Las claves de la semana: No hay 155 light

Las claves de la semana: No hay 155 light

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A partir de ahora, los amantes de las efemérides ya tienen una fecha más que rastrear. El 21 de octubre de 2017 se toparán con uno de esos acontecimientos que marcan un antes y un después en la historia de un país. En nuestro caso, sólo el tiempo dirá si será para bien o para mal, pero nada invita, a priori, al optimismo. Y eso que ha habido momentos en que algunos creyeron que el proceso independentista empezaba a enfriarse como consecuencia de la salida de la banca y de casi un millar de empresas de Cataluña y que se abría por fin un espacio para el diálogo y el acuerdo. Nada de eso. El Govern ha ido cerrándose todas las salidas y se las ha ido cerrando también a Mariano Rajoy que, por otro lado, no puede permanecer impasible durante más tiempo ante un territorio instalado en la permanente ilegalidad.

Con todo, el encarcelamiento de los líderes de la ANC y Omnium Cultural cegó esta semana toda posibilidad cercana o remota de entendimiento. Y es que en el momento más inoportuno a Rajoy, tan dado a responder a la crisis catalana con la ley y los tribunales, le explotó una decisión judicial en toda la cara. Ya sabemos que los jueces son independientes, sí; pero los fiscales no tanto. Y en esta investigación y en la que afecta al mayor de los Mossos, Josep Lluis Trapero, el papel del Ministerio Público no ha sido precisamente el de acompasar, como miles de veces, los tiempos de la Justicia a los de política, sino más bien el de añadir más leños a la caldera.

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La temida bomba de neutrones

El caso es que ha llegado el momento y ya tenemos aquí la temida bomba de neutrones, que en estos tiempos viene a ser lo mismo que el artículo 155 de la Constitución sobre la mesa del Consejo de Ministros. Pierdan toda esperanza, porque al amparo de un precepto constitucional nunca aplicado ni desarrollado cabe todo. La única duda ya no es si su activación será dura o blanda, sino si será corta o larga y cuánto se prolongará en el tiempo. Lo único seguro es que, igual que no hay una independencia "low cost", no existe un 155 light. Y que el decreto que hoy se apruebe será interpretado por el independentismo como una ocupación del territorio y la usurpación del autogobierno, por lo que no se descarta que Puigdemont y su Govern se atrincheren en sus despachos y se nieguen a acatar las decisiones del Estado. En ese caso, el Gobierno tendrá que pensar quiénes y cómo entran en las instituciones catalanas para sacar de ellas a sus gobernantes.

Gobierno, PSOE y Ciudadanos, que son los que han pergeñado la hoja de ruta a desplegar a partir de hoy, ya sitúan el 155 en el marco de un movimiento reaccionario que amenaza nuestra convivencia y defienden que la aplicación del precepto constitucional sólo persigue reconstruir el autogobierno dañado por el secesionismo.

Los paralelismos con el Ulster

En todo caso nadie duda ya de que se habrá consumado un fracaso histórico de la política, que llevará a la ruptura y a la mayor crisis de convivencia que se haya vivido nunca en la España democrática y que, en los próximos días, asistiremos a decisiones y escenarios ignotos. Hay quien, salvando las diferencias -especialmente la del terrorismo- empieza a ver en nuestra crisis institucional demasiados paralelismos con el Ulster irlandés, donde el Gobierno británico llegó a suspender la autonomía hasta cuatro veces.

Esto por no hablar del impacto que en Cataluña, y no sólo entre los independentistas, tendrán algunas de las medidas que el Gobierno incluirá en el decreto de aplicación del 155. De momento, lo único que sabemos, tanto por el PSOE como por Ciudadanos -porque el Gobierno aún no ha piado- es que el Estado asumirá las competencias de Presidencia, Interior y Hacienda, y con ellas la capacidad de convocar elecciones y tomar el control de TV3.

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En pocas horas saldremos de dudas, pero si Rajoy cree que una convocatoria de elecciones autonómicas resuelve el problema de fondo es que sigue sin entender lo que en los últimos años ha pasado en Cataluña. Nada invita a creer que los partidos independentistas participarían en unas elecciones convocadas por el Estado al amparo del 155. Más bien la situación es tan esperpéntica que en los próximos días podemos encontrarnos, además de con una autonomía intervenida por el Estado y una República catalana proclamada en el Parlament, con la convocatoria de unas elecciones constituyentes al amparo de la Ley de Transitoriedad suspendida por el Constitucional y que, seguro, serían también anuladas por el Alto Tribunal.

Confundir deseo con realidad

Así que el mantra instalado de que la solución pasa por unas elecciones autonómicas es probablemente una mentira que responde más al deseo mayoritario de vislumbrar una salida que a la realidad que está por venir. A ningún experto en gestión de crisis se le escapa que las convocatorias electorales se producen siempre tras los acuerdos de paz, nunca en medio de las guerras. Y ésta no ha hecho más que empezar.

Aún en la hipótesis, además, de un escenario en el que el independentismo arriase todas sus banderas -incluida la de la independencia- y concurriera a unos comicios convocados por el Estado, ¿qué pasaría si el bloque secesionista obtuviera la mayoría absoluta que hoy no tiene? Ni una TV3 controlada por el Estado tendría la respuesta.

La carga simbólica del control de TV3

Y es que por mucho que el independentismo haya perdido la batalla legal e intelectual, hay miles de catalanes que no sintonizan la televisión pública autonómica, que no son hijos de la inmersión lingüística y que jamás votarían a Puigdemont que, cuando esto pase, sólo habrán retenido en su memoria, como vaticina un socialista renuente al 155, 3 imágenes: la del 1-O y las cargas policiales que recorrieron el mundo, la de los "Jordis" en prisión y la del 155. Y ninguna es buena para el Estado español.

Así que no, ni esto se arregla con la aprobación del 155, ni con unas elecciones ni mucho menos por tomar el control de la TV3. Y no sólo porque produzca escalofríos pensar en que sería el mismo PP que controla hoy TVE quien tomaría las riendas, sino por la carga simbólica de una imagen que saltaría a los titulares de medio mundo como saltó la de los tres escuadrones con blindados, procedentes del acuartelamiento de Retamares, que ocupan las instalaciones de Prado del Rey el 23 de febrero de 1981.

Prepárense porque esto no acabará, salvo milagro laico de última hora, tan pronto como cree la brigada Aranzadi de La Moncloa, que es la misma que dijo a Rajoy tener controlado el 1-O porque no habría urnas ni papeletas ni votación. Témanse lo peor.