio Fiscal y en la decisión de pedir prisión incondicional para todos ellos como antes la pidió para los líderes de la ANC y Omnium Cultural y de presentar la querella contra los ex miembros del Govern ante la Audiencia Nacional siendo, como es, conocedor de un auto emitido por el Pleno de la Sala de lo Penal en 2008, en el que 20 magistrados establecieron por unanimidad que el delito de rebelión nunca fue competencia de este Tribunal.

La lista única divide al independentismo

Sólo la evidente división en la cúpula de independentismo puede aún salvar al bloque constitucionalista de que la decisión judicial contamine la campaña electoral y favorezca una mayoría secesionista el próximo 21 de diciembre. Habrá que estar muy atentos a la penúltima ocurrencia de Puigdemont de liderar una candidatura única desde el autoexilio (eso si no es detenido en las próximas horas o días...), y si Junqueras, desde la cárcel, transige con la esperpéntica propuesta. Lo dicho: no hay respiro ni se atisba en el horizonte salida para el laberinto.