Sánchez sale al rescate (de Rajoy)

Sánchez sale al rescate (de Rajoy)

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Ferraz. Un día cualquiera, entre 2000 y 2012. Zapatero llama a los barones del PSOE y les dice:

-Tomemos un café.

-Uy, un café, no... Mejor coca-cola, responde un presidente autonómico.

-Ni coca-cola, ni café, mejor té, propone otro dirigente.

-Gracias a todos por el tono, tomaremos café, zanja el secretario general de los socialistas.

Ferraz. Un día cualquiera entre 2012 y 2014. Alfredo Pérez Rubalcaba quiere conocer la opinión de los notables del partido antes de fijar posición en un asunto de especial relevancia.

-Tomemos un café.

-Mejor té, propone uno de los barones.

-Coca-cola, responde otro.

El secretario general llama a sus más estrechos colaboradores, les hace partícipes del debate que ha tenido antes y concluye:

-Vamos a darle una vuelta.

Ferraz. Un día cualquiera entre 2014 y 2018. Pedro Sánchez reúne a los dirigentes de su partido y propone:

-Tomemos un café

-Mejor coca-cola dice uno.

-Yo prefiero té, responde otro

-Que estos dos no vuelvan por aquí, ordena Sánchez a su jefe de gabinete al término del encuentro con sus barones.

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La escena, sin ser real, refleja la distinta personalidad de los últimos secretarios generales del PSOE y es la que fabula un socialista que conoce bien a los tres para hablar de la relación entre Ferraz y los barones, la falta de unidad en el partido y el liderazgo actual del socialismo.

Si hay algo que distingue a Pedro Sánchez de sus antecesores es la falta de empatía dentro y fuera del PSOE, si bien con Zapatero tiene en común cierta habilidad para desprenderse de quienes no comulgan con sus posiciones. La diferencia es que el ex presidente "mataba" a los críticos a abrazos y Sánchez, a golpes. Pero ambos eran implacables e igual de despiadados. Quizá por ello han sido capaces de reconstruir en varias ocasiones una relación con altibajos en la que en varias etapas han pasado del amor al odio y viceversa sin apenas tránsito.

Viene esto a cuento de la preocupación en los distintos territorios por la situación anímica y política del PSOE en un momento en que el PP está a punto de descender al abismo y Ciudadanos no para de ganar espacio, incluso entre el electorado socialista. Con decenas de casos de corrupción, Rivera pisándole los talones, sin avances en Cataluña y la Comunidad de Madrid, empantanada tras la dimisión de Cristina Cifuentes, el desgaste del Gobierno no revierte en beneficio del PSOE.

"El encefalograma es plano", se queja uno de los barones. "El mensaje no aguanta ya ni un titular de página impar en los diarios", lamenta otro. "Nadie nos hace partícipes de ninguna estrategia si es que la hubiera", añade un tercero. En medio, una dirección federal que no logra hacerse con el liderazgo social ni marcar la agenda política y que, según lo declarado por Sánchez, aspira -gane o pierda- a seguir en Ferraz durante los próximos diez años. "Y punto". La expresión es literal de un líder a quien la falta de unidad en el partido importa tan poco para su supervivencia interna como las derrotas electorales. Y que avisa a navegantes: Yo, invito; yo no obligo, pero yo decido.

Es Ciudadanos, y no el PSOE, según todas las encuestas quien capitaliza la crítica situación del PP y se presenta, a ojos del electorado, como el único partido con un proyecto a futuro para España, desde que el pasado diciembre ganara las elecciones catalanas. Y esto lo declaran en los sondeos tanto los votantes populares como los socialistas.

"El PP no está tan mal, se le subestima como al PSOE"

Pero lejos de manifestar la más mínima preocupación por la ola naranja, Pedro Sánchez no sólo está convencido de que la competición electoral será entre PP y PSOE, sino que en un giro copernicano sobre la que ha sido hasta ahora su estrategia ha decidido salir al rescate de los populares.

Lo ha hecho en una entrevista con el diario El Mundo que ha dejado ojipláticos a propios y extraños por echar, voluntaria o involuntariamente, un capote a un Rajoy al que hasta los suyos creen ya acorralado, moribundo, sin reflejos y en tiempo de descuento: "El PP no está tan mal, se le subestima como al PSOE".

La frase es para esculpirla en piedra viniendo de alguien que hizo bandera del "no es no" para ganar la interna de su partido, se fue a Alemania a despotricar contra la gran coalición y acusó a las élites de este país ante dos millones de telespectadores de impedir una alianza de la izquierda. Ahora, presume del "gran acierto" del PSOE y el PP con la aplicación del 155 en Cataluña y se felicita de haber ganado "en confianza y fluidez" con el mismo presidente del Gobierno al que llamó indecente en diciembre de 2015. Y todo para despreciar el ascenso de Ciudadanos y ningunear a Albert Rivera -"Ciudadanos no pinchó ni cortó"- y su papel en el marco político durante los últimos meses.

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La inesperada defensa de Sánchez al PP es más un ataque a Ciudadanos, que un repentino deslumbramiento por Rajoy, si bien hay quien incluso ve en las palabras del secretario general, además de una muestra de la hipocresía de su discurso después de haber demonizado en su partido a quienes defendieron la abstención en 2016, un intento baldío por blindar la ya irreversible muerte del bipartidismo ante la consolidación de un nuevo mapa político.

Sea como fuere, el ambiente es de fin de ciclo y de una España que aunque, tras las elecciones de 2016 haya seguido funcionando con la inercia del bipartidismo, a partir de las próximas generales tendrá que aprender a hacer política de forma distinta para garantizar la gobernabilidad del país. Los pactos, de ser, serán en adelante para construir, y no para bloquear como hasta el momento.

Hasta entonces los del bipartidismo se defienden entre ellos, y Rajoy y Sánchez parecen haber entendido que se necesitan mutuamente para sobrevivir. De momento, sólo para cargar contra Rivera. Quién sabe si en el futuro para algo más . Todo es posible en el secretario general del PSOE, incluso que Rivera, con quien llegó a firmar un acuerdo para su investidura fallida, se "aznarice" y "desaznarice" por segundos. Tan pronto es de "las NNGG del PP" y un "alumno aventajado de Aznar" como el socio perfecto para escenificar un Gobierno "reformista y de progreso" bajo El Abrazo de Genovés.