Puigdemont, en su laberinto

Puigdemont, en su laberinto

REUTERS

¿Se declaró la independencia el pasado el 10 de octubre? La pregunta no admite copulativas, ni subordinadas, ni yuxtapuestas. Basta un monosílabo. Sí o no. Otra cuestión es que la respuesta vaya a ser en esos términos. No parece. Más bien se moverá en el terreno de la ambigüedad para ganar tiempo. Entramos, en todo caso, en la cuenta atrás para conocerla. El president de la Generalitat la hará llegar antes de las 10:00 de esta mañana, de acuerdo al ultimátum de vía lenta impuesto por el Gobierno de España. No olviden que casi a la misma hora, la jueza Carmen Lamela tomará declaración otra vez al mayor de los Mossos, Josep Lluis Trapero, y a los presidentes de las asociaciones independentistas ANC y Òmniun Cultural, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, tras imputarles un delito de sedición. Y que, pese a la separación de poderes, la Justicia también permanece quieta a la espera de la respuesta que llegue a La Moncloa.

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Otra vez el país en un ¡ay! pendiente de Puigdemont y su laberinto. El president se encuentra ante la disyuntiva de ceder a la presión de los radicales o dinamitar para siempre el bloque independentista y perder la mayoría en la Cámara regional. Esta vez no hay matices ni recovecos posibles porque a Rajoy también le apremian interna y externamente para que mueva ficha y restablezca más pronto que tarde la legalidad en Cataluña. Aunque si de algo ha dado muestras, como dicen sus adversarios, es de tener piel de elefante y soportar cuantas intimidaciones sean precisas.

El president responderá al últimatum de Rajoy de forma ambigua para ganar tiempo

En el fondo, el presidente del Gobierno sabe que necesita del concurso del PSOE más que el de su propio partido y que Pedro Sánchez no está dispuesto a apoyar según qué decisiones. Desde luego, no la de un gobierno de concentración en Cataluña ni la de una intervención parcial que convierta en presidente por accidente a ningún socialista. Olvídense de la rumorología. Josep Borrell no será el "elegido" en caso de que Rajoy decidiera, que está por ver, sustituir al Govern en pleno en aplicación del tristemente célebre 155 de la Constitución española.

En todo caso, si el Molt Honorable transige con lo que le piden los extremistas, reconoce haber declarado la independencia y la solemniza en el Parlament, se enfrenta, además de a la suspensión de sus funciones y a un proceso penal, a que el Gobierno siga adelante con el 155 y, por consiguiente, a que los catalanes vean por primera vez en 40 años intervenido su autogobierno.

Si, por el contrario, transita por la senda de la ambigüedad como hizo en el Parlament la semana pasada o convoca elecciones autonómicas travestidas de constituyentes, abrirá espacio para un marco de diálogo, que sí o sí, acabará inexorablemente en un nuevo encaje de Cataluña en España. Si algo ha aprendido Rajoy de esta grave crisis es que lo único que no puede mantenerse cuando esto acabe es el statu quo. De ahí su compromiso con el PSOE de revisar el actual marco territorial en seis meses, previo paso a la reforma constitucional.

En Madrid y en Cataluña se imponen las elecciones como única salida

Las opciones de Puigdemont han fluctuado durante todo el fin de semana, en función del último apremio recibido y de si escuchaba a los dirigentes del PdeCat, de ERC o de las CUP. Si dependiera sólo de lo que queda de la extinta Convergencia, ya se habría consumado el adelanto electoral, que es la tesis que se impone ya como única salida tanto en Madrid como en Cataluña. Lo contrario imbuiría a Cataluña, y por tanto a España, en un escenario desconocido de gravísimas consecuencias políticas, sociales y económicas. Así que todo indica que, tras las presiones internas y externas, el president, aseguran fuentes conocedoras de los últimos movimientos, optará por situar otra vez la pelota en el tejado de Rajoy para ganar tiempo hasta el próximo jueves, que concluirá el siguiente plazo para que la Generalitat regrese al marco constitucional y estatutario.

El mejor de los escenarios pasaría porque fuera el propio Puigdemont, y no el Gobierno de Rajoy, en aplicación del 155, quien convocase a partir del jueves esas elecciones, pero eso obligaría a un reconocimiento más o menos explícito del fracaso y, para muchos, sería una forma de posponer el problema, ya que ni los independentistas dejarán de aspirar a la independencia ni la reforma constitucional impulsada por el PSOE y aceptada por el PP tendría el respaldo de los principales actores políticos catalanes. De ahí que Podemos sostenga que su propuesta de referéndum pactado sea el único marco aceptable para el independentismo sobre el que construir un nuevo acuerdo de país. Si la consulta tuviera tres opciones (independencia, todo igual y nuevo encaje con más autogobierno), Pablo Iglesias cree que ganaría claramente la tercera. Pero ese es un escenario que el bloque PP-PSOE no aceptará jamás.

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Si como se prevé, Puigdemont solventa el requerimiento con una nueva patada al balón para situarlo en el tejado de La Moncloa, las CUP abandonarán el Parlament y Junts pel Sí quedará en minoría. Será entonces cuando el president vea definitivamente que el callejón en el que ha metido a Cataluña ya no tendrá salida, disuelva el Parlament y llame a las urnas. La interlocución, que no mediación, externa e interna de los últimos días apunta ya sólo en esa dirección.

El PSOE descarta un Govern de concentración y Podemos augura que una hipotética convocatoria electoral sólo aplazaría el problema

Pero para entonces, Puidemont habrá perdido ya hasta la posibilidad de retirarse con grandeza, después de haber provocado, además de una grave crisis política y económica, una fractura emocional que es la que más años tardará en soldar, sin duda. Con todo, Rajoy firmaría ahora misma ese escenario con tal de no pasar a la historia como el segundo presidente de la historia de España que tuvo que intervenir la Autonomía de Cataluña.