Morir lleva su tiempo

Morir lleva su tiempo

EFE / FLICKR: PODEMOS

En el teatro de la política cabe todo. También que Cristina Cifuentes no fuera a clase, no pueda demostrar que hiciera el TFM de marras, exhiba un documento con firmas falsificadas, eche la culpa al mensajero... y acabe por pedir responsabilidades de todo ello al PSOE. Está pasando mientras el PP hace equilibrismos entre un simulado cierre de filas con la presidenta madrileña y un ya veremos lo que tarda en caer por su propio peso.

En el teatro de la política cabe todo. También que el portavoz socialista de la Asamblea de Madrid, Ángel Gabilondo, dudara hace unos días de la moción de censura contra Cifuentes y la justifique ahora en nombre de la decencia. Ha pasado porque Gabilondo temía salir mal parado de un examen que no parece que vaya a contar con el aval de Ciudadanos y que le obligará a tejer, por mínimas que sean, algunas complicidades con Podemos que tendrá que explicar ante el electorado madrileño. En el PSM cruzan los dedos para que la presión política y mediática sobre Ciudadanos por el mástergate haga caer a Cifuentes antes de que llegue la moción para que su candidato no salga derrotado de la cita y la experiencia quiebre sus posibilidades electorales.

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En el teatro de la política cabe todo. También que Ciudadanos encargue un sondeo para decidir qué hacer con Cifuentes, si apoya o no una moción de censura, si entra en un Gobierno con el PSOE o si lo hace con el PP. No parece muy serio, pero está pasando y lo ha desvelado eldiario.es.

En el teatro de la política cabe todo. También que el eterno precandidato de Podemos a la Comunidad de Madrid, Iñigo Errejón, escriba en su timeline que "no hemos venido a dar intranquilidad a los de arriba, sino a generar tranquilidad y seguridad a los de abajo" unas horas antes de que El País llevara a su portada una encuesta de Metroscopia en la que, por primera vez en muchos meses, el partido de Pablo Iglesias es el único que sube en intención de voto, y pese a que Ciudadanos sigue siendo la opción preferida por los españoles.

En el teatro de la política toca hoy detenerse en Podemos, que por algo se fundó sobre las tablas de uno de ellos, y porque el regreso de Errejón mantiene alerta tanto a la dirección como a las bases. Como Cifuentes, el que fuera número dos de Podemos, es un buen ejemplo de que morir en política también lleva su tiempo.

El caso de la presidenta de Madrid es como el de otros muchos conocidos con los que lo habitual en el PP siempre fue negar la realidad y alargar la agonía para acabar diciendo "esos señores de los que usted me habla ya no son de mi partido". La lista de los "difuntos" que los de la gaviota -ahora, encina- pretendieron mantener con vida mediante respiración asistida es inacabable: Camps, Barberá, Bárcenas, Soria, Trillo, Fabra, Mato, Gallardón, Wert, Aguirre... Siempre lo mismo. Negar para sucumbir después a la aplastante realidad y aparentar que los caídos nunca fueron de fiar ni para sus más entusiastas defensores. A la presidenta de Madrid le pasará lo mismo. En el PP ya ha empezado el casting para elegir sustituto.

Cifuentes se enroca mientras el PP busca ya sustituto

Volvamos a Errejón porque de entre los fundadores de Podemos es el único que goza de la simpatía de los medios más hostiles con Iglesias. Tanto que cuentan en la formación morada que el ex número dos se ha creído a pies juntitas lo del "poli bueno" y que contribuye con gusto a la estrategia de quienes le elogian sólo para golpear y debilitar a Iglesias. ¿Hay un nuevo pulso? ¿También es Errejón el favorito del Ibex 35? ¿Qué creen los entusiastas del otra izquierda es posible?

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Sean cuales sean las respuestas, lo que sabemos es que entre los morados no se entendió que mientras Madrid atravesaba una grave crisis como consecuencia del mástergate y en la Asamblea los partidos exigían explicaciones a Cifuentes, Errejón anduviera de viaje por Bolivia y se apresurara, luego, a salir a los medios para decir que ya se había puesto en contacto con Gabilondo para hablar de la moción de censura. Una intervención que algunos interpretaron como una velada crítica a Iglesias cuando dijo que apoyaría al PSOE "sin exigencias de sillones", en alusión al órdago de su secretario general cuando exigió un minucioso reparto ministerial a cambio de apoyar la investidura fallida de Pedro Sánchez.

En su calidad de eterno precandidato -ya lleva más de un año-, a Errejón le trasciende cualquier alianza que se pueda tejer entre las formaciones de izquierda y de la que, por cierto, ya huyeron antaño los electores en tiempos de Joaquín Almunia y Francisco Frutos. En Podemos no ha gustado ni su actitud ante la crisis de Madrid ni su intervención del sábado en el acto En Marcha 2019 con la que volvió a intentar despegarse de la línea de Pablo Iglesias con una llamada a abandonar el "discurso catastrofista" y la insistencia de que "son corruptos" (en alusión a la derecha).

Errejón vuelve a marcar diferencias con Iglesias sin haber digerido el resultado de Vistalegre II

Errejón, que defendió que Podemos no es la fuerza que viene a "generar intranquilidad a los de arriba", recupera así el discurso que le llevó a la derrota en la última asamblea ciudadana sin percatarse de que en política se trata más de ser convincente que de estar convencido de lo que dice uno mismo. Y no parece que sus displicentes palabras sean muy convincentes para quienes se preguntan alarmados a qué poderosos no quiere perturbar el precandidato a la Comunidad de Madrid: ¿A los de los fondos buitres que compraron la vivienda social? ¿A los de las eléctricas con las que habrá que dejar de contratar si cortan la luz de los hogares? ¿A los magnates de la comunicación? ¿A los de la Iglesia Católica que no pagan el IBI?

La frialdad con que respondieron los inscritos a la intervención de Errejón ha sido, cuentan en la formación, sólo el primer aviso de los que en adelante llegarán al candidato a la Comunidad de Madrid si vuelve por sus fueros, esto es, desmarcarse de la línea oficial y dar muestras notorias de no haber digerido aún el resultado de Vistalegre II, que fue ni más ni menos que la derrota de sus postulados.

Y esto pese a que un reciente Salvados de Jordi Évole pretendiera convertirle, junto al socialista Eduardo Madina, en potencial gurú de la izquierda española. Un duelo entre perdedores con grandes dosis de empacho intelectual que sirvió de alimento a dos egos que, aún derrotados en sus propias organizaciones, se consideran muy por encima de quienes hoy tienen la responsabilidad en sus respectivos partidos. Les distingue si acaso que Errejón, a diferencia del socialista vasco, aún no sabe que morir también en política lleva su tiempo . Y que todo es cuestión de detectar los primero síntomas. Cómo se encajan las derrotas, es un de ellos.