Eduardo Punset y el conocimiento público de la Ciencia

Eduardo Punset y el conocimiento público de la Ciencia

Punset es la persona que más ha hecho por la creación de una cultura de la ciencia en España. Sin duda que hay otros profesionales en varios medios que divulgan la ciencia, pero desde luego ninguno ha difundido la solidez y peso de esos contenidos haciéndolos atractivos a tanta gente.

En una ocasión, Eduardo Punset me invitó a participar en una reunión que se celebró en la Universidad Camilo José Cela sobre emoción y educación. Allí fue donde, públicamente, dije (para sorpresa de algunos) que Punset es la persona que más ha hecho por la creación de una cultura de la ciencia en España. Y lo dije sin reservas, a boca llena. Sin duda que hay otros profesionales en varios medios que divulgan la ciencia, sobre todo en la radio y a altas horas de la madrugada, pero desde luego ninguno ha difundido la solidez y peso de esos contenidos al tiempo que haciéndolos atractivos a tanta gente como lo ha hecho Punset. Qué duda cabe que a ello ha contribuido su enorme conocimiento del mundo, su idea clara de crear esta cultura en la gente y desde luego su personalidad y carisma.

Y el valor de todo esto ha estado en haber conseguido, a través de sus programas, interesar a mucha gente en la Ciencia y en particular a gente joven y muy joven. Es decir a aquellos que todavía tienen larga vida para hablar, comentar y construir un ambiente social nuevo en torno a la Ciencia. Pero sin duda que esto no es suficiente, ni siquiera significativo y ni aún con muchos otros programas de calidad en los medios, para crear esta cultura tan necesaria en España. Se necesitaría que en línea con ello, se creara, desde las más altas instancias políticas, un clima nuevo de verdadero interés por la Ciencia que calara en la sociedad. ¿Imaginan ustedes que hubiera un dirigente político de verdadero renombre que todas las semanas hablara por la radio a nivel nacional durante 10 o 15 minutos acerca de la importancia de la Ciencia? ¿Que hablara de su verdadero valor social y del prestigio internacional que representa? ¿Que hablara de su repercusión en la dignidad de las personas pertenecientes a una nación pensante y creativa más allá del folklore de las playas y el sol, del vino y las rosas, los toros y las procesiones religiosas? ¿Que hablara de la Ciencia como fuente real e incuestionable de riqueza nacional? Cuando a veces discuto sobre esto se me dice que España no es Estados Unidos, en donde claramente, como ya dije en algún otro post, un presidente como Obama ha visitado algunas universidades de modo reiterado y constante para mimar esa idea y dejar claro que la fuente de riqueza más importante para un país es la investigación científica con el avance de nuevas ideas y las patentes que a ello se añaden.

Y todo esto no quiere decir que no haya investigación científica en España. Pero esta no tiene anclaje en un mundo cultural que la aprecie y la potencie. Y a eso precisamente refiere este artículo. Y es que nuestra investigación científica y salvo excepción de algunos grupos, no es rompedora, competitiva, de impacto en primera línea, capaz de generar descubrimientos que abran nuevos campos de investigación y atraiga a investigadores de otros países y a jóvenes con ilusión por lo creativo. Y todo ello se debe a que no tenemos, lo repito una vez más, una cultura caliente de la ciencia que aporte atractivo a los jóvenes con talento. ¿Y hará falta decir, coherente con todo esto, que tampoco lo son las principales instituciones que albergan esa investigación científica? Véase el ranking internacional de Universidades que acaba de publicarse. De hecho, y como tantas veces se ha dicho entre nosotros, se necesitaría hacer con las Universidades borrón y cuenta nueva, cerrándolas y abriéndolas de nuevo con nuevas estructuras de funcionamiento y con gentes bien formadas en posgrado, no solo aquí, en España, sino, y sobretodo, en las más prestigiosas instituciones del mundo. Pero aún con eso, el caldo de cultivo académico-científico existente entre nosotros daría al traste, casi seguro, con la renovación de la Ciencia. ¿Por qué? Porque el sustrato cultural de todo ello no existe como sí lo tiene la pintura o la literatura, o la música, que se protege, mima, aplaude y premia y reconoce y acaricia todo el mundo y de modo constante.

Y no nos llevemos a engaño. El caldo de cultivo de esa cultura de la que hablo no se encuentra en las Universidades, y ni tan siquiera en los institutos de enseñanza media. El verdadero caldo de cultivo está en los colegios con maestros preparados, capaces de enamorar a los alumnos mostrando el valor y la belleza que se descubre con el pensamiento crítico y creativo. Maestros capaces de mostrar cómo con este pensamiento el ser humano se acerca más al bien y más a lo verdadero y menos cuestionable. Y serían estos niños quienes desde sus primeros años de educación y luego después, con un ambiente social proclive a la Ciencia (creado esta vez por personas de alta talla intelectual y ética) pudieran ver el prestigio y fuente inmensa de riqueza material que representa.

Y de todo esto he hablado con Eduardo Punset algunas veces, que sigue asomando a nuestras televisiones y a tantos y tantos foros siempre divulgando ese mensaje y lucha por un conocimiento público de la Ciencia. En raíz, él ha hecho una gran labor por ese conocimiento público de la Ciencia a nivel social como sin duda también lo han hecho algunos de los científicos que tenemos y que siguen trabajando en sus laboratorios. Pero es también verdad que los científicos siguen teniendo ese prurito, ya enterrado en otros países, de salir con frecuencia a la prensa y los medios y a hablar del valor de esa misma ciencia en la que trabajan. Se necesita a los científicos, ahora más que nunca, en esta nueva labor. Es cierto que los medios no ofertan mucho optimismo para ello, pero me atrevo a sugerir que tal vez, pudieran hacerlo en el Huffington, que bien pudiera abanderar ese foro para la creación de una verdadera cultura de la ciencia en España. Estoy seguro que Monserrat Domínguez, su directora, abriría sus puertas con alegría a sus escritos, como ya ha hecho con alguno de nosotros.