Las claves de la semana: lo que Aznar no hizo el 11-M y sí hará Rajoy el 27-S

Las claves de la semana: lo que Aznar no hizo el 11-M y sí hará Rajoy el 27-S

Las claves de la semana pasan por el previsible llamamiento a la unidad nacional que hará Rajoy tras el 27-S tras alimentar la hoguera -no, lo de Morenés no fue un lapsus-; por el "desembarco de Normandía" que protagonizan los socialistas en Cataluña, y por el verso suelto en el que se ha convertido el ministro Margallo, a quien no paran de dar tirones de oreja desde Moncloa.

El bombero pirómano

Aún persisten en la memoria colectiva las secuelas de aquella desunión. Faltó grandeza en la política española ante aquella masacre. Y si el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, hubiera gestionado bien el 11-M, igual Zapatero no aparecería hoy en los libros de historia como el quinto presidente del Gobierno de la democracia española. Nunca se sabrá, pero lo cierto es que derecha e izquierda siempre creyeron que si el entonces jefe de Gobierno hubiera llamado ese día a la unidad nacional, convocado a todos los partidos en La Moncloa y ejercido de hombre de Estado, el rumbo de la historia hubiera sido otro porque el PP, y no el PSOE, habría ganado aquellas elecciones que quizá tenía perdidas de antemano por su nefasta gestión de la guerra de Iraq y otros dislates. Y ello, sin entrar en el capítulo de la manipulación de aquellos días.

  5c8b1a8a3b000054066cf929

Foto: EFE

No hay comparación posible entre aquel ataque terrorista y lo que pueda ocurrir el 27-S con el resultado de las elecciones catalanas, pero igual que en la respuesta de entonces, en la que el Gobierno del PP ofrezca a los españoles también se medirá la talla de los gobernantes. Una lección, dicen, bien aprendida en la calle Génova.

Así que nadie se sorprenda de que la derecha no pare de echar leña a la caldera del soberanismo. Si la semana pasada se descolgó con una reforma exprés de la Ley de Tribunal Constitucional para inhabilitar a Artur Mas y un explícito ¡se acabó la broma!, ésta el ministro de Defensa ha amenazado veladamente con llevar los tanques a Cataluña. No se recuerda un disparate mayor a las puertas de una campaña electoral tan decisiva. No es casualidad, sino una imprudencia más en la calculada escalada frentista con la que el PP, lejos de frenar al independentismo, busca aumentar su espacio electoral en el resto de España. Rajoy y los suyos se comportan como el bombero pirómano que incendia el campo para luego colaborar en las labores de extinción.

Lo que no hizo Aznar el 11-M, lo hará Rajoy el 27-S. El presidente ha decidido tomar las riendas del problema catalán y si para ganar las elecciones generales ha de llamar a la unidad política para defender la soberanía nacional, lo hará. Y si tiene que dar una pátina plebiscitaria a las generales, la dará.

  5c8b1a8a2300003000e79326

Foto: EFE

Entonces, el papelón lo tendrá el PSOE. Los socialistas quedarán atrapados en las garras de un PP que le demandará ayuda para una respuesta de Estado al independentismo. Si Pedro Sánchez dice "no", se le acusará de deslealtad, de contemporizar con quienes quieren romper España y sabe Dios de cuántas cosas más. Si dice "sí", la izquierda alternativa tiene ya hecha la campaña del compadreo del bipartidismo para perpetuarse en el poder.

Versión socialista del Desembarco de Normandía

Cataluña es un debate en el que el PSOE pierde siempre. Pregunten si no en el PSC, que ha tenido que escenificar en un vídeo con motivo de la Diada una especie de Desembarco de Normandía con todos sus generales en el que declaran su afecto por Cataluña y su disposición a construir juntos el futuro. Pedro Sánchez, Susana Díaz, Guillermo Fernández Vara, Emiliano García Page, Ximo Puig, Javier Fernández, Idoia Mendía... Todos pasarán esta campaña por Cataluña al auxilio de Miquel Iceta, como lo hará Felipe González, pese a haber levantado ampollas tras desempolvar el debate sobre la nación catalana en el momento más inoportuno. El problema de fondo no es que no respondiera en los términos del titular que construyó La Vanguardia, sino que se trata de un asunto resuelto entre los socialistas catalanes y el resto de sus compañeros.

¿Por qué callan a Borell?

Y todo en la misma semana en que la televisión pública catalana vetó la presencia del ex ministro Josep Borrell en un programa con el que había acordado su participación para hablar de "Las cuentas y los cuetos de Cataluña". ¿Por qué callan a Borell? Porque los nacionalistas han conseguido que el PSC no logre traspasar la barrera de los medios públicos catalanes, porque su voz se escucha y porque hace unos meses fue sonado el vapuleo al que sometió ante los micrófonos de Catalunya Radio a la periodista Mònica Terribas sobre el mito del déficit fiscal catalán. Pese a todo, la censura de TV3 ha convertido a las televisiones nacionales -que son las que ve el electorado socialista- en altavoz de la denuncia de Borrell.

  5c8b1a8a250000e203ca0b9d

Foto: EFE

Los catalanes no independentistas no saldrán de su casa porque un desacomplejado baile de Miquel Iceta se convierta en fenómeno viral, pero quizá sí lo hagan porque entiendan la trascendencia de lo que se vota el 27-S. Es en ese 30 por ciento de indecisos en quién confía el PSC para desmentir a las agoreras encuestas, en las que la suma de la lista de Junts pel Sí y la CUP roza la mayoría absoluta. Y es a ellos a quienes los socialistas se dirigirán las próximas dos semanas para explicar la pérdida de toda protección de los catalanes en el caso de una declaración unilateral de independencia.

El verbo suelto de Margallo

  5c8b1a8a22000033001a47ce

Foto: EFE

Que tengan suerte, más si cabe, que la del ministro Margallo con la vicepresidenta del Gobierno. Saénz de Santamaría no para de tirar de las orejas al titular de Exteriores. La última ocasión: el pasado jueves, después de que el jefe de la diplomacia, siempre muy suelto con el tema catalán, se descolgara con un plan que modificara la Carta Magna para encajar "el hecho catalán" y cediera a la Generalitat el 100 por ciento del IRPF, además de los impuestos especiales. La Moncloa puso el grito en el cielo y ordenó a la calle Génova que arreglara el desaguisado con una sucesión de voces del partido que desautorizaran al ministro. E iban dos. Si el jueves hubo que callar al ministro desde el PP, el martes lo hizo personalmente Santamaría en el programa "Al Rojo vivo" de la Sexta, después de que Margallo dijera en la Cadena Ser que la solución al conflicto de los refugiados pasaba por una negociación con Bashar Al-Asad que en algún momento tendría que llegar. Es lo que tiene ser un verbo suelto...