Las claves de la semana: El surrealismo más allá de Dalí

Las claves de la semana: El surrealismo más allá de Dalí

AFP

Ahora que se vuelve a hablar de paranoias, de subconscientes, de excentricidades y de creaciones irracionales... Ahora que el mundo gira a más velocidad que nunca... Ahora que hay tanta irreflexión en la política... Ahora que los muertos no descansan ni en las tumbas... Ahora que recordamos al genio de Figueres... Ahora que releemos cómo Salvador Dalí abandonó el control racional para trascender lo real...

Nada como lo ocurrido esta semana que acaba para constatar que el surrealismo no fue sólo una expresión de las las artes, que sigue aquí y que no es precisamente un impulso de transformación de la sociedad, sino una actitud vital de la política y de cuantos asisten impasibles a cada uno de sus bochornosos fotogramas como si nada ocurriera y en nada nos afectara.

Pasen, repasen y valoren ustedes mismos, pero lo que tenemos cada día en los titulares de los diarios es producto de un delirio surrealista ante el que cada cual podría sostener lo mismo que el ampurdanés cuyos bigotes, casi 30 años después de enterrado, mantienen intacta su clásica poción de las 10 y 10, esto es que el payaso no era él, "sino esa sociedad tan monstruosamente cínica e inconscientemente ingenua que interpreta un papel de seria para disfrazar su locura".

Esto es lo que tenemos: un país putrefacto, en el que el hedor que desprende la corrupción en instituciones públicas y privadas ha acabado por anestesiar a gran parte de una sociedad que ya ni siente ni padece ante los escándalos.

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Cuando Maragall denuncia el 3 %

Surrealismo no es sólo Dalí, es también que una veintena de agentes de la Guardia Civil irrumpan en el Parlament y en la Generalitat en busca de pruebas del "caso 3 por ciento" más de 12 años después de que el entonces president, Pascual Maragall, denunciara que la vieja Convergencia se quedaba con comisiones a cambio de la adjudicación de obra pública para financiar su partido y que hasta los suyos le obligaran a retractarse de sus palabras. De aquellos polvos, estos lodos en lo económico y en lo político.

Surrealismo es que el jefe de los Mossos, Albert Batlle, diga que hará cumplir la ley en Cataluña y sea destituido fulminantemente por ello sin que haya habido una rebelión cívica entre los agentes de la policía autonómica más allá de un tibio comunicado de los sindicatos para recordar lo obvio en un Estado de Derecho y exigir que se les deje al margen de la tensión política.

Rajoy sigue en Cataluña la doctrina Montoro con España

Surrealismo es que Mariano Rajoy diga que da por imposible el dialogo con Cataluña, y que no piensa hacer nada para evitar el anunciado choque de trenes hasta que los vagones del convoy salten por los aires. "Que salten, que ya recogeremos los pedazos", debe pensar el presidente en línea con la doctrina Montoro de antes de la crisis: "Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros".

Surrealismo es que el Gobierno haya dejado pudrir el problema catalán para sacar rédito de la fractura emocional y política del país como ya hiciera en otros tiempos. Da igual que el desgarro lo produjera la economía, el terrorismo o el modelo territorial. Cualquier división es buena para aglutinar a la derecha y cosechar votos.

Surrealismo es que en una democracia de 40 años, donde los ex presidentes del Gobierno hacen de mediadores por el mundo en busca de soluciones para los problemas de otros, no haya un referente moral, político o intelectual capaz de sentar en la misma mesa a quienes dirigen Cataluña y España para recuperar cuando menos la conllevancia orteguiana.

Surrealismo es que el Parlamento español concluya que el PP con el beato Jorge Fernández montó una policía política para tapar su corrupción y perseguir a los adversarios, y que semejante uso partidista de efectivos, medios y recursos públicos pase sin pena ni gloria incluso para los que escrutan hasta el último movimiento de aquellos a quienes no considera ideológicamente cerca.

Surrealismo es que el portavoz oficial del partido político que más años ha gobernado España sostenga en público que le aburre, le cansa y le mata Cataluña, y no haya sido reprendido o apartado de sus funciones por su jefe de filas.

  GRA270. MADRID, 18/07/2017.- Angel Mar�a Villar (3i), presidente de la RFEF, a su llegada a las 15,03 horas a la sede de la Federaci�n, en Las Rozas (Madrid) detenido por la Guardia Civil por presuntas irregularidades delictivas en su ...EFE

Surrealismo es que un señor llamado Ángel María Villar, llevase 29 utilizando de tapadera para una red corrupta la Federación Española de Fútbol y nadie supiera e hiciera nada pese a que los negocios del "ínclito" Villar y los de su hijo fueran tan conocidos como lo de los Pujol en Cataluña o en Madrid los de Ignacio González y su hermano.

La pregunta de Podemos sobre su "no pacto" con el PSOE

Surrealismo es que Podemos haya decidido entrar en el Gobierno castellano-manchego y someter su decisión al parecer de las bases, y que en la pregunta planteada se esconda la entrada en el Ejecutivo de García-Page.

Surrealismo es que el PSOE haya pasado en los últimos meses por la mayor crisis interna que ha tenido en democracia y que sus responsables federales y territoriales actúen como si no se hubieran enterado y vuelvan a las andadas, esto es al campo de batalla. Los barones, satisfechos de que Sánchez haya tenido en las primarias valencianas su primera derrota interna y los Ferraz sin percatarse de que el "antisusanismo" que se impuso en las primarias de mayo no significa que en todo el PSOE haya un "pedrismo" desbordante. O el secretario general empieza a tender puentes con los secretarios generales, le apoyaran o no en su combate con Susana Díaz, o en septiembre el tenso silencio de notables y presidentes autonómicos dejará de ser un ejercicio de contención.

Surrealismo es también que el Parlamento español presuma de haber ahorrado con la supresión del cobro de dietas en viajes internacionales de los diputados, y no sea capaz de ofrecer un solo dato comparativo de la reserva porque dice carecer de personal para echar las cuentas. Todo, claro, con un portal de Transparencia que en el Congreso sirve para poco más que dar un click en la web de la que sigue siendo una de las instituciones más opacas del país.

Y luego la historia dice que Dalí fue el máximo representante del surrealismo. Será porque, como decía el pintor, la vida -en este caso, la política- es una fiesta continua. Pues que no pare la música.