Feijóo, un émulo de Díaz, a la espera de aclamación

Feijóo, un émulo de Díaz, a la espera de aclamación

La memoria y el olvido. Una guerra constante entre el recuerdo y la amnesia. El PP se debate estos días entre lo uno y lo otro. Recordar lo que fue ya no sirve más que como ejercicio de nostalgia por un tiempo que no volverá, pero una cosa es eso y otra no luchar contra la indiferencia colectiva.

Mariano Rajoy ya es historia, y quienes le acompañaron en el tránsito entre el ascenso y la caída han decidido pasar página y competir entre ellos mismos para que la velocidad del olvido no arrastre a cada uno de ellos también al desprecio.

Lo escribió Milan Kundera en una novela de trama lenta. La Lentitud (1995): "Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de lo más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano".

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Tal cual. El PP y quienes aspiran a heredar el trono vacante -que de momento parecen ser tres, sin descartar algún espontáneo- son un ejemplo de que ya han acelerado el paso para poner distancia de lo vivido en los últimas dos semanas. Ninguno imaginó jamás que la pérdida del poder sería tan rápido, tan traumático y con un golpe improvisado y seco propinado por quien nunca consideraron un competidor serio a través de una moción de censura.

Pedro Sánchez duerme ya en La Moncloa a pierna suelta, tras haber revolucionado el panorama político y hecho saltar por los aires todas las tendencias de voto conocidas hasta el momento. Una moción de censura, un Gobierno feminista, solvente, moderno, europeísta y comprometido con la unidad de España... Y todo ha mutado. Tanto que el PSOE ha pasado de ser en las encuestas el tercer partido -e incluso el cuarto- a situarse en cabeza. El "efecto Sánchez" ha dejado además a Albert Rivera igual que a Sansón cuando le cortaron el pelo y a Pablo Iglesias, en los huesos mientras el bipartidismo renueva fuerzas. Lo nuevo, Ciudadanos y Podemos, han caído a idéntica velocidad con la que subieron. 20 puntos por debajo de PSOE y PP, según el último trabajo de GAD 3.

El presidente de la Xunta sopesa los contras de embarrarse en una competición

En tiempos de política y periodismo líquidos, las encuestas y la percepción social tras lo ocurrido no iba a ser menos, y pese a los fatídicos augurios, igual pasa que si lo viejo se renueva, la victoria electoral puede volver por donde solía, que es por los grandes partidos.

Y así las cosas, los populares no quieren perder tiempo, sino olvidar cuanto antes el pasado y evitar que la sucesión de Rajoy acabe en una guerra de guerrillas. Quien más y quien menos tenia aspiraciones mucho antes de que el ex presidente dijera adiós, y hoy las mantiene. Hay algo en la actitud de los populares que recuerda a las mejores crisis internas del PSOE. Sólo les falta una Junta Directiva Nacional dónde quemarse a lo bonzo como hicieron los socialistas en aquél Comité Federal de 1 de octubre. No teman, la derecha siempre fue más discreta a la hora de lavar sus trapos sucios. Son más de parecer que de ser.

El caso es que ya hay barones en torno a una mesa camilla en busca de un candidato de consenso, que ellos llaman de integración, una especie de componenda orgánica para evitar que las bases decidan en una competición abierta. Detrás estaría la indecisión de Alberto Núñez Feijóo que, convertido en un émulo de lo que fue en su día Susana Díaz, busca la aclamación antes que embarrarse en una competición que abra en canal el partido. El gallego puede correr así la misma suerte que la la socialista andaluza, cuyas dudas le llevaron a perder el tren del liderato nacional en dos ocasiones, y cuando por fin se decidió a hacerlo, lo hizo mal y a destiempo.

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Mientras, en los últimos días han proliferado en twitter distintos perfiles de apoyo a posibles aspirantes, que dicen no ser responsables de la movilización en su favor en las redes sociales. Sea como fuera ahí están @SorayaPPpresidenta @yoConSorayaPP, @CospedalPP, @YoConFeijoo o @nuevo_pp , esa última como plataforma de apoyo a una candidatura de unidad, que es la que desearían los barones y también el propio Feijóo.

La guerra en todo caso está abierta y dicen que quien más papeletas tenía para la rifa, Alberto Núñez Feijoo, es más partidario de un cambalache entre familias que de una contienda en la que las bases decidan libremente en una doble vuelta, tal y como se aprobó en el último congreso.

Aún así no hay quien se crea que el gallego esté dispuesto a alcanzar un pacto con quien considera responsable de la publicación de aquellas fotografías suyas con el narcotraficante gallego Marcial Dorado en un yate durante unas vacaciones de verano.

En todo caso, parece que a quien estaba llamado a ser el sucesor natural de Rajoy le ha entrado el miedo escénico, y no tiene claro si dar o no el paso de dejar la Xunta de Galicia, después de dos mayorías absolutas, para tomar las riendas de un partido en depresión profunda, devastado por la corrupción y con un competidor como Ciudadanos en el mismo espectro político.

Los recelos del gallego aceleran los movimientos de Cospedal y Santamaría, que miran de reojo los movimientos de la contraria

Entre que se lo piensa, Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría se miran de reojo. Hasta el punto de que quienes conocen bien a la una y la otra, sostienen que la secretaria general, que ha dejado en los últimos días la puerta más abierta que nunca, no se presentará como candidata a la presidencia si no lo hace Santamaría. Y que no tendrá duda en hacerlo si la ex vicepresidenta se tira a la piscina.

De las intenciones de Santamaría poco se sabe, más que su cohorte de acólitos, ya sin coche oficial y sin el poder absolutista que ejercieron, parecen más interesados que ella misma en la liza aunque sólo sea por aquello de preservar un puesto de trabajo en la calle Génova, ya que han perdido incluso el respaldo de sus hasta ahora incondicionales mediáticos.

Su objetivo más temprano, según ha trascendido, es conseguir esta misma semana que la dirección del Grupo Parlamentario le asigne un despacho que no desmerezca el cargo que ostentó durante lo últimos siete años y un escaño que no esté situado en el gallinero del hemiciclo, ya que a Cospedal le corresponde por su cargo de secretaria general el más visible de la oposición. Así es la condición humana... y la de la política.

P.D. No pierdan de vista tampoco a los espontáneos que salten al ruedo sin previo aviso, porque la fiesta ha empezado...