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Las claves de la semana: Y Rajoy entró en campaña

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Reían, jaleaban, aplaudían... Antes, durante y después de la intervención con la que Mariano Rajoy hilvanó en el Senado la defensa de la aplicación del 155 de la Constitución, algunos de los suyos celebraban no se sabe qué, pero festejaban. Ya en el abismo, y había quienes parecían alegrarse de haber llegado hasta aquí. Como si no fuera un fracaso colectivo; como si la sensación de desgarro fuera sólo de un lado; como si España no hubiera entrado en otro capítulo negro de su historia; como si el despliegue expansivo de un artículo excepcional de la Carta Magna fuera a solucionar el problema de fondo; como si las consecuencias no las fuéramos a pagar todos...

La versión parlamentaria del "a por ellos"

Lo que tristemente se vio en el lenguaje no verbal de una parte de la bancada popular fue la versión parlamentaria del "a por ellos". No eran todos, cierto, porque hasta en el PP ciertas actitudes -aunque vengan de los suyos- producen tanto sonrojo como indignación. Hay halcones y hay palomas. Los primeros quieren mano dura y una Generalitat sometida no sólo al imperio de la ley, sino la humillación absoluta del independentismo. Al fin y a la postre esta posición es la que siempre dio al PP las mayorías absolutas aun a costa de convertirse en un partido residual en Cataluña. Las palomas siempre fueron más de la modulación, de dejar una puerta, no abierta de par en par pero sí entornada para que Puigdemont y los suyos pudieran escapar de su propia huída hacia adelante. "Menos fuego y más cerebro", pedían sin demasiado éxito.

Faltó finezza

Ya era tarde. El día anterior se esfumó la última oportunidad de evitar el desastre. Fue sólo un espejismo, sí, pero la vana ilusión permitió un par de horas de alivio el jueves por la mañana: ni DUI, ni 155. Una salida para el laberinto que nunca llegó, pese a que desde la Generalitat se filtró que Puigdemont anunciaría en cuestión de minutos que disolvía el Parlament y convocaba elecciones en diciembre. Faltó "finezza", faltó grandeza y faltó alguna garantía a las condiciones que exigía el president de la Generalitat para enfrentarse al oprobio de los suyos.

De nada sirve ya escarbar en lo que pudo ser y no fue o en quiénes sí y quiénes no estuvieron a altura. Quizá ninguno. El caso es que no será sólo Puigdemont quien tenga ya asegurado un espacio en los libros de historia, y no precisamente en el lugar de los ilustres. Entre inmolarse él e inmolar a Cataluña, el molt honorable optó por la socialización del sufrimiento y que fuera el Parlament quien declarara la República catalana, después de que Junqueras le respondiera al ofrecimiento de ocupar su sitio, "aparta de mí este caliz". Con voto secreto y en urna, eso sí, porque se puede ser independentista y no por ello estar dispuesto a afrontar las consecuencias penales de un acto delictivo, tal y como avisaron los letrados de la Cámara autonómica y sabe hasta el último jurista del turno de oficio.

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Si el espectáculo de algunos populares en el Senado fue lamentable por el bochorno que producía escuchar sus aplausos, el del Parlament parecía mas una función del Circo Price que la de una solemne sesión en la que se iniciaba un proceso constituyente del que ya han abjurado, además de la mitad de los catalanes representados en el Parlament, fiscales, notarios, empresarios, artistas e intelectuales.

En todo caso y pese a la República del Nunca Jamás, agárrense que vienen curvas, y bien cerradas, porque lo que llega ahora ya no es la publicación en el BOE de un decreto, sino la ejecución real del mismo. Y Rajoy no cuenta, esto es un hecho inopinable, ni con los mejores ni con los más templados ministros que precisaría todo Gobierno en una situación como esta.

Rajoy no cuenta ni con los mejores ni con los más templados ministros que precisaría todo Gobierno en una situación como esta

Sólo el recuerdo de la gestión operativa del 1-O ya produce escalofríos. Así que mejor no pensar cómo el departamento que dirige Zoido puede tomar el mando de la policía autonómica por poner un sólo ejemplo. Viviremos momentos duros porque, como ha escrito con acierto Ángel Gabilondo en su timeline, "ha quedado claro lo que es hacer prácticamente todo mal. Queda por ver si somos capaces de hacer algo bien. Es una obligación y una necesidad".

Veremos. Todo pinta a que aquél que no comulgue con cada decisión del Gobierno se le pretenderá arrebatar la condición de español, y a todo el que no aplauda el delirio de esta República irreal se le desposeerá de la de buen catalán. Lo que nos viene es un desgobierno descomunal, una maraña institucional con innumerables respuestas judiciales y un destrozo económico, político e internacional del que muchos ya auguran que sólo se puede salir con una convocatoria electoral, y no sólo en Cataluña el próximo 21 de diciembre, como adelantó, tras disolver el Parlament, el presidente del Gobierno. Jugada maestra que, además de disipar las dudas sobre la constitucionalidad de intervenir el legislativo, pone fecha de caducidad a lo que el propio Rajoy calificó de situación "desgarradora, triste y angustiosa".

El PSOE estaba empeñado en que las autonómicas catalanas se celebrara cuanto antes, y así será, aunque nada garantiza que de aquí a diciembre vaya a bajar la inflamación política e institucional. De momento, el independentismo ya ha entrado en modo electoral con un "vamos a la guerra. Habrá disturbios en las calles" (Carles Campuzano, dixit).

Rajoy ha dado el pistoletazo de salida a una campaña de la que el PP, envuelto en la bandera de España, puede salir reforzado más allá de Cataluña

Rajoy ha dado el pistoletazo de salida a una campaña de la que el PP, envuelto en la bandera de España, puede salir reforzado más allá de Cataluña. Y no descarten, que si de la convocatoria catalana, el independentismo sale reforzado, el presidente disuelva las Cortes y adelante las generales a primavera. La incógnita es cómo esto podría afectar a un PSOE corresponsable de la aplicación del 155 y con escaso margen para desmarcarse de las consecuencias que se deriven del mismo. La frase de Rajoy "algunas medidas las han propuesto ellos" en referencia a Albert Rivera y Pedro Sánchez cuando agradecía el apoyo del PSOE y Ciudadanos en esta crisis da idea de hasta dónde ambos líderes son rehenes de la estrategia del PP.

Podemos queda claro que ha salido dañado por subordinar su posición al partido de Ada Colau y no haber sabido explicar con claridad que ni estaba con la DUI ni con el 155. Y esto, a pesar de que las críticas de Carolina Bescansa esta semana sobre la cercanía de los morados al independentismo, eran una reflexión antes escuchada a algunos miembros del Consejo de Sabios que asesora a Pablo Iglesias desde Vistalegre II y a pesar de ser conscientes de que la DUI favorecía la estrategia del PP.

Entramos en terreno pantanoso, desconocido e incierto. Y todo, como siempre en la política española, es susceptible de empeorar.