Cuatro días de junio

Cuatro días de junio

Rajoy y Saénz de Santamaría (presos de un virulento ataque de amnesia que les hizo olvidar el artículo 92 de la Constitución) amenazaron con lo de siempre, que si alguien quería referéndum que cambiara la Constitución, para luego ponerse a cantar al unísono: "Aquí te espero comiendo un huevo, una tortilla y un caramelo".

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Domingo, 1

Enrique López, magistrado del Tribunal Constitucional, manifestó que pensaba dimitir poco después de ser cazado conduciendo una moto borracho y sin casco cuando a primera hora se saltó un semáforo en rojo en el paseo de la Castellana.

Lunes, 2

Algunos medios elogiaron que Enrique López hubiera presentado la dimisión. Parte de la prensa también alabó a Alfredo Pérez Rubalcaba por dimitir (a pesar de que lo hizo en diferido) después de la debacle electoral de las elecciones europeas del 25 de mayo.

El rey abdica.

No hay ley que regule el paso de la corona de un rey dimitido a otro (o a otra). Han pasado casi cuarenta años, pero el apartado 5 del artículo 57 de la Constitución está sin hacer, las cosas de palacio van despacio. Como en todas partes se cuecen habas, el Parlamento de Cataluña aún no ha encontrado el momento para dotarse de una ley electoral. Desidia aparte, por las mismas razones. Pueden resumirse en una: pánico cerval y paralizante ante cualquier forma de democracia directa, así como a uno de sus efectos colaterales, la pérdida de poder.

La misma tarde, se improvisaron manifestaciones en muchas ciudades y pueblos con la intención de que se organice un referéndum para dirimir si se quiere monarquía o república.

Martes, 3

El día después de la abdicación del rey, la cadena SER, con gran visión de futuro y en un alarde de imaginación, plantificó un valiosísimo jarrón chino en medio de su estudio y escogió como estrella invitada para comentar la abdicación del rey a Felipe González. Onda Cero eligió a Alfonso Guerra.

Es frecuente que las cadenas de radio, la prensa, los medios en general, critiquen el inmovilismo de la casta política, las manifiestas dificultades que tienen para dejar expedito el camino. Estas dos elecciones y las furgonetas que, a toda velocidad, dado su escaso número y variedad, hacían el trasiego de tertulianos habituales y algunas pocas tertulianas de un medio a otro, son un buen ejemplo de que se han olvidado de tomar nota de que la comunicación también está cambiando de modo trepidante, como han puesto de manifiesto Podemos, la PAH, las distintas mareas y otros movimientos cívicos que intentan que, al menos, no se pierdan los últimos vestigios de dignidad.

Ante las manifestaciones pro-referéndum y las peticiones que en este mismo sentido hay en el Parlamento estatal, Rajoy y Saénz de Santamaría (presos de un virulento ataque de amnesia que les hizo olvidar el artículo 92 de la Constitución) amenazaron con lo de siempre, que si alguien quería referéndum que cambiara la Constitución, para luego ponerse a cantar al unísono: "Aquí te espero comiendo un huevo, una tortilla y un caramelo". ¿Se acuerdan de cuando en este Estado se organizaban referéndums y se votaba sin ningún tipo de problema la permanencia en la OTAN, en 1986, o el Tratado sobre una constitución para Europa, en 2005? ¿O en Cataluña, por ejemplo, el último Estatut, en 2006, y en Barcelona, la reforma de la Diagonal, en 2010?

Acto seguido se cenaron la merienda, fueron en procesión hasta el sagrario, sacaron la Constitución y, sin parar de santiguarse, se arrodillaron para adorarla un rato. Rubalcaba les secundó en todo momento, sin dejar ni un segundo de flagelarse sañudamente y a conciencia con unas hondas raíces.

Miércoles, 4

Antes de intervenir en unas jornadas, el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, habló de la (im)posibilidad de la celebración de un referéndum sobre la instauración de una república en España. Literalmente, dijo: "Lo que está en la Constitución, está en la Constitución (bonita y brillante deducción), y lo que no está, no existe en la vida política y social de España». Vaya usted a saber los espacios interestelares por los que vaga.