El día que san Iñaki hizo temblar los cimientos del socialismo andaluz

El día que san Iñaki hizo temblar los cimientos del socialismo andaluz

Las huestes del susanismo han perdido la batalla de la opinión pública y de la publicada. Esta semana por fin se dieron cuenta de ello y de que sus "portavoces no autorizados" han hecho un flaco favor a su causa, fuera esta la de evitar que el PSOE se eche en brazos de la izquierda radical y el independentismo, que se haga una autocrítica sincera de los resultados electorales o que Sánchez se eche a un lado para dejar paso a alguien capaz de convertir de nuevo el socialismo en alternativa de Gobierno.

Jueves 5 de enero, Cadena Ser. Habla Iñaki Gabilondo: "Lamento no compartir la confianza que muchos parecen tener en la capacidad de Susana Díaz para las más altas empresas. Es una mujer que aprecio de verdad. Tiene cualidades políticas sobresalientes, en especial para responsabilidades orgánicas en el aparato de su partido. Pero son tan sobresalientes como sus limitaciones para optar al Gobierno de España, al que sin decirlo apunta. Señalar que le falta bagaje no es una falta de consideración, es una opinión sincera. Los que le están faltando al respeto, a mi juicio, son los que se lo ocultan. Sánchez o Díaz. El mal ya está hecho porque parece estar planteada una disyuntiva en la que no pueden ganar los dos ni ir juntos. Uno va a perder, y ese desgarrón ya no hay quien lo zurza y se va a pagar caro".

Una guerra por el poder que empezó antes del 20-D

Ahí lo dejó. Pero para cuando el prestigioso periodista había acabado su locución matinal, ya temblaban los cimientos del socialismo andaluz y los teléfonos echaban humo: que si hay una operación de desprestigio contra la reina del Sur; que si las intoxicaciones de Ferraz no tienen límites; que si Pedro Sánchez quiere secuestrar la voz de los militantes; que si nadie sabe lo que Ferraz está entregando a cambio de conseguir la presidencia del Congreso para Patxi López, que si Prisa trabaja para que, al final, el PSOE se abstenga "in extremis" en la investidura de Rajoy...

Nada había dicho Gabilondo que antes, en distintos formatos, otros no hubieran ya expresado: que tras el escudo de las alianzas post electorales o la autocrítica por el resultado no había más que una guerra por el control del partido que empezó mucho antes del 20 de diciembre. Pero Iñaki es San Iñaki para la militancia socialista y la Cadena Ser, la emisora de referencia. Así que se abrió el suelo bajo los pies del llamado sector crítico y, al final, hubo que admitir lo evidente: que la falta de un relato alternativo al que Sánchez articuló desde la misma noche del 20-D había permitido que tras el ruido interno del PSOE sólo se escuchara una lucha fratricida por el poder y que todos los analistas conocedores del universo socialista hablaran ya sin ambages de la ambición de la todopoderosa presidenta de Andalucía.

El susanismo pierde la batalla de la opinión pública

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Foto: EFE

Las huestes del susanismo han perdido la batalla de la opinión pública y de la publicada. Esta semana por fin se dieron cuenta de ello y de que sus "portavoces no autorizados" han hecho un flaco favor a su causa, fuera esta la de evitar que el PSOE se eche en brazos de la izquierda radical y el independentismo, que se haga una autocrítica sincera de los resultados electorales o que Sánchez se eche a un lado para dejar paso a alguien capaz de convertir de nuevo el socialismo en alternativa de Gobierno. Más bien lo último que lo segundo o lo primero porque todo lo demás ha quedado sepultado por el ruido interno y los torpes movimientos de quienes se dejaron llevar antes de tiempo por su irrefrenable ansiedad para echar a Sánchez de la secretaría general.

Ferraz buscó una ratificación exprés

De poco sirve ya recordar la delirante intervención del candidato del PSOE la noche del 20-D cuando dijo que el socialismo había hecho historia; tampoco que desde Ferraz se pretendiera sin éxito una operación exprés en el Comité Federal para ratificar a Sánchez nuevamente candidato en el caso de que hubiera repetición de elecciones; menos la utilización que el secretario general hizo de su entrevista con Felipe González tres días después de las elecciones o que los barones estuvieran a punto de abandonar la sede federal la noche en que su secretario general se resistía a poner negro sobre blanco las líneas rojas para una negociación con Podemos.

Sánchez emite en portugués

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Foto: EFE

Vamos, que la imagen de Susana Díaz ha quedado tocada frente a la de un Sánchez que cuenta con el apoyo de la militancia y de la opinión pública progresista para explorar hasta el final las posibilidades de una "gran coalición de fuerzas progresistas". Su viaje a Lisboa y su entrevista el jueves con el primer ministro de Portugal Antonio Costa fue una auténtica declaración de intenciones. Si el socialista portugués perdió la elecciones y pasó en un mes de estar en la calle a ocupar el Palacio de Sâo Bento gracias al apoyo de los comunistas, lo mismo puede lograr Sánchez con una alianza de izquierdas. O eso cree él. Por eso emitió en portugués un mensaje en doble dirección. De un lado a Rajoy, para que se convenza de una de vez por todas de que un "no es un no" a un gobierno de emergencia nacional con PSOE y Cs. De otro, a Susana Díaz y a quienes huyen de cualquier alianza con los de Pablo Iglesias.

Como McArtur, Susana volverá

El caso es que esta fue la semana en que las huestes del susanismo se replegaron, después de varios amagos para precipitar la salida de Sánchez de la calle Ferraz. Ni se recogerán las firmas necesarias para forzar un Comité Federal ni se forzará que el Congreso Federal se celebre en febrero. Es más, la propia Susana Díaz salió de su calculado silencio para tomar ella misma las riendas del repliegue, dar apoyo a Sánchez para conformar una alternativa progresista y decir que el debate sobre la Secretaría General "no toca". En realidad, lo de la todopoderosa lideresa del sur no era más que una retirada táctica. Sabe que la aritmética no le da al PSOE para sumar una mayoría suficiente, que con Podemos no llega y que una sopa de letras con IU, ERC y PNV es imposible.

¿Después? Díaz es al PSOE lo que McArthur y su "I shall return!" para los invasores japoneses. Su repliegue es como el "¡Yo volveré! (que en español se conoce como "volveremos") que pronunció el general de las fuerzas norteamericanas acantonadas en Filipinas, después de su derrota en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Su ambición es atemporal e infinita y, cuando Sánchez fracase -como creen sus críticos que fracasará en su intento de formar Gobierno-, ella, como McArthur, volverá.

De momento, avisa a los de Ferraz: "Que no confundan la prudencia y la responsabilidad con debilidad".

Mas arrastra su cadáver por las asambleas de la CUP

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Foto: EFE

Y todo esto en una semana en la que Rajoy ha vuelto a insistir en la gran coalición, el PSOE le ha contestado que "un no es uno", Podemos no se mueve del "derecho a decidir", Cataluña asiste perpleja al espectáculo de un Artur Mas que arrastra su cadáver político por las asambleas de la CUP en un malentendido ejercicio de "dignidad" y la "nueva política" ha sucumbido a los usos y costumbres de la "vieja" para negociar el reparto de la Mesa del Congreso.

Al final, siempre llega El Abrazo, y no como el de Genovés que simbolizó el consenso, el acuerdo, la concordia y la reconciliación, sino en el que se funden los caballeros cuando cierran un trato, en este caso el del reparto de los puestos y los dineros. Podemos quiere cuatro grupos parlamentarios y no uno para obtener mayor financiación, más asistentes y más tiempo en los debates parlamentarios, y el PSOE está dispuesto a todo a cambio de la presidencia del Congreso. Al final, todo tiene un precio.

Quédense al menos con que en estos días, al menos, Ciudadanos, hizo lo que tenía que hacer, un examen de conciencia y una autoenmienda pública por los resultados electorales como no se recuerda. Partían como segunda-tercera fuerza política y se quedaron cuartos. ¿Motivos? La falta de estructura, la escasa formación política de sus portavoces territoriales y una campaña institucional que confundió al Rivera aspirante con el Rivera que se vio de presidente del Gobierno. Y no le han dolido prendas en reconocerlo. Que alguien tome nota.